EL TENER ÉXITO EN LA VIDA NOS CALIFICA COMO:
SER UN TRIUNFADOR O
TRIUNFADORA.
El término anterior es
el que la sociedad da a ciertas personas en sus
entornos: familiar, profesional, deportivo, y social. A los cuales
podemos añadir calificativos como: carismático(a), valioso(a), exitoso(a) Pero,
¿que tratan de expresar realmente?, yo diría que se trata de personas que han
realizado esfuerzos, en los que han expresado operativamente sus capacidades, y
han demostrado resultados aparente o realmente buenos en lo exterior, lo
visible, lo medible humanamente, y que han logrado una comunicación y un trato
de calidad con los demás. Pueden agregarse a esto características personales
como la simpatía personal, la apariencia física, el buen gusto, las maneras
elegantes, la forma de vestir y el arreglo personal, el tono de voz amable, la
mirada franca, y una disposición fácil, simpática, en el trato con las otras personas. Y algo en
estos casos de mucha importancia, es la habilidad para hacer dinero, y hacerlo,
ser rico y saber gastar hábilmente lo que gana, haciendo de esta situación
económica favorable, buen uso del dinero en el mantenimiento de una vida
familiar, social y profesional adecuadas a las circunstancias de cada caso. Lo
más destacado es: tener prestigio, una casa habitación en lugar preferente y
elegante, los hijos atendiendo a escuela
de prestigio, en el caso de los hombres, tener a la señora de la casa
con ayuda suficiente en su hogar, automóviles modernos, muy buena ropa, ella, asidua
al salón de belleza, y otras instancias que le cuidan piel, cabello, uñas, cejas
pestañas etc. va la Spa, al Gym, al café con las amigas y de compras muy
seguido, pues ella y los hijos deben de estar a la moda, siempre. Y en el caso
de los hombres, algo parecido, club de
tenis, golf, ecuestre, o yatecito, etc..
Las personas, hombres o mujeres que lo logran son considerados
de acuerdo con los términos del inicio de este papel. Sin embargo esto es relativo porque él o la
triunfadora, digamos en una pequeña población de un país en vías de desarrollo
no es lo mismo que serlo en una ciudad grande de un país desarrollado
económicamente. Esta comparación puede parecerse a la de la hormiga con el
elefante, toda proporción guardada. No es lo mismo ser el dueño de un próspero
negocio en un entorno provinciano, que participar como inversionista importante
en un grupo de industrias, negocios globales de servicios e inversiones de tecnología
moderna desempeñarse en oficinas enormes en edificios rascacielos en Dubái y
Nueva York, de los que incluso se puede ser parcialmente dueño. Ambos son triunfadores(as)
pero, acordes a los diferentes entornos de los que hay que guardar las
proporciones .
Veamos el fuero interno de la persona triunfador(a) al que
estamos haciendo referencia. Una forma de examinarlo sería examinar cuáles son
sus amores. ¿Ama a su cónyuge o ama su apariencia, su imagen ante los demás?,
¿quiere a sus hijos o solo los consiente y busca su éxito personal presente y futuro?, y en relación a los demás, realmente
quisiera que lo que realiza sea de beneficio para el Bien Común o lo que más le
interesa en su propio “éxito” personal. Es agradecido y reconoce a todos
aquellos que han intervenido en su carrera de éxitos.
Pero veamos al menos dos puntos de vista diferentes al de la sociedad:
UNO; El buen Aristóteles nos dejó dicho, “somos lo que
hacemos repetidamente, la excelencia no es
un acto, es un hábito.
Aquí cabe considerar que se trata de un consejo riquísimo,
propio de la inteligencia grandiosa del filósofo, podemos ver al ser humano que
conscientemente realiza, de forma permanente y no esporádica, los actos que lo
conforman, los cuales o son buenos y conducen a la excelencia o malos y
conducen a la perdición del buen prestigio. Pero en el caso de algunos de los
“triunfadores” pueden existir muchos factores que nada tienen que ver con el
esfuerzo diario, lícito, conveniente, productivo, eficaz, que lleva al ser
humano a la excelencia. No se debe confundir por tanto el ser una persona “triunfadora”
con ser una persona excelente, aunque la sociedad no la considere con
adjetivos. Hay muchísimas personas con esa excelencia, silenciosa, no aparente,
íntima, que salva al mundo de la maldad, que guía por buenos senderos a sus
familiares. Termino el punto con la aseveración del Estagirita: respecto a la
excelencia, nos dejó dicho que no basta saber lo que es sino que es preciso
esforzarse en poseerla.
DOS; El buen cristiano, busca el Bien Común y en ello su
salvación y la de otros. Aquí es conveniente que recordemos que Dios no nos juzgará por los
éxitos
obtenidos, y sí por los esfuerzos lícitos, sean o no fructíferos en
general, realizados para obtener frutos culturales, morales o económicos, los
propios y los de nuestros más cercanos y por supuesto por los éxitos de carácter
espiritual que busquemos, para los demás, como para nosotros.
Aquí he considerado hacer mención de dos aspectos de gran
importancia que mencionaré en orden cronológico. El primero es la grandiosa
enseñanza de San Josemaría sobre la santificación de la vida ordinaria, en el
trabajo profesional, en la vida familiar, en lo social, etc. y la segunda, las ventajas
espirituales de quienes se santifican, santifican a los demás y santifican su
propia actividad, por supuesto de manera continua, esforzada, logrará el
triunfo mayor al que la persona humana puede y debe aspirar, el
trascender a la otra vida, a su salvación eterna. El segundo aspecto es el de
la enseñanza de la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA, GAUDETE ET EXULTATE, que nos invita
entre muchas otras enseñanzas a obtener la santidad accesible a todas las
personas, refiriéndose a la Iglesia militante, o sea a todos los bautizados
vivos, con uso de razón. La santidad nos dice el Papa Francisco, es vivir en unión
con Cristo, siendo nuestra misión de ayuda a los demás, conviviendo con los
otros, sin rechazar el trabajo, ni el servicio dentro de la sociedad.
Visto bien no hay nada
que dé más felicidad, que sea más fecundo para el fuero interno, del ser humano
que el darse a sí mismo, que el vivir sirviendo a los demás, es mucho más enriquecedor
que dar “cosas”, no es que sea ello algo
malo, llevado a cabo con el orden adecuado y enseñando al dar, el buen uso, el
más más conveniente, de dar a las “cosas”. Si se actúa conscientemente, o sea
consultando nuestra conciencia, encontraremos allí los debidos razonamientos
que el Espíritu Santo nos comunica.
Jorge Casas y Sánchez.
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