SIEMPRE LA VERDAD.
Los católicos tenemos que ser
incansables buscadores de la verdad, en todos y cada uno de los temas de
nuestra existencia, lo que nos lleva al conocimiento de las falsedades,
equivocaciones o mentiras de relevancia, en el sentido de que afectan a la
forma de pensar de muchos. En cambio todo lo dirigido a diseminar las grandes
verdades de nuestra existencia, ayuda a las personas a darle sentido: a su
manera de pensar, a sus acciones, y por
lo tanto a su vida. La pregunta que de inmediato surge es, ¿Por qué los
católicos son los que más conocen de las grandes verdades de nuestra
existencia? Y la respuesta es, porque conocemos tanto como nos es posible la
Divina Revelación. No creo que sea en balde que aquí recordemos lo que es la
verdad, de ella se dice que es cuando lo que se piensa de algo es compatible
con la realidad, y su contrario que es la equivocación o la mentira, es lo que
no coincide entre lo que se piensa y lo que la realidad es. Y como lo que
pensamos no cambia la realidad, si coincide es verdad y si no es mentira. Pues
la verdad siempre es objetiva y los sujetos al ser subjetivos tenemos opiniones
que pueden ser verdad o no. El catolicismo tiene la enorme, incomparable,
REVELACIÓN DIVINA, de allí que al pensar, creer, acordes con esta, estamos en
la verdad, y es por ello que sabemos con la más absoluta certeza, lo que la
persona humana es: compuesto de cuerpo material y alma espiritual.
Ahora bien las verdades no solo se encuentran
en las áreas de la teología, la doctrina, antropología filosófica, catequesis; las
hay en todas las ciencias humanas. Y algunas son verdaderamente asombrosas, tan
solo pensemos en las enseñanzas verdaderas de la astronomía, la medicina, la
química, la física, la historia, la
filosofía, etc., que no pertenecen a la Revelación, sino a las capacidades
intelectivas de hombres sabios. O sea que haciendo una gran división se puede
decir que las verdades están contenidas en dos grandes apartados, las verdades
reveladas, y las verdades aprehendidas. Y en ambos casos el hombre debe tender
a conocerlas sin confusión, las reveladas, por todos los hombres de buena
voluntad, y las aprehendidas, en su quehacer profesional, su pasión por la
cultura, o necesidades específicas, de todas las personas. Pero siempre con el
afán de que sea la verdad la que predomine en los conocimientos. Y en este
campo que por pertenecer a la razón humana puede y de hecho varía con
constancia, pues el genio humano va descubriendo nuevos aspectos de las
realidades, mientras que el conocimiento revelado no cambia, es inamovible, por
venir de Dios, lo que nos sucede es que la ciencia teológica avanza en el
conocimiento más profundo de la Revelación Divina. Es por ello que vivimos
pendientes de Magisterio de la Iglesia.
Aquí es conveniente que razonemos
un poco sobre la fe. Y lo primero que se nos presenta es que hay una “fe
divina” religiosa, católica cristiana que por ser inmutable la
Revelación, de la que proviene, a la que se enfoca totalmente, nos produce una
fe que comparte sus características. Por el contrario la “fe humana” en las
cuestiones de las ciencias y teorías humanas en general, muchas veces cambia,
por lo que aquello que ayer se consideraba verdad, hoy se sabe que no era
compatible con la realidad y los nuevos conocimientos, descubrimientos,
investigaciones e incluso casualidades nos señalan nuevas convicciones que
consideramos verdaderas. Por lo tanto, dado que las verdades de la Revelación
son inmutables, puras, eternas, siempre han sido, son y serán verdades absolutas.
Por el contrario no todas las verdades científicas lo son, esto lo vemos
claramente en los cambios que el progreso va proporcionando al hombre debido a
nuevos conocimientos.
En materia de Fe y Revelación Divina es
conveniente conocerlas con precisión, para no caer en el error personal, porque
la Fe es esta virtud teológica, que nos es donada por DIOS, pero que la podemos
rechazar, modificar en lo personal e incluso en lo grupal, lo que es una
tontería de necios o en nuestra soberbia humana la podemos interpretar
erróneamente en lo personal, por ello tenemos los católicos al Magisterio de la
Iglesia como fiel intérprete cuya autoridad proviene de la inspiración
maravillosa del único que todo lo puede,
Dios Trio y uno en su Tercera Persona
del Espíritu Santo, es así que nos permite elevarnos hasta intuir y
conocer parcialmente a DIOS, es solo Él, quien tiene el poder de darla al
Magisterio. Independientemente de esto es que el hombre solo, sin la fe es
incapaz de intuir a Dios y tratar de comprenderle. El hombre en su racionalidad
de origen, en su conciencia, asume que existe una divinidad superior al yo,
pero por desconocimiento de la Revelación Divina, de la que es cumbre Nuestro Señor
Jesucristo, se llena de opiniones equivocadas y pensamientos siempre
inconclusos, que lo tienen confundido, de allí que haya hombres que inventan
religiones (sectas) y tienen seguidores alejados de la verdad. Solo con la
transformación que al aceptar la fe verdadera se experimenta, se pueden conocer
las verdades, pues esa fe permite creer en lo revelado por DIOS.
La maestra es la Santa Iglesia, dueña
de su Magisterio y esta es la gran razón por la que nos debemos de integrar a
ella tanto como nos sea posible y con sus enseñanzas iremos conociendo las
verdades más importantes de nuestra existencia, tan repetidas, pero tan
importantes que no conviene sino recordarlas siempre: de dónde venimos, a donde
vamos, porqué existimos, quien nos ha creado, el más allá después de nuestra
muerte, cual es la voluntad divina, para
que vivimos, cuerpo material y alma espiritual es lo que somos, lo qué nos constituye,
cual es el sentido de nuestra
existencia, como debemos vivir, y muchas verdades más.
Pidamos a la Santísima Virgen,
nuestra Madre del Cielo que interceda por nosotros y que el Espíritu Santo nos ilumine para poseer las
grandes verdades de la cristiandad.
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