sábado, 26 de enero de 2019


LIBRES PARA CONSTRUIR EL FUTURO.
Ser libre no solo es un derecho, comporta una responsabilidad, y nos involucra en la problemática social.
La libertad no nos la concede el Estado, ni ente alguno, proviene de Dios, estamos en un mundo en el que hay una tendencia a visualizar la libertad como algo parcial, como capacidad de elección, y esto no debe ser así, cada persona debe buscar su perfección , independientemente de las circunstancias sociales que constituyen su entorno. Vemos a muchos que se han despersonalizado, que han abdicado a su libertad personal en aras de construir una forma de sociedad.
No nos debemos de adormecer por acciones del Estado que pretende proveer todas las necesidades de los ciudadanos, el ser libre  debe considerar sus decisiones fundamentales para configurar su estilo de vida. Tiene además derecho a la información adecuada, y no al sometimiento a mecanismos manipuladores.
Ante la enorme potencia de las estructuras  del mercado, la información y comunicación masivas, muchos se ven reducidos al anonimato, perdiendo su condición de seres activos. No debemos encerrarnos en una vida reducida  al trabajo y la familia, debemos ir mas allá, tomar parte activa, ya sea en asociaciones, privadas o públicas, en grupos de amigos, sindicatos,  partidos políticos, clubs deportivos, equipos autónomos, u otros modos que ofrecen la oportunidad de socializar, siendo muy recomendables aquellos que tratan la doctrina de Jesucristo, para lo cual la Iglesia ofrece múltiples oportunidades.
De acuerdo a nuestras aficiones o cualidades,  debemos de participar con sentido cristiano, no siendo indiferentes, pero con conciencia de que se trata de bienes temporales que relacionamos con nuestro bien eterno. Los católicos debemos participar en las actividades honestas de los hombres, llevando en nuestro interior la presencia de Cristo, lo que se reflejará sin duda, aunque nosotros no lo manifestemos.
Entre las aplicaciones propias de la libertad está el terreno de lo opinable, este es un campo en el que debemos heroicamente defender nuestras propias convicciones, respetando las de los demás, en todos los terrenos, ya sean: sociales, políticos, filosóficos, deportivos, económicos, culturales, artísticos e incluso teológicos. Nuestra mentalidad laical, debe ser plural, en uso de su libertad, se mueve en estos terrenos sin necesidad del clericalismo, que trata de inmiscuir a la Iglesia en asuntos políticos y sociales como poder orientador. Nuestro laicismo es consciente de la separación de la Iglesia y el Estado, sin perder de vista que este debe de ser respetuoso de la Ley Moral Natural, que defiende la autorrealización del hombre, confiriéndole dignidad de persona dotada de iniciativa, y dominio de sus actos, puesto que la naturaleza condiciona a la libertad y le indica su ámbito. Esta Ley Moral condiciona al hombre a actuar conforme a su naturaleza racional. Por lo que en casos antinaturales como el aborto, el divorcio, la homosexualidad (no el homosexualismo) el hombre de buena voluntad debe de reaccionar siempre a favor de legislaciones acordes a la Ley Moral Natural. Solamente las mentes obtusas consideran que los puntos de vista que se fundamentan en sabiduría que lleva mas de 2000 años de existencia, entre nosotros, que es la que mas ha influido en la vida de los hombres, y que proviene del Creador, se deberían de considerar obsoletas, y al mismo tiempo caen en las ideologías como la de género, que nacen podridas y por su propia degeneración, caerán tarde o temprano como estopa mojada. Es por ello que los que afortunadamente contamos con las enseñanzas del cristianismo, nos sentimos obligados a influir, opinando permanentemente en la sociedad, lo hacemos libremente y así es como las decisiones humanas  correctas, ayudan a la presente y futura vida: social, cultural, filosófica, artística, e incluso económica. Esto en ocasiones se ejerce a contracorriente, pues no se entiende por todos el pluralismo de la mentalidad laical que se opone al clericalismo y al laicismo secularizador, y que busca el respeto a la justa autonomía de las realidades temporales y a la naturaleza de las leyes puestas por Dios.
Una luz inmensa que añade dignidad, aparte de su aspecto salvífico es la santificación del trabajo, San Josemaría defendió la libertad de los fieles que vincula la vida cristiana con la temporalidad de nuestra existencia,  y enseñó que debemos de ser dueños de una pluralidad de actividades,  y posiciones políticas, mientras no se opongan a la fe católica, y afirmó que no se deben de poner dogmas  en las cosas temporales. La libertad en estos aspectos es total para los fieles de la obra, y se aconseja a todos los hombres de buena voluntad.
El intentar fijar verdades absolutas, va contra la dignidad humana. Todos tenemos puntos de vista propios y desde allí contemplamos , cada quien,  nuestras preferencias culturales,  experiencias peculiares, San Josemaría pone el acento en  lo evidente de las diferencias cognositivas por lo que tratar de que se consideren verdades absolutas viene a ser una falta de consideración para con los demás. El desprecio o desconfianza de los aportes ajenos supondría empobrecimiento intelectual.
Muchas soluciones diferentes pueden ser armonizables y diferentes pareceres pueden  ser soluciones diferentes y buenas. Es bueno recordar que San Josemaría  contempla la libertad en su sentido mas profundo, con la luz del Espíritu Santo, que nos lleva a comprender a la libertad   desde el hecho de que somos libres porque somos hijos de Dios.
Jesucristo en la cruz nos muestra de la manera mas sublime, con plena libertad dos cosas de gran importancia: el amor que tiene a la voluntad del Padre y también por amor, en este caso por toda la humanidad al liberarnos del pecado mediante su Pasión y Muerte, allí en su resurrección nos alcanza la victoria sobre el pecado..
Contemplemos la agonía de nuestro Señor Jesucristo en Getsemaní al grado de sudar sangre,  al libremente aceptar rendidamente el Sacrificio que el Padre reclama para nuestra liberación del pecado. Expontaneamente el altísimo ejercicio de la libertad, al servir a todos los hombres, entregando lo mas valioso que el hombre tiene, su vida, y entregándola en medio de sufrimientos indecibles, así Cristo en ejercicio de su libertad nos ha conquistado nuestra propia libertad. Del Catecismo se extraen algunos conceptos sobre la libertad:
El acto de fe es voluntario, Dios nos vincula por nuestra conciencia, pero no nos coacciona. Jesucristo invitó a la fe y a la conversión.
La fe es indispensable para la salvación y se ejerce voluntariamente.
El ser hechos a imagen y semejanza de Dios y solo lo ejercemos por libre sumisión, Adán y Eva no lo hicieron y abajaron su libertad.
Debemos vivir libremente sometidos a las normas morales.
El hombre que se prefiere a si mismo y no a Dios es el que obedece a la tentación de Satanás.
Al casarse lo hacen libremente, consienten “per se”.
La libertad permite al hombre buscar libremente su propia perfección, fuimos creados libres y dueños de nuestros actos.
La libertad radica en la razón y en la voluntad para obrar o no obrar, hacer o no hacer, así madura el hombre. Se perfecciona cuando se ordena a Dios. Los actos humanos (no del hombre)  implican la posibilidad de elegir entre el bien y el mal.
El hombre a medida que opta por el bien se hace mas libre. Lo contrario es esclavitud del pecado, libertinaje.
La ascesis nos hace mas libres, mas responsables.
Todo acto querido es imputable al actor:
Adán, cuando Dios le pregunta, ¿Dónde estás?
Caín ídem.
David, y Natán, por lo de Urías y Betsabé.
La historia del hombre nos muestra siempre alienación a la libertad, empezando en el paraíso. Les muestras son múltiples actualmente: divorcio, aborto, eutanasia, eugenesia,  todos son abusos de la libertad.
Es un error concebir al hombre como ser libre cuando en uso de su “libertad” pretende gozar de todos los placeres que ofrece la vida terrenal.
La gracia de Dios no se opone a nuestra libertad, por el contrario nos fortalece contra las coacciones del mundo.
De Caminonos podemos plantear:
¿Dios lo quiere?, yo también.
En la sociedad, mala es una intervención demasiado fuerte del Estado, debe ser subsidiario no interferir en sus competencias, sino mirar al Bien Común.
Dios entrega a cada persona funciones para las que es capaz. Esto debe imitarse en la vida social. (parábola de los talentos, en el juicio particular, etc.)
El principio de subsidiaridad se opone al colectivismo, limita la intervención del Estado.
Compiló: Jorge Casas y Sánchez.

viernes, 25 de enero de 2019

FORTALEZA, una de las virtudes cardinales.


FORTALEZA, una de las virtudes cardinales.
Ser fuertes  de ánimo ayuda a sobrellevar las dificultades y superar nuestros límites. Para los cristianos, Cristo es el ejemplo para vivir esta virtud, que abre la puerta a otras muchas.
Séneca de modo gráfico decía a propósito de la fortaleza:  “A través de las dificultades, hasta las estrellas”.( Per aspera ad astra.)
Conseguir lo valioso, para los humanos significa, esfuerzo. Lo que vale cuesta. La experiencia humana nos enseña que  para conseguir lo mejor, solo es con esfuerzo que lo logramos, los obstáculos en nuestras vidas siempre están allí y hay que irlos sorteando, esa es nuestra lucha para alcanzar bienes mas altos,  es por ello que la fortaleza es admirada por los hombres, los pensamientos de los antiguos griegos ya  consideraban a la fortaleza como virtud cardinal. Nos dejan la lección de que el apetito irascible del ser humano le da vigor para buscar el bien por arduo y difícil que sea.
Pero  como en todo,  está el otro lado de la moneda, se constata continuamente en nuestra propia vida aquello que no hemos sido capaces de realizar y que se trataba de tareas que estaban a nuestro alcance, encontramos dentro de nosotros mismos las renuncias que llevamos a cabo frente a algo laborioso, por el esfuerzo que implica, por lo que vemos, en teoría,  que tenemos capacidad para grandes sacrificios a la vez que grandes claudicaciones.
La Revelación Cristiana  ofrece una respuesta llena de sentido a este problema, en numerosas ocasiones la Biblia alaba la fortaleza,  Jesucristo al explicarnos que la puerta es angosta nos da a entender la dificultad de salvarse,  sin esfuerzo, en otra ocasión hablando del Reino de Dios nos aclara que lo alcanzan los que hacen violencia. (violenti repiunt). La Escritura nos aclara también que la fortaleza nos viene de Dios,  el salmo 31,5 dice: porque Tu eres mi fortaleza,  San Pablo esto lo entiende muy bien, al decir: cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. O cuando el Sr. Nos dice “te basta mi gracia”. O cuando nos asegura “sin mi, no podéis hacer nada”. Así es que nos resulta posible seguir a Jesucristo, con esa fortaleza que se nos da prestada, a lo que podemos concluir que la verdadera felicidad la encontramos, auxiliados de este don, en seguir la voluntad de Dios.
La Iglesia desde su inicio ha sentido verdadera veneración por los mártires, quienes han ofrecido su sufrimiento por su plena identificación con Jesucristo, lo que han testimoniado con su sangre. En esta época aún se siguen dando casos de mártires, como ejemplo podemos mencionar a los múltiples casos de misioneros.
Nos recuerda Benedicto XVI  que hay también un martirio de la vida cotidiana de cuyo testimonio el mundo de hoy está especialmente necesitado: el testimonio silencioso y heroico de tantos cristianos que viven el Evangelio sin componendas, cumpliendo su deber y dedicándolo generosamente al servicio de los pobres..
Un ejemplo lo vemos en la Virgen que al pié de la cruz de su hijo, que sin morir nos dejó un ejemplo de fortaleza, pidámosle a ella que interceda por nosotros para que tengamos fortaleza, a los pies de la cruz de Cristo.
La Virgen Dolorosa es testigo fiel del amor de Dios, e ilustra muy bien el acto de del ejercicio de la virtud de la fortaleza, que consiste en resistir lo adverso, lo duro. Resistencia en el bien, porque sin bien no hay felicidad. Este bien se identifica con la contemplación de la Trinidad en el cielo. La Sagrada Escritura en varias ocasiones se refiere a la roca, como sustento de lo fuerte, de lo que resiste.
Son varias las virtudes que se relacionan cercanamente con la fortaleza,  se suele hablar de la constancia, cuando se trata de vencer la tentación de abandonar el esfuerzo,  la paciencia y la constancia que nos ayudan a sufrir en silencio contrariedades, son palabras de Jesús “con vuestra paciencia poseeréis vuestras almas. Otra lección de Nuestro Señor Jesucristo: “quien persevere hasta el fin, ese se salvará”. (Mt.10,22).
San Josemaría, nos dejó esta bella aseveración: “Comenzar es de todos; perseverar, es de santos”. Él que tubo, como característica propia y enseñó ese gran amor al trabajo bien acabado, que  describía como el saber poner las últimas piedras en cada labor realizada.
La fidelidad debe estar sujeta a la duración, esto puede ser coherente en un día, o menos, una semana o un año o toda la vida. Sería falta de coherencia, fijarse una duración de una semana y lograr solo tres o cuatro  días., cuando se trata de la fidelidad a Dios, siempre hablamos de toda la vida. Aunque puede haber objetivos (mandas) de plazos predeterminados., recordemos la parábola de los talentos, del Señor: Muy bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en la alegría de tu señor.”.
Epitafio del rey inglés Jacobo II “Grande en la prosperidad, mayor en la adversidad”. Esto nos expresa armonía entre distintas partes de la virtud de la fortaleza que se relacionan con el acto de resistir el bien, y que nos hablan de magnanimidad y magnificencia, que son: la paciencia y la perseverancia en referencia al acto de atacar, de acometer tanto lo grande como lo pequeño en tanto moderadoras de acciones atrevidas y audaces,  ocupándose la fortaleza del temor,  de la audacia, e imposición  del equilibrio.
San Josemaría nos enseñó al emprender obras virtuosas excelentes y difíciles, dignas de gran honor, en las que apreciamos estas cualidades de magnificencia, en las que los recursos económicos y materiales adecuados a cada proyecto.nos dejó escritos en los que describía la persona magnánima en estos términos: “animo grande, alma amplia en la que caben muchos. Es la fuerza que nos dispone a salir de nosotros mismos, para prepararnos a emprender obras valiosas, en beneficio de todos. No anida la estrechez en el magnánimo; no media la cicatería, ni el cálculo egoísta, ni la trapisonda interesada. El magnánimo dedica sin reservas sus fuerzas a lo que vale la pena; por eso es capaz de entregarse él mismo. No se conforma con dar: se da. Y logra entender entonces la mayor muestra de magnanimidad: darse a Dios”.
Se requiere magnanimidad para emprender cada jornada, la empresa de la propia santificación, el apostolado y testimonio cristiano en medio del mundo con las dificultades que siempre habrá se apoyará en la convicción  de que todo es posible para el cree. En este sentido el cristiano magnánimo no teme proclamar y defender con firmeza y discreción las enseñanzas de la Iglesia.
Aquí caben dos reflecciones: el ser intransigentes con caridad, sin tratar de imponerse, mas bien con paciencia y buscando la mejor oportunidad. Y recordar que debemos de tener --piedad de niños y doctrina de teólogos—considerando que las verdades del Magisterio no se contraponen a la libertad de opinión de los otros, después de todo nosotros si distinguimos las verdades de fe de las simples opiniones humanas.
Dios es grande y nos comunica su grandeza en la intimidad,  pues está presente en nosotros con toda su enormidad inconmensurable, por lo que podemos concluir como lo hizo la Virgen Santísima al decir en el Magnificat “…porque ha hecho en mi cosas grandes”. El esplendor de esta exultación de la Virgen nos enseña: que solo es grande el hombre si Dios es grande.

LA VIDA SIN DIOS, SE REDUCE A UNA SOLA COSA.


LA VIDA SIN DIOS.
Deseo comenzar esta meditación con una frase del Papa Francisco:
“LA VIDA SIN DIOS SE REDUCE A UNA SOLA COSA –TENER-.
Ante esta expresión llena de: sabiduría, contundencia, importancia, significación y que nos hace notar cuan vacíos podemos llegar a estar, con una vida sin el verdadero sentido humano que esta debe tener  y con tan solo a búsqueda de satisfactores materiales que no proporcionan la verdadera felicidad, aunque estemos rodeados de cosas de alto precio, de valor artístico, poseamos poder, influencia, “amigos”, sirvientes, tecnología a nuestro servicio, dinero abundante, etc. Nuestro  vacío interno, espiritual, puede ser fatal, sin proporcionarnos lo mas necesario en materia del espíritu, que es el amor a Dios y a sus criaturas, precisamente por amor a Él, pues si Dios ha creado por amor, como es en realidad, ya que no cabe otra explicación de la razón de crear, manifestándose en ello su amor. Se deduce que un amor sano, bueno, abundante, de la criatura humana por ese Dios Creador de todo, al amarle, por extensión debemos amar a sus criaturas, pues Él las ha creado por amor. Otras actividades del espíritu son de gran importancia, pero si su base de sustento no está en la relación de criatura con su creador pierden importancia, su entidad es terrenal solamente y en cambio se subliman cuando nuestra actividad espiritual es acorde con la voluntad de Dios y su cumplimiento. Este es el tema sobre el que pretendo expresar algunos puntos de meditación.
De nada nos sirve realmente lo externo (en relación a nuestro “fin final” que es la Visión Beatífica, en este caso el “tener”, si carecemos del alimento de nuestra alma espiritual, alimentar el alma es darle vida, tomar en cuenta a su creador y a su destino, el alma y su vida consiente,  es la expresión mas alta de nuestra libertad, libertad de pensamiento, de nuestro libre albedrío.
Vale aquí como ejemplo la anécdota que el Manco de Lepanto narra sobre Sancho Panza, como gobernador de la Ínsula Barataria,  que juzga y condena  al reo a dormir una noche en la cárcel, siendo la respuesta de este: me condena a pasar una noche en la cárcel, pero en cuanto a lo de dormir, dormiré si quiero y si no, no. Buen ejemplo de la libertad de espíritu en un cuerpo privado de libertad.
Las personas humanas, nunca debemos dejar de considerar que somos un compuesto de cuerpo y alma, equivalente a materia y espíritu, , nuestra vida es, bien consideradas las cosas, el cuerpo vivo que somos, pero no solo somos eso y punto, al ser el compuesto mencionado somos espíritu creado para la eternidad, , por lo que lo apropiado es considerar que somos espíritu y cuerpo, esta es la naturaleza de la persona humana, la que se modifica cuando se separan una del otro,  a lo que llamamos muerte terrenal, ya que el cuerpo sigue las leyes de la materia, y el alma  las del espíritu. En otras palabras nuestra muerte terrenal se da al tiempo que nuestra vida espiritual empieza. La resurrección que consistirá en la reunión que se dará, de nuestro cuerpo y alma, lo que  es dogma de fe para nosotros los católicos es asunto que meditaremos extensamente en otra ocasión. Pero aquí podemos concluir que hay preeminencia de nuestra alma espiritual, inmortal, sobre nuestro cuerpo mortal.
El hombre es insaciable por naturaleza, hasta que la posibilidad de sus funcione se lo permite, en la niñez, en la pubertad o en la ancianidad no se pretende lo mismo, o con la misma intensidad , o de la misma manera que en la vida productiva de la juventud, y no me refiero a los placeres superficiales del comer, el beber,  el disfrutar de lo que se nos ofrece de múltiples maneras,  como las actividades, artísticas, políticas, familiares, financieras,  u otros placeres como la sexualidad, la creatividad,  así como otras facetas, la literaria por ejemplo,  las diferentes formas de meditar, orar o realizar obras piadosas, lo que conviene al practicarlas es distinguir como y cuales son las que alimentan nuestra alma, cuales son exclusivas del cuerpo y sus sentidos. Las que son ordenadas y benéficas de las que son lo contrario,  distinguiendo los beneficios o perjuicios de aquellas que  son de uno solo o de ambos ámbitos.
Algunas consideraciones pertinentes son las distinciones entre los actos humanos y los actos del hombre, por la razón moral de los primeros.
Al considerar los alimentos del cuerpo se nos viene a la mente, primero el de tantos seres humanos, que se cuentan por millones y que sufren por falta de alimento, techo, agua potable, salubridad y servicios de salud, educación ropa adecuada, y que no obtienen las ventajas de la tecnología, lo que gravita sobre todos los que no carecemos de ello, como “hipoteca social”. En especial sobre aquellos que nos sobrealimentamos, y que gozamos de muchos aspectos superfluos. Esto afecta la posibilidad de una formación espiritual sobre los pobres, y es caso de conciencia sobre nosotros.
Consideremos como estamos alimentando nuestro propio espíritu, si los actos de caridad que debo de llevar a cabo, los estoy realizando, lo que son opciones maravillosas de llevar a cabo, en lo material y en lo espiritual. Cuando cumplimos, ¡que grata tranquilidad! En especial si lo hemos hecho prescindiendo de algo, a contrapelo, por amor al prójimo, lo que requiere una serie de virtudes humanas a poner en práctica: justicia, bondad, rectitud de intención,  deseo de colaborar al Bien Común, aparte de la virtud teologal, valiosísima, de la caridad. Recordemos la enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo: -lo que hicisteis por ellos, lo hiciste por mi-.
El gran alimento de nuestra alma, lo encontramos en nuestra relación con Dios, es allí al hablar con Él, al meditar, que podemos lograr el desprendernos de algo en favor de los mas necesitados, se trata del “tener” nosotros un poco menos, con tal de que otros, muy necesitados lo obtengan. Es en esta relación con Dios que encontramos mas sentido a nuestra vida, que somos mas humanos, sencillamente porque nos hermanamos a los mas necesitados. Esta es vida coherente con la divina voluntad, VIDA CON DIOS,  que nos identifica mas íntimamente con Él y las criaturas humanas del Señor. Enriquece nuestra vida espiritual, en comunión con Jesucristo.
Obra de caridad sublime es la de enseñar la doctrina cristiana a los demás, dar de nuestro tiempo para formar, para catequizar, a los que lo requieren, es así como cumplimos el mandato evangélico de: …id a todas las naciones…
Jorge Casas y Sánchez.