FELICIDAD Y LIBERTAD .
El hombre tiene necesidad de
contar con un, llamémosle hilo conductor, o idea de lo que como persona es, así
es como la vida NO nos resulta un absurdo. Si esta idea consiste en pasarla
bien o sea buscar solo la felicidad terrena, el tener cosas y situaciones que
producen contento, bienestar, distracción, lo que pretendemos es el hedonismo,
que podemos calificar como la búsqueda del placer por el placer, generalmente
de plazo corto, pero en seguida, de inmediato, ya. Son los jóvenes que aún no
tienen suficiente experiencia de vida los que pueden caer en los engaños, de lo
que se anuncia para vender múltiples artículos y servicios. Una de las
características del hedonismo es que quienes lo persiguen se encuentran que no
pueden saciar sus pretensiones, siempre hay algo más tecnificado, más cómodo,
más rápido, más a la moda, más algo, y la vida al no tener más que algo que no
satisface por completo, resulta finalmente un absurdo. Por el contrario quien
ha puesto como finalidad de su vida, el ingrediente espiritual, aparte de las
finalidades terrenas, y este ingrediente es la salvación de su alma tiene a
esta vida, lejos de que le resulte un absurdo, algo digno de ser vivida, algo
útil que a su término le proporcionará la felicidad perfectísima y eterna de la
visión beatífica. Y por lo tanto se vive plena de sentido y de la verdadera
felicidad.
Los padres de familia que han
tenido la suerte de haber recibido una buena educación cristiana, encuentran gran
felicidad al comprobar que sus hijos tienen la fe de sus abuelos, pues ellos
han sido el ingrediente intermedio. Mientras podemos comprobar que personas
inteligentes están ciegos a la fe, y esto es parte de lo que ha motivado la
espantosa realidad de nuestro tiempo, que ha progresado en lo tecnológico, en
lo económico, pero no en lo integral del ser humano, pues se han venido
perdiendo los valore tradicionales cristianos.
El materialismo que vive quien no
practica, tiene, o conoce los valores
tradicionales lo que tiene es en
realidad un vacío que se rellena con mitos sobre el obtener la felicidad,
suponen que en su “libertad” les permite esa búsqueda, ignorando que la
felicidad no se puede comprar, que es algo interno, íntimo, que no viene de
fuera, que se tiene dentro de sí. Por el contrario aquel que vive los valores
tiene siempre la seguridad de que le llevarán a la trascendencia a la otra
Vida. Esta clase vida les parece a los materialistas como algo aburrido, no
libre, siendo la verdad que por el contrario es una vida rica en finalidades
que se relacionen con el más alto de los fines, el fin final consistente en nuestra salvación. El vivir practicando por
convencimiento propio una vida con la finalidad mencionada, es vivir libremente
en búsqueda y práctica de la verdadera felicidad, es el tener señorío sobre las
cosas, sin pretender que nos dominen pues al despreciar lo superfluo ello nos
proporciona felicidad, la satisfacción que el buen cristiano siente. Lo importante en el caso de quien valora la
vida terrenal como camino hacia la santidad, y es que esta búsqueda le da savia
a su existencia, le proporciona una valía, un temple que la colma de plenitud, y
lo hace en uso de su libertad, es vida rica, valiosa, que al perseguir sus
ideales y fines intermedios, se enfoca al fin último, y valiosísimo, por encima
de todo.
Y ¿Qué viene a ser esta manera de
llevar a cabo nuestra existencia? Sino amor
a Dios, y a los demás, en el que vivimos con mayor o menor intensidad las tres
Virtudes Teologales, la Fe que está en la base de nuestro actuar, por eso se
explica solo, la Esperanza radica en el enorme premio que Dios nos tiene
reservado y que queremos obtener, y la
Caridad, como antes dije, por el amor a Dios y a sus criaturas, que nos lo da
todo, incluyendo la vida de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, cuya pasión
redentora, vida, doctrina, ejemplo, enseñanzas nos ha heredado, los
multi-mencionados valores tradicionales de verdad, amor, justicia, paz y los
que se les relacionan, como la institución familiar, la educación integral, el
servicio y amor a nuestros prójimos, y un largo etcétera.
Esta actitud ante la vida nos
proporciona una felicidad auténtica que libremente realizamos ante las
diferentes situaciones personales que nos toca sufrir o gozar, parece un
contra-sentido el que en la enfermedad y los sufrimientos se conserve la
felicidad, aquí lo que conviene es establecer que se puede sufrir sin perder la
felicidad, no es necesario tener una excelente salud para ser feliz y si se
puede ser un infeliz carente de valores con buena salud. El buen cristiano en
las penurias no pierde la felicidad, y ello inclusive le proporciona más
elementos para mejorar que el infeliz, porque en medio de las dichas penurias
por diferentes causas, enfermedad,
pobreza, injusticia, se viven los
valores. En las situaciones adversas los que conserven sus valores viviéndolos
incluso más intensamente, al perfeccionar así su existencia, con necesidades en
ocasiones insatisfechas por necesidad invencible, agradan más a Dios, que en la
perfección de su justicia los tomará en cuenta en su momento.
El mundo actual, y esto es una
generalidad para solo un porcentaje de su población ha cometido y ello va
creciendo por desgracia, errores gravísimos que se relacionan con la
infructuosa búsqueda de la que consideran su felicidad, que encontramos: en el permisivismo, en el consumismo, en el
divorcio, en el aborto, en el suicidio asistido de los mayores o casos de
minusvalía, en el reconocimiento religioso y legal del homosexualismo, considerados
en muchos casos como soluciones que proporcionan felicidad, aquí dejo las dudas
a cada quien. La Real academia define a la felicidad como: estado de grata
satisfacción espiritual y física.
El estado físico, si bien no
quita la felicidad cuando no es grato, cuando se está enfermo o incapacitado,
tenemos que considerar que hay casos en que queda impedida por la propia
enfermedad o los dolores insoportables, la actividad espiritual, al que está
muriendo de hambre y su estado es de tal magnitud que le impide incluso el
razonar, es difícil que logre un estado de espiritualidad normal, ya no digamos
profundo. En los casos de enfermedades que causan dolor la Iglesia no solo permite sino
recomienda los paliativos del dolor, en bien de la persona sufriente y de sus
cercanos, lo que reporta mucha mejor actividad espiritual.
Hay otras situaciones que
aumentan nuestra felicidad, un caso puede ser el de las personas que culminan
el logro de un objetivo que les ha costado mucho el obtenerlo, es grato a la auto-estima,
en especial si conlleva la espiritualidad, por ello es que en multitud de
ocasiones se ha dicho y se dice y dirá, porque es una gran verdad que las
personas más felices son las que se han entregado por completo a Dios libremente
en el servicio, en la oración por los demás, como es el caso de monjes, monjas,
sacerdotes y de laicos como la Prelatura
del Opus Dei, aquí quisiera resaltar que en medio del mundo, y fuera del mundo
esa perfectísima felicidad de la entrega al servicio de la Iglesia, en sus diferentes roles que es ponerse a las
más altas expectativas que nuestra libertad nos otorga en el apostolado, que es
lo más agradable a Dios. Él así lo espera pues nos creó a imagen y semejanza
suya, dándonos un alma espiritual y eterna y quiere que todos los hombres se salven, haciendo uso de su
libertad. Algunos teólogos insisten en que ello nos hace corredentores con
Jesucristo.
Pidamos a María Santísima,
corredentora, que nos apoye como hijos queridísimos que somos de ella, para que
nuestra entrega sea mejor día a día.
JCS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario