martes, 10 de abril de 2018


LA ACTITUD DE LOS HOMBRES ANTE DIOS NUESTRO SEÑOR.
Conocer, servir y amar a Dios es la cuestión mas importante de nuestra vida, nada puede superar esto. Nuestra última finalidad, lo que debe de dar sentido a todas nuestras actividades, sean de la naturaleza que sean, deben apuntar al servicio a los demás, y ser acordes a la voluntad divina. Deben de estar marcadas de plenitud y de felicidad, nuestra alma espiritual y nuestra conciencia se colman, en una vida útil, de servicio, allí donde nos ha tocado en suerte vivir, allí donde el destino nos ha llevado,  existencia preñada de la Virtud Teologal de la Esperanza, acorde a la Voluntad Divina. Recordemos la conocidísima máxima de San Agustín, doctor de la Iglesia. “NOS CREASTE SEÑOR PARA TI Y NUESTRO CORAZÓN ESTÁ INQUIETO HASTA QUE DESCANSA EN TI.”

Es verdaderamente sorprendente, si lo recapacitamos bien, que siendo nosotros simples criaturas imperfectas, una motita cada quien en este cosmos, Dios, cuyo poder es infinito, que ha creado cielo y tierra, que tiene la sabiduría absoluta, nos considere, hijos suyos, nos tenga una herencia maravillosa preparada, (--que nos tenemos que ganar--) y que es para la eternidad,  gracias al  perfecto amor que nos tiene, y que debemos seriamente examinar el ¿ como lo estamos correspondiendo ?, ¿ES QUE LA SOBERBIA ME DOMINA, Y NO ME PERMITE TENER LA VIRTUD DE LA HUMILDAD NECESARIA PARA VER ESTA REALIDAD?,  nuestra existencia en medio del mundo debe transcurrir teniendo presente a Nuestro Señor en todas nuestras acciones, debemos de ser muy conscientes de estas y ofrecerlas al Señor, lo que nos lleva a ser mejores personas en el plano sobrenatural, el correr de nuestra existencia se convierte en continuos actos de fe, en vida contemplativa dentro del mundo. Y he aquí que también nos mejora en el plano natural. Las enseñanzas de San Josemaría, en estos aspectos son de una naturaleza cristiana incomparable, pues es la manera de santificarnos dentro del mundo.  Esto aparte de otros méritos inmensos que le debemos a la Santísima Trinidad, el Padre que nos envía a su hijo unigénito, a Dios Hijo, que muere en pasión dolorosísima, que culmina en una agonía redentora para el perdón de nuestros pecados y al Espíritu Santo, que nos ayuda a santificarnos. Esta enorme realidad, San Pablo nos la comunica así : ” EN ÉL VIVIMOS, NOS MOVEMOS Y EXISTIMOS”.
Una de las Bienaventuranzas nos dice: “BIENAVENTURADOS LOS QUE SIN VER CREYERON” . Esto porque Dios ha querido que creamos en Él sin haberle visto, y es gracias al don de la fe que nos otorga gratuitamente, que lo logremos. Dios es la realidad mas impactante que hay, basta ver a nuestro alrededor y todo nos lo muestra, la existencia de todo empezando por la nuestra propia. ¿De donde es posible que provengamos cada uno de nosotros? Y aquí no cabe la simple respuesta que un crío daría: “de nuestros papás”, lo que si bien es verdad, se debe llevar a sus últimas consecuencias, “ de donde vienen ellos y sus padres, etc.”, y de donde proceden todas las demás maravillas de nuestro cosmos y del universo que contemplamos, solo quien está privado de sus facultades mentales puede dudar de su existencia, de su poder creador y mantenedor de todo lo creado. O puede pensar que Dios es una idea imaginaria del hombre, lo que sería locura. Esto confirma mas allá de toda duda lo que San Pablo nos dijo, así como lo que la Bienaventuranza enseña.

En la otra vida es donde conoceremos a Dios de una manera mas amplia, aunque nunca nos será posible conocerle en toda su inmedible grandeza. Será un conocimiento mucho mas amplio en el que ya no nos será necesaria la fe, dada la realidad que nos impacte toda la visión beatífica, y comprobaremos lo que Pablo nos dejó dicho “ ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó a hombre por pensamiento cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman”. Amor que nos saciará, sin saciarnos. Amor de tal perfección que aquí en la tierra no tiene comparación, felicidad, belleza, bondad, toda la maravilla infinita de Dios que se verterá en este jarro de barro que somos, “barro de botijo” nos dejó dicho San Josemaría.
En tanto seres hechos a imagen y semejanza de Dios, por nuestra razón y libertad, podemos aunque de manera imperfecta conocer a Dios, sabemos de sus perfecciones  así como lo que no es. Descubrimos vestigios de sus perfecciones en tanto creador, y gracias a la fe y las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, se nos da a conocer la Divina Revelación que nos enseña que es un solo Dios, trinidad de personas en un sola naturaleza divina, que es Dios vivo,  y verdadero, Señor del cielo y de la tierra, omnipotente, eterno,  inconmensurable, incomprensible, infinito, en su entendimiento y voluntad y en todas sus perfecciones, siendo una sola sustancia espiritual, singular, absolutamente simple e inmutable, afirmado como distinto del mundo, real y verdaderamente felicísimo en si y de si, e inefablemente excelso por encima de todo lo que fuera de Él mismo existe o puede ser concebido. (Conc. Vat. I) y no puede ser lo que sea contrario a cualquiera de sus perfecciones.

Para que podamos entender mejor aún lo anterior vamos a remontarnos al Antiguo Testamento, cuando Dios le comunica a Moisés la respuesta a la pregunta de cual es su nombre, siendo la respuesta divina:  YO SOY EL QUE SOY,   añadiendo que así lo  debía de decir a los hijos de Israel: “EL QUE ES,  me envía a vosotros.  Con estas palabras el Señor nos quiere decir, que su existencia no se debe a acto creacional, como todo lo demás, que su existencia es eterna, que no tiene límites como todas las cosas  creadas, que tienen un principio en la existencia.  Dios es la plenitud del ser, y todos sus atributos también. 
Ahora nos corresponde comentar la enseñanza del Evangelio de San Juan DIOS ES AMOR, lo que nos dicen los teólogos: que no es una cosa, algo, sino que es alguien, con inteligencia y voluntad. El amor de Dios como todas las atribuciones que posee es de perfección absoluta, y esto nos lleva a entender el atributo de “simple” que nos indica que no tiene composición de cosas, no necesita de elementos constitutivos, órganos como los que nosotros requerimos. Él conoce y quiere y como todas sus perfecciones son tan grandes y perfectas que estas se identifican con todas las demás, es infinito, y solo puede haber un infinito, en Dios ser, es conocer, ser es amar, por lo tanto Dios es amor.
Dios es unidad en la variedad, no podemos sino imaginar la actividad, sin pasividad, sino que su vida es infinitamente rica, de máxima serenidad, quietud, felicidad, identificándose con la infinita belleza de allí su suprema armonía que es unidad en la variedad.
En nuestra existencia conocemos cosas bellas, algunas de tales perfecciones que nos dejan admirados, otras por su bondad, nos hacen felices, y podemos encontrar, no solo en la naturaleza, sino en creaciones humanas, cuestiones maravillosas. Pues bien todas esas perfecciones humanas y naturales no vienen a ser sino un pálido reflejo de las perfecciones divinas.
Entre las cosas reveladas por Dios al hombre y aquellas que el hombre con su inteligencia encuentra en Dios, conocemos algunas cosas sobre Él, pero lo que nos es imposible es la comprensión de la indescriptible riqueza de su intimidad, es un mundo sobrenatural que se nos abre por Divina Revelación que nos devela que en Dios hay Tres Personas : Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas en una sola naturaleza divina, un único Dios, a modo que cada persona tiene una atribución diferente, , sin ser parte de Dios, sino que cada persona es Dios, sin ser tres dioses, sino uno solo. Esta revelación nos la hace Jesucristo, que es la segunda persona de la Trinidad, no nos la trata de explicar, simplemente nos lo informa, pues su comprensión está tan lejos de la capacidad de razón de los humanos, que no tiene caso entrar en explicaciones.
San Juan Pablo II, nos dejó una bella  forma de expresarlo, diciéndonos:  “nuestro Dios en su misterio mas íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en si mismo, la paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor en la familia divina es el Espíritu Santo” (Homilia, 28-I-79).
Sin pretender explicar la unidad y la distinción de las Tres Personas divinas, se puede exponer el misterio del siguiente modo, acorde nuevamente a las enseñanzas de los teólogos:  el Hijo es la imagen perfecta de Dios Padre; el conocimiento que el Padre tiene de Si mismo, es tan perfecto que constituye una Persona distinta del Padre (no como en el hombre, en el que el conocimiento de si mismo no constituye otra persona, solo una idea). El amor entre el Padre y el Hijo es también tan perfecto que constituye  una persona distinta de ambos: el Espíritu Santo. Sin embargo, el hijo, aunque procede del Padre, no es inferior a Él, ni ha sido creado, sino que es eterno como el Padre.
Basándonos en la premisa de que no se puede amar, sino lo que nos conocido, pues es imposible amar algo que no se conoce. Y por ser Dios lo mas amable que puede haber, por los atributos que antes ya se mencionaron, surge como lo mas importante el que debemos de conocer lo mas que podamos de Dios, para mejor amarle. Mientras mas le conozcamos, le tratemos, mas le querremos. Por lo que la primera actitud del hombre ante Dios debe ser la de buscarle, para mejor conocerle.
La primera condición necesaria en la búsqueda de Dios es la humildad, el comprender la enormidad de la diferencia que hay entre nosotros, simples criaturas, y el todopoderoso, Eterno, Creador de todo. Lo podremos conocer en tanto nuestra capacidad personal de razonar y aceptar el don gratuito de la fe, que Él mismo nos otorga. La postura crítica, de soberbia intelectual,  en su necedad nos ciega. Dios al habernos creado a su imagen y semejanza nos permite intuirle, mas es necesario buscarle y tratarle para mejor conocerle y así amarle.
En el proceso del conocimiento de Dios, nos empezamos a dar cuenta de lo poco que sabemos de su grandeza  esta, nos desborda el darnos cuenta de ello es el principio del conocimiento que podemos adquirir de Dios. Pero es con humildad y solo con ella que lo podemos lograr, y la consecuencia de ello nos lleva a la ADORACIÓN, que es ese reconocimiento de su grandeza y de la aceptación de la diferencia abismal que se da, entre la infinita grandeza de Dios y nuestra pequeñez individual. Consentir en esto nos pone en la senda de entender la relación criatura / Creador,  la grandeza inconmensurable del Creador y nuestra condición humana.  Este es el fundamento de la actitud de los hombres ante Dios.

Desde que tomamos el catecismo de pequeños , sabemos que nuestro sino en esta vida es el de amar y servir a Dios.. Esta es precisamente la actitud que debemos de tener, no es el interés por el conocimiento, o la curiosidad intelectual la que nos debe de mover en primer término, sino la vital actitud de amarle y servirle, así es que le damos Gloria. En nuestras oraciones y demás actos de fe siempre repetimos: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…. La Santa Iglesia nos induce a repetir muchas veces esta enorme jaculatoria.

El hombre gana en dignidad cuando adora a Dios,  nada es mas digno para nosotros que ello.  Aquí se recomienda con la mayor insistencia profundizar en Rom 1,21-25, donde San Pablo  nos presenta lo catastrófico que es para los hombres el no glorificarle, ni agradecerle.

Cuando el Señor nos llame a la otra vida , si por la Gracia de Dios somos salvos, podremos gozar de la Visión Beatífica, y el débil conocimiento de Él, que logremos en esta vida,  al conocerle en su belleza y bondad, será mucho mayor, muy por encima del que en esta vida hayamos logrado. Que motivación mas grande puede haber en nuestra existencia terrenal que la de ver a Nuestro Señor  Jesucristo cara a cara.
Jorge Casas y Sánchez.