martes, 29 de noviembre de 2022

FELICIDAD Y LIBERTAD

   FELICIDAD Y LIBERTAD  .

El hombre tiene necesidad de contar con un, llamémosle hilo conductor, o idea de lo que como persona es, así es como la vida NO nos resulta un absurdo. Si esta idea consiste en pasarla bien o sea buscar solo la felicidad terrena, el tener cosas y situaciones que producen contento, bienestar, distracción, lo que pretendemos es el hedonismo, que podemos calificar como la búsqueda del placer por el placer, generalmente de plazo corto, pero en seguida, de inmediato, ya. Son los jóvenes que aún no tienen suficiente experiencia de vida los que pueden caer en los engaños, de lo que se anuncia para vender múltiples artículos y servicios. Una de las características del hedonismo es que quienes lo persiguen se encuentran que no pueden saciar sus pretensiones, siempre hay algo más tecnificado, más cómodo, más rápido, más a la moda, más algo, y la vida al no tener más que algo que no satisface por completo, resulta finalmente un absurdo. Por el contrario quien ha puesto como finalidad de su vida, el ingrediente espiritual, aparte de las finalidades terrenas, y este ingrediente es la salvación de su alma tiene a esta vida, lejos de que le resulte un absurdo, algo digno de ser vivida, algo útil que a su término le proporcionará la felicidad perfectísima y eterna de la visión beatífica. Y por lo tanto se vive plena de sentido y de la verdadera felicidad.

Los padres de familia que han tenido la suerte de haber recibido una buena educación cristiana, encuentran gran felicidad al comprobar que sus hijos tienen la fe de sus abuelos, pues ellos han sido el ingrediente intermedio. Mientras podemos comprobar que personas inteligentes están ciegos a la fe, y esto es parte de lo que ha motivado la espantosa realidad de nuestro tiempo, que ha progresado en lo tecnológico, en lo económico, pero no en lo integral del ser humano, pues se han venido perdiendo los valore tradicionales cristianos.

El materialismo que vive quien no practica, tiene,  o conoce los valores tradicionales lo que tiene  es en realidad un vacío que se rellena con mitos sobre el obtener la felicidad, suponen que en su “libertad” les permite esa búsqueda, ignorando que la felicidad no se puede comprar, que es algo interno, íntimo, que no viene de fuera, que se tiene dentro de sí. Por el contrario aquel que vive los valores tiene siempre la seguridad de que le llevarán a la trascendencia a la otra Vida. Esta clase vida les parece a los materialistas como algo aburrido, no libre, siendo la verdad que por el contrario es una vida rica en finalidades que se relacionen con el más alto de los fines, el fin final consistente en  nuestra salvación. El vivir practicando por convencimiento propio una vida con la finalidad mencionada, es vivir libremente en búsqueda y práctica de la verdadera felicidad, es el tener señorío sobre las cosas, sin pretender que nos dominen pues al despreciar lo superfluo ello nos proporciona felicidad, la satisfacción que el buen cristiano siente.  Lo importante en el caso de quien valora la vida terrenal como camino hacia la santidad, y es que esta búsqueda le da savia a su existencia, le proporciona una valía, un temple que la colma de plenitud, y lo hace en uso de su libertad, es vida rica, valiosa, que al perseguir sus ideales y fines intermedios, se enfoca al fin último, y valiosísimo, por encima de todo.

Y ¿Qué viene a ser esta manera de llevar a cabo nuestra existencia?  Sino amor a Dios, y a los demás, en el que vivimos con mayor o menor intensidad las tres Virtudes Teologales, la Fe que está en la base de nuestro actuar, por eso se explica solo, la Esperanza radica en el enorme premio que Dios nos tiene reservado y que queremos obtener,  y la Caridad, como antes dije, por el amor a Dios y a sus criaturas, que nos lo da todo, incluyendo la vida de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, cuya pasión redentora, vida, doctrina, ejemplo, enseñanzas nos ha heredado, los multi-mencionados valores tradicionales de verdad, amor, justicia, paz y los que se les relacionan, como la institución familiar, la educación integral, el servicio y amor a nuestros prójimos, y un largo etcétera.

Esta actitud ante la vida nos proporciona una felicidad auténtica que libremente realizamos ante las diferentes situaciones personales que nos toca sufrir o gozar, parece un contra-sentido el que en la enfermedad y los sufrimientos se conserve la felicidad, aquí lo que conviene es establecer que se puede sufrir sin perder la felicidad, no es necesario tener una excelente salud para ser feliz y si se puede ser un infeliz carente de valores con buena salud. El buen cristiano en las penurias no pierde la felicidad, y ello inclusive le proporciona más elementos para mejorar que el infeliz, porque en medio de las dichas penurias por diferentes causas, enfermedad,  pobreza, injusticia,  se viven los valores. En las situaciones adversas los que conserven sus valores viviéndolos incluso más intensamente, al perfeccionar así su existencia, con necesidades en ocasiones insatisfechas por necesidad invencible, agradan más a Dios, que en la perfección de su justicia los tomará en cuenta en su momento.

El mundo actual, y esto es una generalidad para solo un porcentaje de su población ha cometido y ello va creciendo por desgracia, errores gravísimos que se relacionan con la infructuosa búsqueda de la que consideran su felicidad,  que encontramos:  en el permisivismo, en el consumismo, en el divorcio, en el aborto, en el suicidio asistido de los mayores o casos de minusvalía, en el reconocimiento religioso y legal del homosexualismo, considerados en muchos casos como soluciones que proporcionan felicidad, aquí dejo las dudas a cada quien. La Real academia define a la felicidad como: estado de grata satisfacción espiritual y física.

El estado físico, si bien no quita la felicidad cuando no es grato, cuando se está enfermo o incapacitado, tenemos que considerar que hay casos en que queda impedida por la propia enfermedad o los dolores insoportables, la actividad espiritual, al que está muriendo de hambre y su estado es de tal magnitud que le impide incluso el razonar, es difícil que logre un estado de espiritualidad normal, ya no digamos profundo. En los casos de enfermedades que causan  dolor la Iglesia no solo permite sino recomienda los paliativos del dolor, en bien de la persona sufriente y de sus cercanos, lo que reporta mucha mejor actividad espiritual.

Hay otras situaciones que aumentan nuestra felicidad, un caso puede ser el de las personas que culminan el logro de un objetivo que les ha costado mucho el obtenerlo, es grato a la auto-estima, en especial si conlleva la espiritualidad, por ello es que en multitud de ocasiones se ha dicho y se dice y dirá, porque es una gran verdad que las personas más felices son las que se han entregado por completo a Dios libremente en el servicio, en la oración por los demás, como es el caso de monjes, monjas, sacerdotes y de  laicos como la Prelatura del Opus Dei, aquí quisiera resaltar que en medio del mundo, y fuera del mundo esa perfectísima felicidad de la entrega al servicio de la Iglesia,  en sus diferentes roles que es ponerse a las más altas expectativas que nuestra libertad nos otorga en el apostolado, que es lo más agradable a Dios. Él así lo espera pues nos creó a imagen y semejanza suya, dándonos un alma espiritual y eterna y quiere que todos los  hombres se salven, haciendo uso de su libertad. Algunos teólogos insisten en que ello nos hace corredentores con Jesucristo.

Pidamos a María Santísima, corredentora, que nos apoye como hijos queridísimos que somos de ella, para que nuestra entrega sea mejor día a día.

JCS.

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