jueves, 28 de abril de 2022

LA EDUCACIÓN EN LA INTIMIDAD

 

 LA EDUCACIÓN DE LA INTIMIDAD.

Cada persona va siempre descubriéndose a sí misma, conforme discurre su existencia, de manera tal que  este proceso no termina nunca, la razón es que así como toda cosa material tiende a envejecer, el espíritu humano, en tanto tal, va asumiendo en forma constante su propia y cambiante realidad, no envejece mientras haya capacidad mental, en caso el de darse ésta, el proceso se  detiene e incluso cae en el olvido por falta de memoria, por ejemplo en algunos casos de  ancianidad avanzada.

Pensando en la educación de la intimidad de nuestros hijos y desde su muy temprana edad, debemos de ocuparnos de educarlos en su propia, irrepetible y personal intimidad y dado que el ejemplo es el factor más importante en la educación de los hijos,  al asumir nuestra propia realidad hacemos uso de la capacidad de iniciativa, buscamos y nos abrimos a lo que consideramos valioso, evolucionamos, nos acercamos más a los aspectos de nuestra religiosidad, y valoramos más, si es posible, nuestras responsabilidades y autonomía.

Por supuesto que todo ello no puede dejar de presentar dificultades propias de la corta edad escolar, esto a lo que llamamos INTIMIDAD. De allí que sea tan importante conservar la comunicación con los hijos incluso en la difícil edad de la pubertad. Resaltan por tanto dos aspectos uno divino y otro humano, el divino consiste en las mociones que todo ser humano recibe del Espíritu Santo, a las cuales puede asumir en su gran importancia, o en su libre albedrío rechazar, el aspecto humano consiste en hacer ver a nuestros hijos la enorme importancia de aceptar estas mociones divinas y asumirlas en nuestra intimidad. Paralelamente a esto que sigue siendo aspecto divino, debemos de buscar intimar humanamente con nuestros hijos, lo que se traduce en confianza en el trato, en intimidad paterno y materno-filial.

Con los años, y la madurez propia del ser humano, pero en plena juventud y la ampliación de los ámbitos del adulto, las cosas van encontrando situaciones más complicadas y difíciles de asimilar en la intimidad personal, por lo que recurrimos a analizar las soluciones que otras  personas ya han experimentado, lo que nos puede orientar, y recurrimos a nuestras propias fuerzas al tiempo que tratamos de dar solución a nuestras debilidades. Buscamos lo que con gran sapiencia se nos señala como la búsqueda del sentido de nuestras vidas, lo que nos lleva a encontrar, dado el tiempo necesario y “si tenemos suficiente buen criterio”, lo que podríamos llamar la misión de nuestra vida.

Logrado lo anterior el hombre tiende a buscar sus trascendencias, una la de esta vida y la otra la que corresponde a LA OTRA VIDA. En esta etapa de la existencia lo ideal es tener trazados los muchos y muy variados  “objetivos intermedios” cuyas variables no solo son muchísimas, sino que nos son desconocidas, con nuestra libertad las iremos sorteando y acumularemos múltiples conocimientos, propios y de otros, a lo que llamamos experiencia. Esta es necesaria para el ejercicio libre de nuestras acciones a forma de ir obteniendo aquello que en lo material nos es preciso y conveniente, y en el caso de la formación civil, lo que nos constituye como ciudadanos.

Lo más probable es que lo que nos ha ido sucediendo a lo largo de la existencia logre que nos encontremos en dos ámbitos íntimos diferentes, el familiar y el profesional, cada uno con sus aspectos diferentes. Aquí el que nos interesa es el de nuestra familia, ya que en tanto padres nos veremos ante implicaciones que conllevan consecuencias y que tendremos que ayudar a resolver a cada miembro, sin hacer uso de arbitrariedad, autoritarismo o simple poder. Nuestro sino es el ser tan justos como podamos, que nuestra autoridad sea firme pero moral, y el empleo del poder sea para el bien de cada individuo y el bienestar familiar, así como la adecuada formación integral que asume la de su intimidad.

Toda buena pedagogía ha enseñado siempre que la mejor manera de educar es con el ejemplo, El más grande pedagogo de la humanidad es y será por siempre Jesucristo, y su ejemplo de vida es una de su más grande enseñanza. Él tuvo gran intimidad con sus apóstoles, son muchas las narraciones evangélicas que nos lo muestran.  “Del mismo modo”, dentro del entorno familiar el ejemplo de los padres es lo más básico, pues los ojos y el corazón de sus hijos siempre estarán puestos en ellos. Si los padres no cuentan con la autoridad moral necesaria, ¿Cómo podrán enseñar a su hijos  a tener buen criterio y objetivos valiosos? Al pretender educar la  intimidad y libertad, el conjunto de los valores tradicionales, ellos deben de corroborar que nosotros sus padres los vivimos en uso de nuestra propia libertad.

Si no lográramos la debida intimidad conyugal en el hogar, difícilmente seremos buenos ejemplos, pues esta es pauta de otras relaciones necesarias en la vida familiar, la conjugación se perfecciona si lo que damos como ejemplo a nuestros hijos es un modelo de respeto en la libertad individual,  un compromiso de calidad en las relaciones  que son garantía de enseñanza ejemplar, al ser  sana, sin perder el sentido del humor, y la alegría de la convivencia.

Pidamos a María santísima que nos auxilie en: que el amor nunca falte entre todos los miembros de la familia, el saber escuchar a los otros, el expresar las cuestiones delicadas con calma paciencia y claridad, el sugerir lo conveniente, el corregir, para que reine la intimidad familiar en nuestro hogar, que respetemos esos espacios de intimidad que toda persona se reserva para sí, tal como nosotros deseamos que se respeten los nuestros.

Jorge Casas y Sánchez.

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