EUCARISTÍA Y COMUNION DE
LOS FIELES.
Adjunto
encontrarán un breve resumen que nos ayudará a que nuestra participación en la
SANTA MISA sea de más valor espiritual,
al conocer mejor lo que sucede en el altar y entender los diferentes momentos
litúrgicos, el cómo se realiza la grandeza de la EUCARISTÍA y algunos aspectos
de la COMUNIÓN DE LOS FIELES. Recordando antes que nada que estaremos, cada vez
que participemos en la celebración de la sana Misa, en el Sacrificio que Jesucristo
ofrece a Dios Padre como gran intercesor nuestro, que
nadie, ni la humanidad entera, actual, pasada y futura, hubiese sido suficiente
para obtener la reparación de la ofensa de nuestros primeros padres, solo un Hombre
Dios es el que lo puede lograr, pues tal ofensa no se mide por el ofensor, sino
por el ofendido, y así sucedió, Jesús se ofrece en el Sacrificio de su santísima
persona para lograrlo. En esta época una de las preocupaciones más serias que
nos han comunicado los papas: San Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco I, es
la pérdida del sentido del pecado, lo que es muy grave, espero que estas letras
sirvan para que meditemos en la gravedad de ello, y pongamos el remedio a
nuestros pecados.
A través de
conocer mejor lo que es el sacrificio de la SANTA MISA. Para que nuestra
COMUNION PERSONAL nos sea provechosa.
Recordemos en primer término que NO
DEBEMOS COMULGAR si no están confesados nuestros pecados graves, por ejemplo
como el de no asistir a la SANTA MISA COMPLETA LOS DOMINGOS y fiestas de
guardar, EN OTRAS PALABRAS SI NO ESTAMOS EN ESTADO DE GRACA. Si por desgracia
hemos caído en el PECADO MORTAL (grave) de no haber asistido a la Santa Misa
completa en domingo o fiesta de guardar, hemos de confesar con el sacerdote, no
basta un acto de arrepentimiento,
debemos confesarlo antes de acercarnos a comulgar nuevamente, debe
mediar la Confesión Sacramental, y la absolución, tal y como lo manda la Santa
Iglesia.
ES PECADO
SACRÍLEGO el acercarse a la comunión si nuestra alma no está en GRACIA DE DIOS
y esto solo se logra con el SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN bien hecha y el PERDÓN
que recibimos de DIOS, a través del Sacerdote, en el sacramento llamado también
del PERDÓN.
Es conveniente que
recordemos que durante la Santa Misa, en la Liturgia Eucarística, Nuestro Señor
obra la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, lo que recibimos al comulgar es el Cuerpo,
de Jesucristo con toda su divinidad, su humanidad, incluida su alma humana, y
ello porque su perfecto amor por nosotros, ha querido estar de ese modo
presente entre nosotros, uniéndonos por virtud de su divina presencia a todos
los que comulgamos en todo el orbe. Es de necesidad que estemos limpios, purificados por el
Sacramento del Perdón para recibirle como Él merece.
Y en lo sucesivo
si se quiere seguir comulgando, se deberá estar en estado de gracia, y si este
se perdiera por ejemplo, por cometer un acto contra alguno de los Diez
Mandamientos de la Ley de Dios, o de la Iglesia, como el no cumplir con el
precepto de asistir a la misa completa en domingo, o el de cometer un acto en
contra de la pureza, es absolutamente necesario confesar, tener propósito de
enmienda y arrepentimiento por no haber cumplido con la voluntad divina.
Vemos en el Catecismo de la Iglesia Católica núm. 1415
TEXTO DEL CATECISMO NUM. 1415.
“El que quiere recibir a Cristo en la Comunión eucarística debe
hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente
no debe acercarse a la Eucaristía sin haber recibido previamente la absolución en el sacramento de
la Penitencia”.
Por desgracia son múltiples las ocasiones en que estamos mal
informados en este aspecto, al leer estas letras quedamos informados y es de
grave obligación tomarlas en cuenta. El pecado sacrílego es muy grave, solo
pensemos con lógica, si el santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, con su
divinidad, su humanidad, su alma humana va a visitarnos, a alimentarnos con su
presencia trinitaria, a colmarnos, a abarcar nuestro ser con su presencia,
¡cómo debe de encontrar ese recinto, que somos nosotros!. Verdad que incluso la
lógica nos indica que debe de estar en las condiciones apropiadas, y no sucio por
nuestros pecados no perdonados.
Previo a la recepción de la
Santa comunión, a la que debemos
acercarnos con devoción, concentrados en la maravilla de que se trata, en ese
momento de la Consagración de la Santa
Misa, en que el Sacerdote consagrado que oficia, al decir las palabras y
realizar los movimientos que el propio Jesucristo realizó en su última cena con
sus apóstoles, tiene lugar el MILAGRO DE LA TRANSUBSTANCIACIÓN, en el que las
especies del pan y vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo, quien se hace presente en el altar con toda su divinidad su
humanidad y alma humana, Cristo vivo, resucitado, glorioso y dispuesto a
servirnos de divino alimento a través de la Comunión de los Santos. Posterior a
la recepción de la Comunión, conscientes de la grandeza del momento, es
necesario que con la mayor devoción demos gracias al Señor por tan gran
distinción al haberse dignado venir a nosotros.
Pidamos a nuestro Señor y a nuestra Madre del Cielo, que de hoy en
adelante por ningún motivo nos acerquemos al Sacramento de la Comunión sin
estar en gracia de Dios.
JCS.
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