viernes, 10 de mayo de 2019

SANTIFICAR EL TRABAJO Y EL MUNDO DESDE DENTRO.


De las 186…SANTIFICAR EL TRABAJO Y EL MUNDO, DESDE DENTRO.
Este es el mensaje principal  del trabajo desarrollado por San Josemaría, el cómo los quehaceres, tareas, trabajo, vida familiar, social etc. son  medio de acercarse a Dios y cristianizar a la sociedad.
Son patentes las luces y sombras de nuestra época, por un lado gran desarrollo  tecnológico, progreso civil, por otro la barbarie científica. De allí que el Papa Juan Pablo II, y ahora el Papa Francisco nos animen a que  con la luz del Evangelio, los católicos iluminemos a la sociedad, buscando su transformación al querer de Dios.
Muchos no saben cómo hacerlo y creen que esa es tarea de los políticos y poderosos, pensando que son los únicos que pueden influir, dada su posición económica, política o financiera. Esto no es así, los ciudadanos cristianos, comunes y corrientes somos factor importantísimo de influencia, si no permanecemos como simples espectadores y actuamos. No se trata de aplaudir o silbar a los protagonistas, sino entrar a su terreno de juego. Nuestra actitud, nuestra postura, nuestro actuar en el mundo, cuenta y mucho, si nuestra actitud y acciones responden a la forma de cooperar responsablemente en forma sobrenatural con el poder de Dios, procurando restablecer el orden quebrantado devolviendo a las estructuras temporales su función natural de instrumento de desarrollo y progreso ordenado de la humanidad. De llegar con ello a la Redención.
Santificando al mundo desde dentro, lo que es mostrar al mundo, el santificar con sentido cristiano las estructuras, las profesiones y las instituciones humanas. Como lo enseña el Concilio Vaticano II, los laicos han de iluminar y ordenar todos los asuntos temporales a los que estén estrechamente vinculados. Se trata de realizar lo que nos corresponde, compete y más si se puede realizándolos para mayor gloria del Creador y del Redentor, mostrando que Jesucristo ha redimido a toda la humanidad. Esa es nuestra misión.
Los cristianos tenemos el poder necesario, aunque no poseamos “poder humano”, nuestra fuerza es la oración, y las obras convertidas en oración.  Es enorme la fuerza, el poder eficaz que se despliega con estas armas específicas, que la mayor parte de los cristianos posee, y que influye grandemente en la transformación de la sociedad, al ejercer: la oración y el trabajo santificado, santificador. “Esfuérzate para que las instituciones y las estructuras humanas en las que trabajas y te mueves con pleno derecho de ciudadano se conformen con los principios que rigen una concepción cristiana de la vida.  Así, no lo dudes, aseguras a los hombres los medios para vivir de acuerdo con su dignidad, y facilitarás a muchas almas que, con la gracia de Dios, puedan responder personalmente a la vocación cristiana”.
San Josemaría recibió de Dios  con palabras de extraordinaria fuerza, lo siguiente: “cuando seré levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí. Lo entendí perfectamente. El Señor nos decía: ¡si vosotros me ponéis en la entraña de todas las actividades de la tierra, cumpliendo el deber de cada momento., siendo mi testimonio en lo que parece grande y en lo que parece pequeño…,entonces! ¡mi reino entre vosotros será una realidad! Cristianizar la sociedad.
Dios ha confiado al hombre la tarea de edificar la sociedad al servicio de sus bienes, el temporal y el eterno. Esto incluye las costumbres y las leyes así como a las instituciones, a las que se debe, dirigir nuestra participación y esfuezo, dentro de nuestras posibilidades personales, hacia el Bien Común. Cada uno debe encontrar su propia plenitud a sabiendas de que todo está trastocado a partir del pecado original y la proliferación de pecados que le ha seguido, consistentes en: concupiscencia, violencia, injusticia, al grado que el cúmulo de los pecados personales, han llegado a que vivamos en una estructura de pecado.
La liberación que Jesucristo vino a lucrarnos a este mundo, precisamente consiste en la redención del pecado y sus consecuencias. Nuestro sino, por tanto debe ser, en cuanto cristianos, CRISTIANIZAR  la sociedad, liberándola de esas estructuras de pecado, de las leyes contrarias a la Ley Moral, procurar que las relaciones humanas sean presididas por el amor de Cristo, esta es nuestra tarea ciudadana, contribuir a que en la vida moderna, su economía, su cultura, sus relaciones humanas, la convivencia social, el descanso, la vida social la vida de familia, se amolden a la divina voluntad.
Cristianizar la sociedad no es imponer a nadie la fe verdadera, los católicos  respetamos el derecho a la libertad social y civil en materia religiosa, tenemos abierta nuestra actitud ante toda creencia, y esperamos que cada quien sea fiel a su propia conciencia, mientras sus actos sean acordes a la moral pública y a la paz, lo que además el Estado debe  de tutelar.  Que están en el error, si y procuraremos  que conozcan la verdad enseñando con el ejemplo y si uno es cauto y la situación lo aconseja, con la palabra, pero nunca con la coacción. El acto de fe solo puede ser auténtico si es totalmente libre.
Cuando los cristianos  intentamos que la Ley Civil promueva el respeto a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, la estabilidad de las familias, reconociendo la indisolubilidad del matrimonio,  los derechos inalienables que los padres tenemos sobre la educación de nuestros hijos, tanto en las instituciones públicas como las privadas, por ejemplo inconformándonos radicalmente en contra de enseñanzas como la Teoría de Género, que es algo que va contra natura y por supuesto contra la moral pública y social, y otros aspectos como la justicia en las relaciones laborales, no buscamos imponernos a los demás. Sino que fundamentados en la verdad queremos contribuir a edificar una sociedad mejor, que no vaya en contra de la dignidad humana. Siempre estará fundamentada nuestra argumentación en la certeza de apoyarse en principios humanos verdaderos, convenientes,  y acordes a la sana razón humana, a forma de que cualquier persona, de cualquier creencia pueda apreciar la importancia que los valores más altos de la familia que conforma la totalidad de los hombres, sean apreciados. Claro a menos que esté negado a ver, ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Los católicos , serena y discretamente  debemos esforzarnos en las instituciones y estructuras humanas en que nos desempeñamos, que  sean acordes con los principios que conforman nuestra concepción de la vida, el amor al prójimo, la justicia, el respeto, no lo dudemos, es así como se debe ejercer la dignidad humana. De esta manera colaboraremos a sanearlas y estaremos colaborando a sanear los ambientes, procurando que se vivan las virtudes adecuadamente, antes que nada con nuestro ejemplo. Nosotros al vivir la fe cristiana  hacemos sentir a los demás  la aspiración que toda persona humana tiene, de ser tratada como lo que es, ve respetados sus derechos y se ve conminada a respetar los de los demás. Así nosotros estaremos santificando nuestras acciones al desempeñarlas  y colaborando al Bien Común, que no es solo el desarrollo económico sino que incluye el estrictamente personal, y en nuestro caso incluye, además la obtención de la gracia de Jesucristo. Los primeros cristianos nos dejaron un ejemplo maravilloso, ellos no tenían programas sociales que cumplir, lo que tenían fue una vocación sobrenatural, una concepción de la vida que los llenaba de espiritualidad. Nunca dieron la espalda al mundo, lo afrontaros y triunfaron, en el tiempo quedó demostrado.
Al actuar así contribuimos a sanear el ambiente y las estructuras, y se empapan de nuestro espíritu, pero ello no es suficiente, es si, una meta alta y no es fácil de procurar llevarla a cabo, pero aún hay más,  debemos irradiar  alrededor de nuestra conducta diaria la luz y el amor a Cristo, si el entorno en el que trabajamos, vivimos, nos movemos es de cristianos, será entonces lugar de apostolado, en él deberemos procurar que los que lo conforman sean mejores cristianos, esto no solo ayudará a que las estructuras sean sanas sino que las personas sean santas. Que en ese ambiente brille la luz de Cristo, que haya hombres nuevos, pendientes de las enseñanzas evangélicas. Santificando el trabajo, santificándonos en él y santificando con él. Muchas cosas dependen de lo anterior, se menciona como ejemplo la conveniencia de llevar allí el fermento de la redención. No debemos perder de vista que somos la sal de la vida, y esta no debe perder su objetivo, Dios la ha puesto en nosotros para queque influyamos positivamente en nuestro entorno. El Papa San Juan Pablo II ha señalado que es un cometido que requiere valentía y paciencia, la valentía porque hay que vencer el miedo a chocar con el ambiente, y paciencia porque cambiar la sociedad desde dentro requiere tiempo, debemos mantenernos siempre dispuestos a santificar la sociedad desde dentro, estando en el mundo, sin convertirnos en mundanos. Nuestro Señor quiere que infundamos con la santificación de nuestro trabajo profesional el espíritu cristiano a la sociedad que es medio imprescindible para el progreso de la sociedad y el mejor orden de las relaciones humanas entre todos nosotros.
Lo ideal es que una vez que cada uno de nosotros haya logrado santificarse en su trabajo, acerque colegas con los que tenemos contacto profesional para que también ellos  lleguen a santificar su trabajo, sea en la profesión que sea, o dedicación a la empresa, debemos influir en el ambiente, con buenas relaciones laborales, no es suficiente con evitar las prácticas inmorales, debemos ir mas allá, es necesario limpiar el ambiente, y hacerlo conforme a la dignidad humana. Lo que solo se logrará con FORMACIÓN, que logre en nuestras almas la consideración de que se trata de un imperativo divino que pesa sobre nuestras conciencias. No debemos de olvidar que aparte de las actividades de trabajo debemos colaborar con las iniciativas de diverso índole, junto con otros que comparten los mismos ideales, me refiero a sitios e instancias en los que se puede influir, como lo son las que se organizan para la juventud, como actividades deportivas, talleres de teatro o literatura, etc. escuelas donde se imparta educación cristiana, o asociaciones cuyas actividades lo permitan.
Compiló: Jorge Casas y Sánchez.