ENTRADA 135 AMOR DE DIOS.
Se afirma y con
toda razón que no hay amor mayor a aquel que da su vida por el ser amado, Dios
Trino y Uno, nos da la vida de la
Segunda Persona de la Santísima Trinidad y a su vez esta Segunda Persona la
ofrece por amor a nosotros, y no de una manera normal, sino que la ofrece con
inimaginables dolores físicos y agonías anímicas, sin perder su divinidad se hace hombre, y ese
hombre está destinado a dar hasta la última gota de su sangre, en dolorosísima
pasión, por el amor que nos tiene a cada uno de los seres humanos. Y ¿la razón
para esto? pues porque la humanidad entera tenía una deuda pendiente, un perdón
que recibir, pues la ofensa de nuestros primeros padres, se midió no por el
ofensor, sino por el ofendido, y solo un Dios podía cancelarla. Así se da otro
acto perfectísimo de amor; el padre que entrega a su hijo para que se convierta
en la víctima DEL MAS VALIOSO SACRIFICIO a que pueda haber lugar, y
mediante este que se cancele la deuda, cumple
así la promesa hecha a nuestros primeros padres de que nos enviaría un
Salvador.
Pero estos actos de amor que recibimos
los humanos van aún mucho más allá de lo imaginable instituye su Iglesia y esta
como nuestra guía y maestra con misiones apostólicas incomparables, dedicadas a
toda la humanidad, dentro de esta que es el Cuerpo Místico del propio
Jesucristo encontramos los siete Sacramentos que nos proporcionan la gracia
santificante. Y va más allá, no se
concreta a rescindir la deuda sino que nos proporciona con su Sacrificio los obsequios más preciados que se pueden
efectuar, el Cristo, el Redentor, el hijo de Dios, por instrucciones de
su Padre, nos deja una doctrina de salvación, una Iglesia que nos la
enseña, y continuará enseñando hasta el fin de los tiempos, nos lucra
también la filiación divina, nada se puede comparar en riqueza espiritual que
esto último, pues se trata de la voluntad del Padre, la realización del Hijo y
la acción del Espíritu Santo. En especial el Sacramento Eucarístico que nos
invita a participar de la Comunión de los Santos. Cuya recepción nos llena de
gracia santificante, gracia que salva. Mateo, 26-26. Lucas 22, 14-20. A Jesús
lo encontramos al estar dos o más reunidos en su nombre, mateo, 18 – 20,
también nos ha dejado dicho que está presente en los pobres, los enfermos, los presos Mateo 25, 31-46, pero
su presencia en la Eucaristía es la más completa. En su
sentido más profundo, nos hace hijos adoptivos de Dios Padre, al unirnos en esa
intimidad incomparable con su hijo, por supuesto que median dos aspectos de
suma importancia en todo ello, el milagro de la Transubstanciación y el hecho
de la recepción eucarística, por los fieles, en las condiciones de gracia debidas.
No dejemos nunca de agradecer a Dios trino y uno esta enorme oportunidad salvífica,
y con el auxilio perene de la Virgen, nuestra Madre del Cielo, recibámoslo con
todo nuestro amor
Jorge Casas y Sánchez
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