viernes, 2 de enero de 2015

SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN


REVELACIÓN DIVINA.

Ya hemos comentado en otras ocasiones que lo que la doctrina evangélica de Jesucristo y su tradición nos enseñan es  la REVELACIÓN DIVINA,  es   aquello que Dios ha querido que los hombres sepamos de ÉL, también se nos enseña que  termina con el Apocalipsis de San Juan Apostol. Sobre esto hay dos aspectos que hoy es muy conveniente, examinar, el primero es que en el Santo Evangelio el propio Jesucristo nos dice: “el Espíritu Santo os guiará hasta la verdad completa, para conocer  lo  que hasta ahora de ningún modo podríais soportar” y el segundo aspecto es lo que el teólogo  Cardenal José Ratzinger dice en la obra: “Dios y el Mundo”,  Página 31,  en el que su afirmación es de que hay un super-habit , un exceso de la Revelación que aún no hemos llegado a conocer. Esto sin duda y me refiero a ambos aspectos, toda proporción guardada, representa un reto que cada generación humana tiene que ir solventando con una mayor profundidad en el conocimiento de la Revelación.  Sin duda que, pensar que todo lo  que  Dios nos ha querido revelar  ya es conocido absolutamente, sería una postura arrogante impropia de todo buen cristiano.  Así lo que queda  claro es que no se podrá nunca dejar de insistir, de profundizar en los significados y mensajes contenidos y aún desconocidos  de la Divina Revelación en especial tomando en cuenta los signos de los tiempos. Que fortuna inmensa que nuestra Iglesia cuente con un MAGISTERIO que lleva la mayor parte de esta suave  carga, y que el Espíritu Santo guía y cuida.

El Catecismo de la Iglesia Católica claramente expone en su número 891, que el Papa, en tanto cabeza del Colegio Episcopal goza de infalibilidad, por lo tanto aquello que propone por medio de su Magisterio Supremo, se debe de tomar como revelado por Jesucristo, y ser creído a lo que nos asiste la fe.

¿Cuál es la respuesta del hombre a la Revelación? Objetivamente enorme, basta que la historia de la Iglesia nos lo muestra, como no iba a ser así si es el Espíritu Santo quien la ilumina.Y a título personal comienza con la primera palabra del Credo “CREO”.  Desde la catequesis que de párvulos recibimos y en la Liturgia de la Misa dominical lo repetimos, es la más íntima palabra que resuena en nuestra interioridad, es la parte de la fe, Don de Dios,  que gracias al Espíritu Santo constituye nuestra más bella convicción, es la respuesta al Dios Padre, que nos revela en Jesucristo con el mas refulgente resplandor  que somos capaces de experimentar en nuestro fuero interno, maravilla de la acción trinitaria. Y objetivamente cuando nos reunimos en nombre del Señor, especialmente en las Santas Misas dominicales y festivas, profesando todos la misma fe.  Es así que damos sentido a nuestra vida y se nos permite asumir que Dios es el principio y fin de todas las cosas. Así es, que estamos, en la más cercana realidad de la Revelación, experimentando teocéntricamente nuestra existencia como criaturas hechas a imagen y semejanza de ese Dios que se nos da a sí mismo en el Sacramento Eucarístico, permitiéndonos: morar en Él en esta vida terrenal, y como signo de que habitaremos con Él en la Vida trascendente.

De Dios solo nos podemos expresar con  el  lenguaje  humano, conviene tomar en cuenta,  la enseñanza de la Anáfora de la Liturgia de San Juan Crisóstomo, “Dios trasciende toda criatura. Es preciso pues purificar sin cesar nuestro lenguaje de todo lo que tiene de limitado, de expresión por medio de imágenes, de conceptos  imperfectos,  para no confundir al Dios inefable, incomprensible, invisible, inalcanzable”.    Y Santo Tomás nos enseña:      “Nosotros no podemos captar de Dios lo que  Él  es, sino solamente lo que no es  y cómo los otros seres se sitúan con relación a  Él”.  Podemos,  si,  nombrar a Dios a través de las perfecciones que observamos en sus criaturas o sus obras, de sus perfecciones y semejanzas. De cualquier modo lo que podemos concluir,  es que,  por naturaleza el hombre siempre en toda la historia de la humanidad  busca a la divinidad que sabe que por fuerza debe de existir,  y se vincula de alguna manera a esta, esto ha sido argumento negativo de los enemigos de la cristiandad, pero para los creyentes es la lógica respuesta de Dios a los hombres  a través de su Revelación, al no dejar que ese vínculo que buscamos los humanos por naturaleza quedara abandonado.  Mas bien nos apuntamos a lo que San Agustín nos dice en sus Confesiones: “ Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, no habrá ya para mi penas ni pruebas, y mi vida, toda llena de ti, será plena”.

La Divina Revelación, y solo esta,  nos permite saber que somos hechos a imagen y semejanza de  Dios, de que otra manera se podrían explicar la potencias del alma: razón y voluntad, además de la libertad de que gozamos los humanos, esto es lo que nos permite conocer al Dios personal, al que nos dirigimos hablándole de  tu, al Dios que nos ama y lo demuestra a lo largo de toda la historia de la humanidad, que nos otorga su misericordia, que en acción trinitaria nos manda a su hijo, hecho hombre para lavar nuestras culpas, desde la inicial de Adán hasta las nuestras y las nuestra de todos los que han pasado a la otra vida, los que estamos vivos y los que aún no han nacido, así los católicos nos dirigimos en oración a Dios agradecidos y llenos de esperanza en la vida eterna de felicidad en la Visión Divina.  

Sin la Revelación el ser humano tendría un concepto muy incompleto de Dios, basta que imaginemos a Sócrates o a Aristóteles pidiendo al “primer motor”  que les tomase en cuenta para tal o cual cuestión, o a las idolatrías propias de las civilizaciones. No es infinitamente mejor lo que San Juan Damasceno predica al dejarnos dicho: “LA ORACIÓN ES LA ELEVACIÓN DEL ALMA A DIOS O LA PETICIÓN DE BIENES CONVENIENTES”, solo que conviene recordar que hablamos de los bienes que nos son convenientes desde la óptica divina, que no siempre coincide con la humana.

Dios opta por revelársenos, y para que ello nos favorezca,  nos otorga la Fe, es sabido que sin esta base no le podríamos conocer, su Revelación es paulatina, a partir de Abram, y llega a su esplendor con la predicación de su Hijo hecho hombre,  quien nos revela las grandes verdades no solo de la existencia de Dios trino y uno,  la que primero constata su divinidad de Padre, para proseguir con la divinidad de su Hijo hecho hombre, Dios y Hombre verdaderos, vendrá después en etapa siguiente la revelación plena de la Tercera Persona,  el Espíritu Santo, posteriormente  nos revelará  las verdades de nuestra propia existencia, de esta vida y de la Vida Eterna, pero no solo nos deja su maravillosa Revelación sino que nos la comprueba con su Resurrección, que es la mas absoluta confirmación de todo lo que nos enseña, y que consiste en que conozcamos las más grandes cualidades del ser humano como son la mencionada: Imagen de Dios que es el hombre, así como nuestra filiación divina y nuestro destino trascendente. Con su RESURECCION después de muerto quedan justificadas todas sus enseñanzas, su Iglesia, su DIVINA AUTORIDAD,  y las verdades absolutas.

Al comenzar la Revelación con Abraham, proseguir con el pueblo judío y tener su climax en Nuestro Señor Jesucristo,  observamos la acción conjunta de Dios y el hombre en el Antiguo testamento, a través del Espíritu Divino, y de los hombres escogidos para recibirla y trasmitirla a los hombres, las manifestaciones y las Teofanías se van sucediendo, en el Nuevo Testamento es el nuevo Hombre Dios, nuestro Señor Jesucristo quien nos va revelando a través de su vida  aquella parte, la  más importante, la cumbre de la Revelación, que Dios Padre le pide que realice, por tanto aquello que Dios nos revela desde Abram,  el primero  y después a través de los Patriarcas, Profetas, Jueces y Reyes del pueblo escogido hasta --San Juan Bautista, el último profeta, quien anuncia la presencia del Cordero de Dios que quita Pecados del Mundo—todos ellos son  los escogidos por El Espíritu Santo para ser el elemento humano  de la Revelación del Antiguo Testamento son los responsables de la preparación a la venida de Jesucristo, es por tanto imperioso que en las revelaciones del Antiguo Testamento veamos lo que el Espíritu de Dios nos va diciendo del SALVADOR PROMETIDO que DIOS desde el Paraíso nos ofreció,  Nuestro Señor prometió al Salvador, a Adán y Eva y a nosotros su descendientes, y ese es precisamente el papel de la Revelación preparar al pueblo escogido para recibir las manifestaciones que llevará a cabo el propio Jesucristo,  cumbre de la Revelación.

 

Demos gracias a Dios por su Divina Revelación y pidamos a la Santísima Virgen que nos ayude a conocerla mejor y acudir al Magisterio de la Iglesia.

 

Jorge Casas y Sánchez.

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