VIRTUD TEOLOGAL DE LA ESPERANZA.
Podemos comenzar por las
definiciones de lo que vamos a tratar, a
la virtud en general la consideramos como la actitud existencial
que forma parte de nuestra estructura mental en cuanto a su aplicación a
nuestras formas de: actuar, juzgar, de apreciar la belleza, bondad, justicia,
etc. delante de nuestra vida ética y
moral y consideramos sus opuestos, a los que calificamos de vicios. Los
clásicos, con toda razón mencionan cuatro VIRTUDES CAPITALES HUMANAS, prudencia,
justicia, fortaleza y templanza, siendo estas las virtudes
necesarísimas para ser personas que al vivirlas en su praxis nos convierten en
personas de buena voluntad, y las adquirimos al ser educados y auto-educados.
En cuanto a LAS VIRTUDES
TEOLOGALES, al referirnos a ellas no podemos sino considerar que son infusas, en
el Sacramento del Bautismo, nos son infundidas por Dios, que Él, además las da a los hombres como dones que
podemos admitir y vivirlas prácticamente, o rechazarlas, y privarnos de su
extraordinario valor existencial. Son: la Fe, la Esperanza y la Caridad. Forman
parte de nuestra conciencia. Toda estructura mental humana sin distinción de
época, lugar, raza, cultura, se da en la conciencia de los hombres que las
admiten, y así gozan de sus incomparables beneficios. Esto nos lo demuestra la
historia, al contemplar al hombre en busca de una o varias divinidades, es fe. El
respeto a sus muertos, sus diversas maneras de entierros, y respeto de sus
tumbas, En algunas culturas como la egipcia con espectaculares muestras. Nos muestran
que había una esperanza, y al llevarlo a cabo, sin duda lo hacían por caridad,
amor a sus difuntos. Además a los católicos la infusión bautismal de estas nos
refuerzan de una manera muy abundante, al proceder del Sacramento. La Revelación
Cristiana, s la que les dará el rango de teologales.
Vistas estas seis virtudes,
podemos dar la definición clásica de virtud:” HÁBITO OPERATIVO BUENO”. Por lo que es de esperarse que sean hábitos
que se repiten en multitud de ocasiones,
y son parte de nuestras más íntimas convicciones. Las virtudes son muchísimas,
sería fuera de lugar tratar de hacer aquí un listado, pero si me permito
mencionar algunas más, como ejemplos, tanto de virtudes morales como
simplemente humanas, el criterio personal sabrá cuales pertenecen a cada una de
estas dos clasificaciones. Desde luego hay varias maneras de clasificarlas
adicionalmente, las virtudes son estas: generosidad, mansedumbre, bonhomía,
paciencia, humildad, sabiduría, perdón, gratitud, perseverancia, respeto,
higiene, educación, constancia, y un largo etc.
LA ESPERANZA, en tanto Teologal, (porque hay
una esperanza humana) que es de la que trataremos hoy, consiste en la plena certeza que tenemos de
que recibiremos los bienes prometidos, por Jesucristo al ser nuestra actitud la
de católicos obedientes a la voluntad divina, lo que nos proporciona la expectativa de la salvación
eterna al actuar con la libertad que
nos proporciona la omnipotencia divina, su bondad y el auxilio de su gracia.
Pues contamos con la certeza de que Dios siempre cumple sus promesas, y
su justicia es de una perfección
absoluta.
Esta
virtud teologal de la Esperanza es consoladora en el dolor, en los casos en que
los sufrimientos necesitan que se nos
proporcione la paz en nuestro corazón, es lucha en contra de la idea de que el
cielo de la vida eterna es algo muy lejano, veamos algunos ejemplos de cómo se
ha vivido la Esperanza: Moisés se mantuvo y a ayudó a su pueblo, durante 40
años de peregrinación por el desierto, esperó poder controlar la fragilidad de muchos
y en años por venir. En nosotros actúa esta virtud ante nuestros grandes
problemas. Sin ella ¿cómo podríamos aguantar las situaciones verdaderamente
difíciles?
Mucho nos preocupamos por la Fe y
la Caridad, a la Esperanza la tenemos un poco olvidada y es la que nos mantiene
alerta ante las vicisitudes de la vida, con ella vencemos el miedo a la
condenación y sabemos que las promesas de Dios siempre se cumplen. Abraham vivió
de la esperanza en múltiples formas su esperanza reforzó su Fe y su Caridad,
sus muestras de la invencible y grandiosa Esperanza en Dios, la vemos en
multitud de casos y actitudes, baste recordar el sacrificio de su propio hijo,
que estaba decidido a realizar, solo una enorme Esperanza en Dios, motivaba sus
acciones. Y así lo llevó toda su larga vida.
Jesucristo es maestro en Esperanza,
ejemplos como el de su agonía de
Getsemaní, toda su vida de entrega a la voluntad del Padre, la formación de los
Apóstoles, fundación de su Iglesia, la intensidad de su predicación, la
institución de los Sacramentos, todos son hechos que se fundaban en la
salvación de muchos, la Esperanza Divina
en Él, fue su motivación, además a sabiendas de que los hombres practicamos
esa virtud.
La Virgen y su Esperanza vivida
es una muestra incomparable de vida de esperanza en Dios, tantos
acontecimientos en los que su vida transcurrió, que nos pueden dar lugar a
meditaciones sobre ello. Y José su castísimo esposo, el hombre de las soluciones,
nos es también ejemplo de Esperanza al igual que innumerables casos como los
que nos han dejado san Pedro y san Pablo.
La Esperanza nos da felicidad,
tranquiliza nuestra alma cuando nos entregamos al Señor, con amor, con
sencillez. Es sin duda parte de su
misericordia, aliento que recibimos para servir a su Iglesia, como esta quiere
ser servida. Iglesia que es la nuestra
también y somos de ella.
Sin Fe no puede haber
Esperanza y el ejercicio de esta es
parte de nuestra Caridad, he allí la unión de las tres inseparables virtudes
teologales. Cuya base es la Fe operativa, siendo la Caridad y la Esperanza
operativas también. San Josemaría, nos anima con su santa visión a echar mano
de la Esperanza a la hora de las tentaciones, los obstáculos, etc. (Camino 12 –
139 y muchos puntos mas.
Para terminar hoy veamos lo que se
nos dice de acuerdo al: CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA “La Esperanza es la virtud teologal, por la
que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra,
poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en
nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo”.
Pidamos a Jesucristo y a la
Santísima Virgen que nos auxilien para vivir cristianamente, la entrega que la
vocación nos exige, que nos ha sido dada y nos sigue incrementando Dios Padre, esta virtud teologal. (JCS.)
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