lunes, 25 de octubre de 2021

LOS ASPECTOS DE LA CONTAMINACIÓN SON SIEMPRE MATERIA DE EXÁMEN Y RECUERDO.

 

La ausencia de regulación adecuada de los acuerdos internacionales y locales tomados,  el respeto a la aguas denominadas comunes globales, y el creciente aumento de los residuos, son los desafíos principales. Lo que hace necesaria una  autoridad política mundial. Así como la creación de        instituciones con capacidad de sancionar. Vemos por tanto la creciente importancia a la diplomacia que pueda anticiparse a los problemas, y a dar soluciones. Para dar mejores soluciones a la producción alimenticia marina, que es factor de paz. Otro factor preocupante es el inmediatismo político, que mira mas el corto plazo electoral que el largo plazo que  no ayuda en las elecciones. Ha sido demostrado que el hombre es mas fecundo cuando genera procesos, que cuando solo pretende lograr espacios de poder.

Las cooperativas aunque en muchas ocasiones no han podido mostrar su eficacia, si son administradas con honradez y con aciertos presentan grandes soluciones en casos como la producción de energía renovable, las granjas piscícolas, las pesquerías, etc. que después de su abastecimiento propio, tienen ventas de excedentes, en ocasiones muy por encima de su consumo local. Los gobiernos deben establecer regulaciones, pero además asistir con la infraestructura necesaria, y la financiación apropiada. Los problemas no faltan, por lo que las soluciones no deben faltar tampoco. En materia agroindustrial hay que favorecer las rotaciones de cultivos, con su indispensable rotación mercantil, la mejoría de los sistemas de riego, la producción de alimentos para los animales, y muchos otros aspectos de gran importancia. Aquí resalta la necesidad de que los ciudadanos controlen el poder político y no al revés como suele suceder.

La corrupción se da al esconder el verdadero impacto ambiental de los proyectos, lo que lleva a  acuerdos espurios que impiden el debatir debidamente. Lo propio es que cada proyecto esté libre de presiones políticas o económicas para que tenga verdadera transparencia, que deba estar armónicamente conectado con los peligros para la salud, previendo los escenarios posibles y en su caso los aumentos de inversión, y sin olvidar la participación de los habitantes locales de los diferentes lugares de los impactos a resolver. No se pueden dejar de examinar los riesgos inherentes, ni las acciones de seguimiento. Las discusiones científicas deben ser sinceras, no ocultar nada, tampoco simplemente ateniéndose, a  que haya prohibiciones o esté permitido por las legislaciones. Estas se pueden cambiar. En las discusiones no pueden faltar aspectos como: el impacto visual al paisaje, los peligros para la flora y fauna del lugar, en especial las especies protegidas, el vertido  de emisiones o residuos, pérdida de valores culturales, o emisiones de ruido. Hay que preguntarse si los beneficios a corto y largo plazo son de beneficio integral, no podemos olvidar que el criterio de la rentabilidad, no es el único a ser tomado en cuenta y muy necesario es dar  prioridad al recurso importantísimo y primordial del agua. La Iglesia no pretende tener soluciones científicas sobre los problemas y las soluciones ecológicas, pero si insiste en que se dé el debate transparente, honesto, que no sean las ideologías o los intereses particulares o nacionales los que se traten de imponer, sino las verdaderas soluciones que aportan al B.C.

La tendencia al examen del costo-beneficio, que en especial los inversionistas siempre tienen en mente, en materia ecológica no debe de tener la misma validez, lo verdaderamente importante es el factor de beneficio a la vida humana, tanto los mecanismos del mercado como el paradigma tecnocrático, no son en el caso de la ecología, lo que son en otros aspectos de la economía política, aquí se trata de la degradación y la regeneración de los ecosistemas, teniendo en mente el tiempo actual pero sin olvidar a las generaciones futuras, a las que debemos de heredar no un basurero, sino una limpia casa común. Somos los humanos los que causamos la degradación al hacer dinero, y somos esos mismos humanos los que tenemos la responsabilidad de regenerar lo que hemos degradado.

 En cuantas lastimosas ocasiones se ha pensado en la explotación de la biodiversidad, sin tener en cuenta a los pobres, no faltan las ocasiones en las que se acusa a los ambientalistas de querer detener el progreso y el desarrollo humano al defender los ecosistemas, lo que es, no solo una acusación sin bases válidas, sino que olvida que el cuidar los malos impactos ambientales, conlleva oportunidades diferentes, que orienta hacia la creatividad que se dará en el corto y mediano plazo, contrariamente a la ambición de los beneficios económicos de  inmediato plazo. Decía Benedicto XVI que: «es necesario que las sociedades tecnológicamente avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las condiciones de su uso».

Ha habido voracidad irresponsable durante décadas, lo que es innegable, siendo lo necesario redefinir lo que significa “progreso” y no es lo que hemos estado haciendo, el verdadero progreso es el que proporciona a los hombres una mejor calidad de vida. Y la contaminación hace lo contrario. Una redefinición de la economía es también necesaria, si se tala en demasía  un bosque se incrementan las utilidades, pero de desertifica, y le dejamos la tarea a las próximas generaciones, o sea que son los -¡¡ futuros seres humanos los que pagan las “utilidades” de hoy !!-. Los costos económicos y sociales deben ser sufragados por los que causan la contaminación, con transparencia y honestidad. Otro aspecto que no podemos olvidar es el principio de subsidiaridad, que es responsabilidad que deben ejercer los mas poderosos, con los que lo son mucho menos, países o personas, en cualquier nivel.

Tenemos procesos que pertenecen a la acción política y si esta no realiza lo pertinente. Se conforman lacras que son una vergüenza humana, podemos mencionar algunas: criminalidad organizada, trata de personas, narcotráfico, violencia, etc. si la política no es capaz de romper esta lógica perversa, se cae en una pobreza humana intolerable, siendo peor aún los casos en que los propios gobiernos se asocien a la delincuencia, lo que ya cae en el terreno de lo imperdonable. Esto generalmente es el resultante de organizaciones privadas tan solo interesadas en el lucro y no en el progreso del B.C. y políticos interesados en la reelección partidaria.

Es insostenible el que tan solo las ciencias empíricas sean capaces de ofrecer todas las soluciones, es de necesidad absoluta que se recurra a la sabiduría milenaria de la Iglesia, que nos enseña nuevos horizontes, principios éticos, soluciones diferentes y de aplicación muy conveniente. Lo que la brújula de la  milenaria sabiduría referida nos señala es: la importancia del amor al prójimo, la bondad con los menos favorecidos, la justicia para los que carecen de poder económico, que no por ser pobres carecen de su acervo espiritual, y al no controlar la ecología siempre son los primeros y mas perjudicados. Poner a la naturaleza en su lugar y no en de víctima. Estas y otras razones son las que nos llevan a tener en cuenta lo que podemos considerar una “Ecología Espiritual”. Destaca la importancia que esto conlleva en los diálogos ecologistas.

El siguiente párrafo está copiado tal cual del original.

203. “Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecno-económico. Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano «acepta los objetos y las formas de vida, tal como le son impuestos por la planificación y por los productos fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado»[144]. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero. En esta confusión, la humanidad posmoderna no encontró una nueva comprensión de sí misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive con angustia. Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines”.

Como se puede deducir del párrafo anterior esta situación crea en los seres humanos sensaciones de inestabilidad y de inseguridad, en unos y en otros un vacío de su corazón el cual se llena con el consumismo, y el hedonismo, que sienta la necesidad de obtener cosas que consumir, gozar, descartar, acumular, en fin que fomenta el materialismo, al tiempo que olvida los aspectos culturales, artísticos, y espirituales. La tecnología toma su lugar, al tiempo que olvida los desastres naturales que muchos de los productos que consume son contaminantes en su producción y/o desecho. Al tiempo que crea una obsesión consumista que alienta la criminalidad. De allí que es necesario un cambio en el estilo de vida en el que o hemos caído o estamos cayendo. A el comprar no lo podemos ver tan solo como un acto económico, lo tenemos que ver como un acto moral. Esto nos ayuda a comprender como cada persona en su propio y particular estilo de vida, está contribuyendo o atacando a la contaminación.

Compiló JCS.

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