lunes, 22 de noviembre de 2010

LEY EVANGÉLICA (PLENITUD DEL DECÁLOGO).

La ley evangélica, llamada también la Nueva Ley, ésta que pertenece a la Nueva Alianza, que nuestro Señor Jesucristo realiza con los hombres, no quita fuerza a los mandamientos, por el contrario la aumenta al darnos el nuevo mandamiento, el del amor entre nosotros los seres humanos. Esta ley introduce en la vida de los hombres conceptos inéditos, para aquella época en especial, en que tantos odios existían entre nosotros. La Nueva Alianza con su ley evangélica nos lleva a una mayor plenitud de vida. Jesús revierte el concepto de prójimo, ya no solo es el mas próximo ahora lo es cualquier persona que nos necesita, incluido nuestro enemigo, al que debemos amar también. Nos relaciona este nuevo mandamiento con todo aquel que nos reclama desde su necesidad.

El propio Jesucristo cuando habla con el jóven rico le dice "SIQUIERES ENTRAR EN LA VIDA, GUARDA LOS MANDAMIENTOS", estos nos relacionan intimamente con la eterna salvación.

El Reino de Dios, que predica Jesucristo trae un nuevo órden, donde la BONDAD está por encima de la justicia, todo buen cristiano debe de considerar esto muy seriamente, tenemos infinidad de ejemplos en la vida cristiana, y de alguna manera nos debemos de solidarizar con ellos en nuestras oraciones y aportaciones que ayudan a los que han caido en desgracia. Siempre, desde sus primeros momentos la Iglesia de Jesucristo esto lo ha tenido entre sus mas preciadas acciones.

Quien acepta las mociones del Espíritu Santo es movido por el deseo de servir a los demás y fundamenta las acciones que lleva a cabo, en esa libre decisión que nos permite elegir por amor, y poner en práctica, así la Ley Nueva, ley del amor

Las Bienaventuranzas nos muestran la interioridad de Jesucristo, su divino amor por nosotros y nos invitan a imitarle, no se dieron como normas, pero claramente se nos señalan en su realización como práctica del cumplimiento de la voluntad de Dios. Debemos ver en ello una apertura a la plenitud de la vida espiritual y de la moral cristiana.

Dios quiere que nos santifiquemos en nuestra vida ordinaria, y lo debemos de procurar aceptando el Reino de Dios, el que nos señala el compartir bienes con los menesterosos, rogar por los males del mundo en especial buscando la interseción de La Santísima Virgen, sin violencia y con deseos de perdón, de vivir procurando el bién común y haciéndolo con la mayor rectitud en las intenciones.

Y aquí deberíamos de hacer una reflexión sobre quienes son los menesterosos, y los pobres, aquellos con los que debemos compartir y nos encontramos con los que sufren tristeza, enfermedad, pobreza espiritual no solo la ecnómica, los que ignoran la doctrina de Cristo, a los que encontramos dentro de nuestra Igesia, no solo fuera de ella.

Dios tendrá por hijos predilectos suyos a los que trabajen por la paz, el bien y la felicidad de los demás.

Jorge Casas y Sánchez.

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