Cuarta parte UNA PEQUEÑA INTRODUCCIÓN A
LA TEOLOGÍA. (151)
La primera y principal misión del Magisterio de la Iglesia es como se
sobrentiende es el continuar, conservar y dar a conocer la inalterada vedad de
lo que llamamos DEPÓSITO DE LA FE, que es intocable e infalible, a través del
tiempo en sus divinos mensajes. Su utilidad opera al participar de este a toda
la cristiandad y de allí a toda la humanidad, en cumplimiento del mandato
evangélico. Jesucristo ora por Pedro para que su fe no desfallezca y sea él
quien confirme en la fe a sus compañeros. Este don no fue dado a Pedro por
breve tiempo, sino que fue otorgado hasta el fin de los tiempos, y su solidez
jamás será vencida por los poderes del infierno.
El Concilio Vaticano II ratificó solemnemente esta doctrina:
“Este santo Sínodo, siguiendo las huellas del Concilio
Vaticano Primero, enseña y declara con él que Jesucristo, Pastor eterno,
edificó la Iglesia enviando a sus Apóstoles lo mismo que Él fue enviado por el
Padre y quiso que los sucesores de aquellos, los Obispos, fuesen los pastores
en su Iglesia hasta la consumación de los siglos. Pero para que el mismo
episcopado fuese uno solo e indiviso, puso al frente de los demás apóstoles al
bienaventurado Pedro e instituyó en su persona el principio y fundamento,
perpetuo y visible, de la unidad de fe y comunión. Esta doctrina sobre la
institución, perpetuidad, poder y razón de ser del Sacro Primado del Romano
Pontífice y de su Magisterio infalible, el santo Concilio la propone nuevamente
como objeto de fe inconmovible a todos los fieles”.
Esto nos explica claramente que cuando el Papa define un dogma, no lo está
inventando sino que es revelado por Dios a través de la Sagrada Escritura o la
Tradición oral. De esto se desprende el siguiente principio: Es regla
inmediata de la fe para el hombre el Magisterio infalible de la Iglesia.
Es imprescindible que tomemos en cuenta las varias ocasiones en que
Jesucristo nos menciona al Espíritu Santo como el ESPÍRITU DE LA VERDAD
ofreciéndonos que su presencia será después de su regreso al Padre, sus palabras
en la última Cena fueron: “Muchas cosas tengo aun por deciros, mas no podéis
comprenderlas ahora. En cambio, cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él os
guiará hacia la verdad completa (Io 16,12)
De lo anterior debemos deducir la gran importancia que tiene el que
procuremos estar al día en nuestro conocimiento de las enseñanzas del
Magisterio y de las oportunidades de transmisión de éste a los demás, pero de manera
de que cumplamos primero que nada con nuestras obligaciones de buenos
cristianos, pues sabido es que nadie puede dar lo que no tiene, y después
transmitirlas. Pidamos a nuestro Señor que nos auxilie en esta importante
tarea, recordando que solos no podemos pero con su auxilio sí.
JCS.
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