jueves, 1 de septiembre de 2022

NO ESTÁS NUNCA SOLO.

  NO ESTÁS NUNCA SOLO LA SOLEDAD.      -NO ESTÁS NUNCA SOLO-.

En el buen cristiano la soledad no existe, esto es lo que pretendo mostrar, el tema no tiene complicaciones, lo que si tiene es fe, piedad, amor, y por supuesto la gran compañía que son: Nuestro Señor Jesucristo y nuestra Madre del Cielo, la Virgen santísima. Podemos empezar con lo que el propio Jesucristo nos enseña, está en Juan 16, 32 …”.Mirad, llega la hora, y ha llegado ya, cuando cada uno será dispersado por un lado, dejándome solo. Cierto, yo no estoy solo, pues el PADRE está conmigo”.

Hay dos maneras de estar solo, porque esto de hecho existe, una es física, la del aislamiento de espacio, podemos ver el ejemplo del pescador solitario, retornando a puerto en la noche guiado por la señal del faro del  puerto,  o el estudiante que ha dejado su hogar y se ha recluido en sus especulaciones, viviendo solitario en un cuartucho, o el ingeniero químico aislado en su investigación que difícilmente se aparta de su laboratorio. Están solos en tanto no son vistos por otros, no son tocados, ni escuchados, están solitarios, pero no hay en ellos una verdadera soledad, porque saben que pronto llegará el momento en que verán a sus compañeros, familiares u otros que serán compañía y romperán su soledad.

Y hay otra  soledad, que es la del alma, puede darse en una persona entre la multitud, el saludo es frio, helado, la mirada muda, la palabra reverbera, se recibe y la refleja, no le dice nada, esta es soledad que se otorga a sí mismo, quien de momento no requiere o no puede gozar de compañía. Otra viene a ser la que dentro de la multitud hay soledad porque no hay relación humana con nadie, es rara pero en ciertas circunstancias, seres humanos marginados, enfermos, sin razón sana, hambrientos, sucios y harapientos en  grandes urbes, se puede dar, temporalmente al menos.

Continuando con el ejemplo de Jesús, recordemos a la hemorroisa Lucas 8, 43-47, Jesucristo siente su compañía, obra el milagro, no están solos, ni ÉL ni ella, en medio de la multitud, obra la fe de ella, y por tan solo tocar la orla de su túnica, Él siente su compañía. Son almas que de alguna manera se comunican. Por lo que no hay soledad. También viene al caso la escena de Natanael.

 Pero en Él lo que destaca es su comunión con Dios Padre, lo tiene siempre presente, su mutua compañía es la que no da el más mínimo espacio a la soledad, y ésta comunión es posible que se intensifique en las agonías que Cristo sufrió, ofreciendo sus sufrimientos físicos y psicológicos por nuestra redención.

El observador superficial, puede no darse cuenta de la compañía que representa la cercanía con Dios en la vida contemplativa, cuando la persona humana se santifica en su trabajo, en su vida de familia, y en sus actividades en general, pues no las lleva a cabo en soledad sino en la mejor de las compañías, las que dan alegría al alma.

No cabe duda que somos felices con aquellas personas con las que usualmente nos acompañamos físicamente, cónyuge, hijos, padres, hermanos, amigos, relaciones en nuestro trabajo, vida social, deportiva, casual, etc. son muchas veces algo más que la compañía física, simpática, agradable, en muchas se da el ingrediente espiritual, o un cariño especial, en las relaciones de noviazgo por ejemplo, o con nuestro director espiritual, consejero matrimonial, confesor, cónyuge, hijos, alumnos u otras relaciones aparte de las  mencionadas, su compañía es de lo que más valuamos en nuestra existencia, solo la supera compañía de nuestro Señor y la santísima Virgen y para muchos su ángel guardián, si aprendemos y practicamos esto, jamás sufriremos de soledad.

A lo largo de nuestra existencia se pueden dar períodos de soledad física, por ejemplo: encarcelamiento, pobreza extrema,  en la viudez de los ancianos, en especial después de un unido y extenso matrimonio, y son en estas circunstancias donde la compañía espiritual es más necesaria y apreciada. Quien ama a Dios y a nuestra Madre celestial, nunca estará solo.

Siguiendo el pensamiento de Santa Teresita, doctora de la Iglesia en la ciencia del amor, me atrevo a comentar que cuando dos seres que se quieren, se aprecian o se aman, y se encentran después de haber estado separados, ese encuentro es alegría, mayor o menor acorde a las diversas circunstancias, esa alegría es mayor para aquel cuyo amor  es también mayor, y el amor eterno, que Dios nos tiene es mayor que el que nosotros le tenemos a Él, por lo tanto su compañía para nosotros y la nuestra para Él, le proporciona mayor alegría a Él que a nosotros. No se puede pedir más. Busquemos y dejémonos acompañar de la Trinidad Santísima,  ¡solos!  nunca.

JORGE CASAS Y SÁNCHEZ .

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