jueves, 29 de junio de 2023

SER BUEN CRISTIANO

   SER BUEN CRISTIANO.

El buen cristiano, por supuesto que debe de participar en la santa Misa dominical y fiestas de guardar, ésta debe ser el evento más importante y central  de nuestra vida, y por supuesto y de gran importancia es el acercarse a los Sacramentos, en especial la Confesión y la Comunión. Tratamos de vivir en gracia de Dios, y si la perdemos, debemos recuperarla a la mayor brevedad. Se da por supuesto que hemos sido bautizados en su momento y que nos ocupamos con la mayor devoción, celeridad y seriedad al bautismo de nuestros hijos, mientras más pequeñitos mejor.

Pero el buen cristiano va más allá y el objeto de estas líneas es el examen de ello. Primero me gustaría mencionar que hay libros que debemos de conocer con la mayor profundidad por necesidad absoluta, los menciono: el Nuevo Testamento,  que son un conjunto de libros que consisten en los cuatro Evangelios, las epístolas de san Pablo, las Cartas de los Apóstoles con su Tradición correspondiente, y el Apocalipsis de San Juan.

Este último que es la parte postrera de la Revelación Divina, es un libro pleno de simbologías y revelaciones que san Juan Evangelista recibió y escribió, pero es muy difícil de interpretar a título personal. Es necesario auxiliarse de alguien o de textos que lo explican, por lo que no lo consideramos entre los que debemos de conocer íntimamente en primera instancia, como el resto del Nuevo Testamento. (Mucho cuidado al escoger el texto explicativo, hay enemigos de la Iglesia que lo toman para denostar).

Dos libros de mucha importancia siendo de índole diferente son el Antiguo Testamento de la inmortal Biblia y el Catecismo de la Iglesia Católica.

El primero contiene la Revelación Divina que a lo largo de los siglos, Dios nos fue revelando a través de los patriarcas, a los profetas, a los jueces y a los reyes. Mi recomendación es que con un orden adecuado se vaya leyendo el Antiguo testamento de la Biblia, a lo largo del tiempo de que dispongamos, aunque tome meses o incluso años.

Y en cuanto al Catecismo, este es un libro de consulta indispensable con el que tenemos que familiarizarnos a fondo. El mejor consejo es conocer bien el índice y a partir de este hacer las múltiples consultas que todo buen cristiano tiene. No puede faltar en nuestro hogar.

Las grandes virtudes del catolicismo, que han influido al mundo entero por muchísimas generaciones y que por desgracia practicamos poco, los libros mencionados nos las enseñan, y  de ser aplicadas y vividas son la solución a todos los problemas globales, solo quiero referirme muy brevemente a dos en esta ocasión, la ascesis y la mística.

El Catecismo de la I.C. en su numeral 3240 dice: El que quiere permanecer fiel a las promesas de su Bautismo y resistir las tentaciones debe poner los medios para ello: el conocimiento de si, la práctica de una ascesis adaptada a las circunstancias encontradas, la obediencia a los mandamientos divinos, la práctica de las virtudes morales y la fidelidad a la oración.  “la castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos”

Para mejor resistir a las tentaciones nada mejor que ser austeros, tratar por todos los medios de que nuestra personalidad sea austera. Para conocernos, nada más apropiado que la práctica de la sobriedad. San Josemaría nos aconseja: sed almas de oración, esto nos habla precisamente de esa fidelidad. Las virtudes morales, conocidísimas, y muy mencionadas, pero que los distractores de la vida, desde sus filosofías renacentistas, que se mudan del teocentrismo al antropocentrismo, dando menor atención a  estas antiguas y soberbias de: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, no quiero menospreciar, ni mucho menos a las virtudes modernas, son buenas y necesarias,  lo ideal es que las modernas no suplan, sino complementan a aquellas. No cabe la más pequeña duda de que por ejemplo la comunicación en su amplísimo espectro añade nuevos aspectos de la lógica, nuevos principios en los negocios. En materia de justicia legislaciones muy avanzadas, Constituciones de los países y organizaciones globales.

El ser humano sin la guía de Dios, se pierde en su maraña de aspectos sociales, económicos y políticos. Solo con la oración y siendo humildes y sujetos a la voluntad de Dios, que Jesucristo nos viene a ensañar con claridad meridiana, lo que nos introduce a la mística.

La importancia del contacto de nuestra alma con la divinidad, la devoción, el amor, la contemplación, son algunos atributos de la mística, lo primero que debemos tener es una presencia de ánimo normal ente el significado de la palabra y no pensar que solo se trata de casos de santidad elevados que se han dado en grandes personajes que han alcanzado los altares. Místico puede ser y conviene serlo, el católico normal, común y corriente que goza de características como el amor, la devoción, que es contemplativo en medio del mundo, en pocas palabras que se toma a Dios muy en serio, que ha logrado después de cierto tiempo, que varía de persona a persona. En las historias de los santos hay casos en que Dios ha permitido, a modo de ejemplo casos de altísimo misticismo que han alcanzado éxtasis,

La palabra califica en el lenguaje de todos los días a personas, generalmente clérigos que relumbran en su devoción, su vida contemplativa, su amor a Dios y a todo lo sagrado, ejemplares en su vida, se dice de ellos “es muy o, es un místico”. En nuestro caso particular debemos, con el perfil lo más bajo posible y solo entre el Señor y nosotros ofrecerle el cumplir con su voluntad de la manera más completa que nos sea posible, he ahí nuestro misticismo. Pidamos al Señor su ayuda para lograrlo.

Jordi Casas.

martes, 20 de junio de 2023

AMOR DE DIOS

  ENTRADA   135   AMOR DE DIOS.

 

Se afirma y con toda razón que no hay amor mayor a aquel que da su vida por el ser amado, Dios Trino y Uno,  nos da la vida de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad y a su vez esta Segunda Persona la ofrece por amor a nosotros, y no de una manera normal, sino que la ofrece con inimaginables dolores físicos y agonías anímicas,  sin perder su divinidad se hace hombre, y ese hombre está destinado a dar hasta la última gota de su sangre, en dolorosísima pasión, por el amor que nos tiene a cada uno de los seres humanos. Y ¿la razón para esto? pues porque la humanidad entera tenía una deuda pendiente, un perdón que recibir, pues la ofensa de nuestros primeros padres, se midió no por el ofensor, sino por el ofendido, y solo un Dios podía cancelarla. Así se da otro acto perfectísimo de amor; el padre que entrega a su hijo para que se convierta en la víctima DEL MAS VALIOSO SACRIFICIO a que pueda haber lugar, y mediante este que se cancele la deuda,  cumple así la promesa hecha a nuestros primeros padres de que nos enviaría un Salvador.

 

 Pero estos actos de amor que recibimos los humanos van aún mucho más allá de lo imaginable instituye su Iglesia y esta como nuestra guía y maestra con misiones apostólicas incomparables, dedicadas a toda la humanidad, dentro de esta que es el Cuerpo Místico del propio Jesucristo encontramos los siete Sacramentos que nos proporcionan la gracia santificante. Y va  más allá, no se concreta a rescindir la deuda sino que nos proporciona con su Sacrificio  los obsequios más preciados que se pueden efectuar, el Cristo, el Redentor, el hijo de Dios, por instrucciones de su Padre, nos deja una doctrina de salvación, una Iglesia que nos la enseña, y continuará enseñando hasta el fin de los tiempos, nos lucra también la filiación divina, nada se puede comparar en riqueza espiritual que esto último, pues se trata de la voluntad del Padre, la realización del Hijo y la acción del Espíritu Santo.   En especial el Sacramento Eucarístico que nos invita a participar de la Comunión de los Santos. Cuya recepción nos llena de gracia santificante, gracia que salva. Mateo, 26-26. Lucas 22, 14-20. A Jesús lo encontramos al estar dos o más reunidos en su nombre, mateo, 18 – 20, también nos ha dejado dicho que está presente en los pobres,  los enfermos, los presos Mateo 25, 31-46, pero su presencia en la Eucaristía es la más completa.   En su sentido más profundo, nos hace hijos adoptivos de Dios Padre, al unirnos en esa intimidad incomparable con su hijo, por supuesto que median dos aspectos de suma importancia en todo ello, el milagro de la Transubstanciación y el hecho de la recepción eucarística, por los fieles,  en las condiciones de gracia debidas.

No dejemos nunca de agradecer a Dios  trino y uno esta enorme oportunidad salvífica, y con el auxilio perene de la Virgen, nuestra Madre del Cielo, recibámoslo con todo nuestro amor


Jorge Casas y Sánchez

viernes, 16 de junio de 2023

LO QUE TODO CRISTIANO DEBE SABER PARA COMULGAR.

   LO QUE TODO CRISTIANO DEBE SABER PARA COMULGAR.

TRES JUEVES HAY EN EL AÑO QUE RELUMBRAN MAS QUE EL SOL: JUEVES SANTO, CORPUS CHRISTI Y LA ASCENCIÓN, se dice con gran respeto, amor y devoción en la Iglesia Católica, desde hace muchos años. Y hoy es uno de estos jueves, Jueves de Corpus Christi. Día en que se conmemora la Eucaristía. Me he permitido preparar estos renglones.

Empecemos por aclarar lo que es COMULGAR. Se trata de recibir real y verdaderamente a Jesús Sacramentado, o sea a Jesucristo Dios y Hombre verdadero. Al recibir su cuerpo o la Sangre, o Ambas a través de una o las dos especies que eran  pan y vino y  han cambiado su substancia al ser consagradas por el sacerdote en representación de Jesucristo,  en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor. A este acto sagrado se le llama TRANSUBSTANCIACIÓN. Las apariencias de textura, sabor, aroma, imagen, etc. permanecen en las especies, pero no son ya lo mismo. El milagro que Dios realiza con su inconmensurable poder ha convertido lo que era pan en su Santísimo Cuerpo, y lo que era vino en su Preciosísima Sangre y ello se realiza durante el Santo Sacrificio de la Misa, precisamente en el momento de la Consagración Eucarística.

 Lo anterior nos permite entender la enorme importancia del Sacramento Eucarístico por lo que al acercarse a recibir la Santa Comunión durante la Misa, o en otra circunstancia requiere ante todo el estar en ESTADO DE GRACIA. Solo podemos comulgar cumpliendo con este requisito indispensable. Y ¿de qué trata este requisito? Pues de que seamos recinto digno de recibir tan grande gracia, como es el que Jesucristo venga a inhabitar nuestra alma, que su venida que nos visita en nuestra totalidad corpórea y espiritual, pues no somos nosotros los que lo asumimos a Él, al comulgar, sino que Él quien nos abarca en nuestra totalidad, con su presencia.

He mencionado que se trata de un milagro la transubstanciación, y lo es, es más, se trata de un milagro de amor, que al recibirlo adecuadamente nos llena de gracia santificante, la gracia que nos salva y que es don de Dios que por méritos nos otorga. Por lo que depende de nosotros, del trato que le demos, el que permanezca en nosotros, lo que nos sucede es lo que intento explicar a continuación; cuando nos alimentamos materialmente, los alimentos se convierten en parte de nuestro cuerpo, podemos decir que el alimento se transforma en nosotros, pero en la Comunión no es la Eucaristía la que se transforma en nosotros, la gran diferencia es que la Eucaristía nos transforma a nosotros en uno con Cristo, por ello hablo arriba de que nos abarca. En lo que si hay símil es en que nos alimenta espiritualmente nos vigoriza espiritualmente, nos da fuerzas para conservar la gracia santificante, como el alimento material lo hace en nuestros cuerpos.

Comulgar sin estar en gracia de Dios es pecado gravísimo, consideremos que Jesucristo muere en medio de dolorosísima pasión, derrama hasta la última gota de su sangre para redimirnos, es víctima y oferente en ello, y precisamente lo celebramos en la Santa Misa, en conmemoración suya a deseo expresado por Él mismo. En su pasión redentora,  se separan sangre y cuerpo como en el rito de  la Eucaristía, muere en la Santa Cruz, siendo ello su primera Misa, a la que previamente se adelantó en su última Cena con sus apóstoles, instituyendo el Sacramento Eucarístico, y diciéndonos que lo hagamos en conmemoración suya. Por lo tanto al acercarnos a comulgar debemos de asumir lo que en compañía de sus apóstoles realizó. Comemos su Cuerpo y/o bebemos su Sangre, pues Él está real y verdaderamente, vivo, glorioso, resucitado en las especies consagradas.

El estar en gracia de Dios consiste en no tener pecados graves sin confesar y que se nos perdonen en el Sacramento de LA CONFESIÓN, por lo que adquirimos el estado de gracia al confesarnos y este estado se conserva mientras no pequemos  gravemente. Aquí me veo obligado a recordar a aquellos que lo han olvidado o que lo sabían y no lo valoraban adecuadamente o desconocían el caso, consiste en que el no ir a Misa en Domingo o fiesta de guardar es pecado mortal. O sea que si me he perdido la misa dominical, fuera de caso de fuerza mayor o enfermedad, estoy sin gracia de Dios y no debo comulgar hasta haber sido perdonado, pues el comulgar no estando en gracia de Dios es un grave pecado llamado sacrilegio.

San Pablo en Corintios, 11-27, nos dice: ……--“quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor”--, ….solo quien tiene sincera conciencia de no tener pecado mortal sin confesar puede recibir el Cuerpo de Cristo, nos aclara el Concilio de Trento, y lo recuerda el Magisterio.

El amor a Dios, nuestro agradecimiento, y nuestra piedad nos impulsan a comulgar, pero es necesario de toda necesidad el estar en la condición adecuada, en estado de gracia.  De no darse esta ello, es mejor no comulgar.

Jordi Casas.