SER BUEN CRISTIANO.
El buen cristiano, por supuesto que
debe de participar en la santa Misa dominical y fiestas de guardar, ésta debe
ser el evento más importante y central de nuestra vida, y por supuesto y de gran
importancia es el acercarse a los Sacramentos, en especial la Confesión y la
Comunión. Tratamos de vivir en gracia de Dios, y si la perdemos, debemos
recuperarla a la mayor brevedad. Se da por supuesto que hemos sido bautizados
en su momento y que nos ocupamos con la mayor devoción, celeridad y seriedad al
bautismo de nuestros hijos, mientras más pequeñitos mejor.
Pero el buen cristiano va más allá y
el objeto de estas líneas es el examen de ello. Primero me gustaría mencionar
que hay libros que debemos de conocer con la mayor profundidad por necesidad
absoluta, los menciono: el Nuevo Testamento,
que son un conjunto de libros que consisten en los cuatro Evangelios,
las epístolas de san Pablo, las Cartas de los Apóstoles con su Tradición
correspondiente, y el Apocalipsis de San Juan.
Este último que es la parte postrera
de la Revelación Divina, es un libro pleno de simbologías y revelaciones que
san Juan Evangelista recibió y escribió, pero es muy difícil de interpretar a
título personal. Es necesario auxiliarse de alguien o de textos que lo
explican, por lo que no lo consideramos entre los que debemos de conocer íntimamente
en primera instancia, como el resto del Nuevo Testamento. (Mucho cuidado al
escoger el texto explicativo, hay enemigos de la Iglesia que lo toman para
denostar).
Dos libros de mucha importancia siendo
de índole diferente son el Antiguo Testamento de la inmortal Biblia y el
Catecismo de la Iglesia Católica.
El primero contiene la Revelación
Divina que a lo largo de los siglos, Dios nos fue revelando a través de los
patriarcas, a los profetas, a los jueces y a los reyes. Mi recomendación es que
con un orden adecuado se vaya leyendo el Antiguo testamento de la Biblia, a lo
largo del tiempo de que dispongamos, aunque tome meses o incluso años.
Y en cuanto al Catecismo, este es un
libro de consulta indispensable con el que tenemos que familiarizarnos a fondo.
El mejor consejo es conocer bien el índice y a partir de este hacer las múltiples
consultas que todo buen cristiano tiene. No puede faltar en nuestro hogar.
Las grandes virtudes del catolicismo,
que han influido al mundo entero por muchísimas generaciones y que por
desgracia practicamos poco, los libros mencionados nos las enseñan, y de ser aplicadas y vividas son la solución a
todos los problemas globales, solo quiero referirme muy brevemente a dos en
esta ocasión, la ascesis y la mística.
El Catecismo de la I.C. en su numeral 3240 dice: El que
quiere permanecer fiel a las promesas de su Bautismo y resistir las tentaciones
debe poner los medios para ello: el conocimiento de si, la práctica de una
ascesis adaptada a las circunstancias encontradas, la obediencia a los
mandamientos divinos, la práctica de las virtudes morales y la fidelidad a la
oración. “la castidad nos recompone; nos
devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos”
Para mejor resistir a las tentaciones
nada mejor que ser austeros, tratar por todos los medios de que nuestra
personalidad sea austera. Para conocernos, nada más apropiado que la práctica
de la sobriedad. San Josemaría nos aconseja: sed almas de oración, esto nos
habla precisamente de esa fidelidad. Las virtudes morales, conocidísimas, y muy
mencionadas, pero que los distractores de la vida, desde sus filosofías
renacentistas, que se mudan del teocentrismo al antropocentrismo, dando menor
atención a estas antiguas y soberbias
de: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, no quiero menospreciar, ni
mucho menos a las virtudes modernas, son buenas y necesarias, lo ideal es que las modernas no suplan, sino complementan
a aquellas. No cabe la más pequeña duda de que por ejemplo la comunicación en
su amplísimo espectro añade nuevos aspectos de la lógica, nuevos principios en
los negocios. En materia de justicia legislaciones muy avanzadas,
Constituciones de los países y organizaciones globales.
El ser humano sin la guía de Dios, se
pierde en su maraña de aspectos sociales, económicos y políticos. Solo con la
oración y siendo humildes y sujetos a la voluntad de Dios, que Jesucristo nos
viene a ensañar con claridad meridiana, lo que nos introduce a la mística.
La importancia del contacto de
nuestra alma con la divinidad, la devoción, el amor, la contemplación, son
algunos atributos de la mística, lo primero que debemos tener es una presencia
de ánimo normal ente el significado de la palabra y no pensar que solo se trata
de casos de santidad elevados que se han dado en grandes personajes que han
alcanzado los altares. Místico puede ser y conviene serlo, el católico normal,
común y corriente que goza de características como el amor, la devoción, que es
contemplativo en medio del mundo, en pocas palabras que se toma a Dios muy en
serio, que ha logrado después de cierto tiempo, que varía de persona a persona.
En las historias de los santos hay casos en que Dios ha permitido, a modo de
ejemplo casos de altísimo misticismo que han alcanzado éxtasis,
La palabra califica en el lenguaje de
todos los días a personas, generalmente clérigos que relumbran en su devoción, su
vida contemplativa, su amor a Dios y a todo lo sagrado, ejemplares en su vida,
se dice de ellos “es muy o, es un místico”. En nuestro caso particular debemos,
con el perfil lo más bajo posible y solo entre el Señor y nosotros ofrecerle el
cumplir con su voluntad de la manera más completa que nos sea posible, he ahí
nuestro misticismo. Pidamos al Señor su ayuda para lograrlo.
Jordi Casas.
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