martes, 30 de agosto de 2011

CATEQUESIS DE LA REVELACIÓN NEOTESTAMENTARIA (I)

CATEQUESIS DE LA REVELACIÓN NEOTESTAMENTARIA, (I)
La Revelación de Dios se realiza mediante la Palabra hecha carne (Verbo Encarnado).
 Mediante el cual promueve la comunicación con el hombre  lucrándole, enseñándole, señalando el camino de  la salvación. Y como siempre para que esta sea admitida por la persona humana es necesario que haya aunque sea incipiente un poco de fe.
A mayor fe , mayor provecho de las enseñanzas de esta Revelación, notará el catequista, cuya labor es precisamente la de acrecentar la fe de aquellos que reciben su catequesis, es el testigo de que se cumpla con el diálogo con Dios.
La gran necesidad de la fe se da porque Dios ha querido revelarse en su pobreza en su humildad y a través de los humildes, así fueron los apóstoles, pobre fué también Pablo, en la historia de estos hombres y muchos mas, así como el la tradición ejercida por las mujeres piadosas con su descendencia es donde encontramos la Revelación Neotestamentaria, el primer ejemplo lo vemos en la pobreza de la Sagrada Familia, en especial al momento del nacimiento de Jesús, es al parecer el mejor caldo de cultivo para las verdades que Dios nos ha querido revelar, siendo estas al ser admitidas por la fe el camino humano de la salvación.
Jesucristo no se limitó con los humanos, había entre sus amistades muy queridas también hombres con recursos económicos notables, así vemos a José de Arimatea, a Zaqueo, el mismo Mateo Evangelista era persona acomodada económicamente, pero contaban con el don de la fe. Don con el quien todos contamos pero debemos aceptarlo primero, después nuestra fe debidamente cuidada, alimentada crecerá.
Los contemporáneos de Cristo, los que le escucharon y siguieron, o al menos creyeron en Él, tenían fe, nosotros los que a mas de dos mil años le conocemos necesitamos imprescindiblemente de la fe, y esta se adquiere mediante la catequesis, si aquella que recibimos de críos pequeños, pero como adultos la seguimos necesitando, la catequesis nos es imprescindible para seguir creciendo en la fe. Esto es lo que la constituye en obligación seria para todo católico. Obligación que tiene dos aspectos uno el de recibirla y otro el de otorgarla a los demás, cierto no todos somos catequistas en el sentido amplio del término, pero si todos tenemos la obligación de comunicar de transmitir de alguna manera la fe a los demás.
Esta obligación es radical en su importancia en el caso de la prole, y lo es también en toda ocasión que se nos presente, pues es en la historia de cada quién, que se da el diálogo con Dios, y es hablando con Él que se crece en la fe, por tanto es un diálogo que tenemos que propiciar y experimentar en nosotros mismos, dialogar con Dios debe ser parte de la historia de cada uno de nosotros y de aquellos en que la podamos fomentar, es esta comunicación sobrenatural la que solidifica, acrecienta la fe en los seres humanos.
Y es por supuesto la fe la que nos permite acatar lo revelado, esto lo podemos poner en la siguiente expresión: no solo nos es necesario creer en Dios, sino que además le debemos creer a Dios. Y Dios nos ha revelado lo que es su voluntad, y lo ha hecho de la manera mas fina, mas adecuada, mas maravillosa que es posible, a través de la Doctrina de Jesucristo, que está el  nuevo testamento y que podemos interpretar sin equivocaciones a través del Magisterio de la  Iglesia.
Es conveniente que este en tránsito a través de la Revelación de Jesucristo, consideremos: lo que Él en varias ocasiones nos comunicó, en el sentido de que decía aquello que Dios Padre le indicó que nos revelara y enseñara. Que obtengamos la más profunda convicción de las verdades de fe, que estas creencias sean nuestra más profunda experiencia, esta es una condición indispensable para  compartirla a los otros.
 Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará a oascuras, sino que tendrá la luz de la vida.
 Mientras es de día, debemos realizar las obras del que me envió; cuando llegue la noche, nadie podrá trabajar. Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo. Jn 8,12;  9,4-5
Jorge Casas              



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