miércoles, 5 de enero de 2022

LAS RESPONSABILIDADES PERSONALES, LAS VIRTUDES TEOLOGALES Y LA PAZ.

 

 LAS RESPONSABILIDADES PERSONALES, LAS VIRTUDES TEOLOGALES Y LA PAZ.

Es indudable que todos los que gozamos de algo superfluo, tenemos una responsabilidad moral con ciertas personas. Veámoslo así: una vez obtenidas las condiciones básicas de casa, vestido, sustento, salud, y educación, habiendo sido cubiertas estas cinco condiciones y contando además con otras como gastos de  entretenimiento, el gozar de vacaciones, usar ropa casual o formal según el caso, contar con equipo de transporte propio, tener objetos decorativos en la casa, ayuda pagada en el hogar (servicio), algunos seguros, alguna membresía a club o similar, y si después de ello, aún hay capacidad de gasto o de ahorro, estamos obligados moralmente acordes al humanitarismo y su principio de subsidiaridad, a colaborar con alguno de los conglomerados o personas singulares que no gozan de las cinco condiciones básicas, o sea que están en condición de pobreza, mientras nosotros tenemos cosas superfluas. Dice un sabio refrán  que no se tiene derecho a lo superfluo, mientras alguien carezca de lo necesario. Siendo, es obvio, que no se pueden remediar las carencias de todos, pero si hay un grado en el que nos podemos situar de manera personal para colaborar de acuerdo al dictado de nuestra conciencia. Es responsabilidad moral el llevarlo a cabo, es muestra de caridad cristiana, es obligación en tanto responsabilidad personal. Es muy común encontrar personas que dicen: “esa es responsabilidad del gobierno” y llevan razón, pero muchas veces por razones diferentes, los gobiernos no lo cumplen en su totalidad, especialmente en países tercermundistas.

Al buscar la respuesta adecuada a esto, debemos ocuparnos en primer lugar a nuestro entorno, y después en aquellos lugares en que tienen lugar desastres naturales, y para ello existen instancias que están en todos los sitios donde es necesario prestar ayuda inminente, una de estas organizaciones que es muy recomendable por la claridad del manejo del efectivo, y de los productos medicinales, de asistencia de agua potable, alimentos, etc. en donde los intermediarios a veces deshonestos no existen, es CARITAS. Esta institución ya está allí donde un desastre sucede, CÁRITAS  está en casi todos los países del mundo, tiene su sede en Roma,  es la mano de la Iglesia que ayuda a los más pobres, los vulnerables, los excluidos, de todas las razas, creencias, recibiendo ayuda económica en buen porcentaje de los gobiernos de muchos países, y de los particulares mayoritariamente, para aplicarlo en donde las necesidades humanas son más urgentes. El trabajo principal de CARITAS se puede definir como: el trabajo con amor,  compasión y profesionalidad para responder a las emergencias, promover el desarrollo de los más pobres y a la búsqueda de un mundo más equitativo y justo. (se debe obtener uno de sus números de cuenta bancaria para depositar. En todas las diócesis hay un encargado de ello.

Estamos hablando de amor al prójimo, el mandamiento nuevo que Jesucristo, en la última cena propone a sus apóstoles y por lo tanto a todos los hombres, y no deja de ser para los católicos  una responsabilidad, es la respuesta a la pregunta: ¿Cómo puedo yo colaborar en las soluciones que necesitan personas que viven o han caído en desgracia?, que son  “familia humana”  hermanos, prójimos nuestros. Es ejercicio, praxis, operatividad de la virtud del amor, virtud teologal que llamamos Caridad. San Pablo en la primera carta a los corintios nos enseña en el Capítulo 13, cuestiones muy importantes sobre el amor, este capítulo, que es muy conveniente leer y comprender su contenido, nos ayudará a vivir mejor la caridad es la oportunidad que nos ayuda a evitar el consumismo. Es el negarnos a nosotros o los nuestros de algo superfluo, es el hacer en su lugar obra benéfica, que ayudará a alguien. Debemos de distinguir tres maneras de colaborar económicamente como es debido, una es la limosna que damos a los pordioseros que no han tenido más remedio que hacer del pedir limosna, su “profesión”,  de ello viven, son pequeñas cantidades  que damos para su subsistencia menesterosa, otra es la ayuda económica que damos en diversas instancias de nuestra Iglesia, por ejemplo: Centros donde recibimos la atención espiritual , casas de apostolado y en los templos cuando pasan a recoger nuestra colaboración en la Santa Misa. Hay otras ocasiones en que nos piden ayuda para los seminarios o necesidades varias. Siempre es conveniente consultar nuestra conciencia y donar acorde a nuestra situación económica.

Otras responsabilidades donde la caridad tiene un papel importante es en el caso de “enseñar al que no  sabe”,  “visitar a los enfermos” que son obras de misericordia, y consisten en donar parte de nosotros mismos, con tiempo, compañía, consuelo, ánimo, conocimientos catequéticos, que en muchísimas ocasiones son agradecidas por los que las reciben. (tarea que por la pandemia, se ha tornado muy delicada, cuando no inconveniente).

La paz a la que me voy a referir es la “Paz Espiritual” no es la paz de la soledad del desierto, o la del páramo deshabitado, o del campo desolado, es la paz de Jesucristo, que nos debe acompañar incluso en los lugares más agitados y ruidosos que nuestra existencia nos depare. Es a la paz de nuestra alma, la que da sentido y llena nuestra vida., nuevamente san Pablo nos enseña (Filipenses 4, 7,)   “…la paz de Dios, que es mucho mayor de lo que se puede imaginar les guardará su corazón y sus pensamientos en Cristo Jesús…” esta paz nos viene de la fe y la esperanza, y estas a su vez proceden de nuestra entrega a Dios, que es nuestra caridad hacia la Trinidad Santísima. Vemos a las tres Virtudes Teologales en ello.

Aquí es nuestro esfuerzo el punto importante, la entrega lo implica, sin  este no lo sería, como sucede con la meditación, hay que esforzarse en alcanzar la mayor altura posible de comunicación con Dios. Así la paz hay que buscarla, está en la esperanza, el amor y  la fe. Quien las vive, tiene  su alma en paz. El vivir las tres Virtudes Teologales, en la mayor perfección posible, es vivir la verdadera paz espiritual de Nuestro Señor Jesucristo. (Juan 14, 26-27) “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”. Es así como podemos encontrar el sentido armónico en nuestra vida, pidamos a nuestra Madre del Cielo, la Santísima Virgen, que nos auxilie en obtener la paz espiritual de su hijo.

JCS.

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