SACRAMENTO DEL MATRIMONIO. (Primera parte)
El matrimonio de la Iglesia es
Sacramento, debido a que las naturales
uniones matrimoniales, que existían antes de Jesucristo, fueron elevadas por Él
a Sacramento. Por lo cual, en tanto “Gran
Sacramento”, como lo califica San
Pablo, es, para los que lo viven acorde
a la Voluntad Divina, camino de santidad. Lo que tiene una explicación muy
lógica y sencilla: Dios creó al hombre y le dijo “creced y multiplicaos, poblad
la tierra”, (Génesis 1, 28), recordemos que ya que DIOS ES AMOR; todo lo que
existe se le relaciona, es así como, en nuestra naturaleza, nos da la capacidad
de amar, por lo que una mujer y un hombre se unan para, conservar a la humanidad, es lo más natural
que hay. Debido a que por obra de la virtud de la caridad, o sea la capacidad
de amar que Dios Creador nos da en nuestra naturaleza humana no solo nos amamos los unos a los
otros, sino que entre hombre y mujer, misteriosamente nace un amor muy
diferente a otros amores que tenemos, como lo son, el filial, el maternal, el
de la amistad, agradecimiento, admiración etc., este conlleva una mutua
atracción que nos invita al matrimonio. Dios Creador en la naturaleza de la
mujer al igual que la del hombre, ha
establecido en nuestros espíritus, haciéndonos personas que se aman y atraen en
los dos diferentes sexos, tanto las mujeres se enamoran de los hombres como los
hombres de las mujeres, y no queda en ello la cuestión, sino que del
enamoramiento surge este amor especial, y el deseo de unir sus vidas
permanentemente, en busca de la mutua felicidad. Pero como veremos mas
adelante, no es este el único fin del matrimonio.
Esto, en estos tiempos conviene
tenerlo muy claro en nuestra mente, dado que los enemigos de Dios, de la
Iglesia Católica, de la familia, de la sociedad y de nuestra naturaleza, están
sosteniendo teorías equivocadas que van en contra de esto, un ejemplo
vergonzoso lo tenemos en la “Ideología de Género”, que trata de demostrar (vaya
estupidez) que nacemos sin sexo, es mas no les gusta esta palabra, y hablan de
“genero”, arguyendo que es el convencionalismo social el que decide lo que
somos en materia de hombre o mujer, y no el que nos otorga la naturaleza. (para
ellos la naturaleza está equivocada). Siendo la verdad que en el ser humano se nos
proporciona, nos da, nos hace, somos, en
una palabra, hombres o mujeres, lo que se comprueba fehacientemente al nacer, o
sea el sexo que tenemos, que somos, nos clasifica, nos denomina, nos señala, nos dice lo que somos, hombre, si
tiene al nacer pene, y a la mujer, la hace serlo el tener vagina. (que raro que
de los animales, que es lo mismo que entre nosotros, no dicen nada los amigos
de la I.de G.).
Y no contentos con sus pérfidos
intentos de dejar de reconocer la naturaleza que Dios nos otorga a cada quien,
pretenden controlar la natalidad en el mundo a sus conveniencias, apoyando la
homosexualidad masculina y el lesbianismo femenino, pues en estas uniones no
hay procreación, aparte de otras barbaridades y perversiones, como las mencionadas
y peores. Aquí conviene hacer la aclaración que la Iglesia, reconoce la diferencia entre homosexualidad y
homosexualismo, siendo el primero en raros casos algo con lo que se nace, algo
en nuestro genes, que no podemos controlar, una espacie de falla en la
naturaleza cuya causa se desconoce, y a la homosexualidad como la práctica de
las relaciones entre personas del mismo sexo, lo que es antinatural, y por lo
tanto pecaminoso. Esto nos permite entender que la bendición católica de las
uniones homosexuales y lésbicas no se puede permitir en nuestra Iglesia, como
lo están ya llevando a cabo algunos clérigos en Alemania, con anuencia de
ciertos obispos, que es probable que sean excomulgados por tal acto, de
desobediencia a la Doctrina de Jesucristo. A DIOS NADIE LE PUEDE ENMENDAR LA
PLANA.
Pero siguiendo el hilo conductor
de esta ENTRADA, que es el matrimonio
católico, consideremos sus enormes ventajas: ya dijimos que se trata de una
unión natural, entre varón y mujer y ahora examinamos su VÍNCULO INDISOLUBLE,
este trata, de que el matrimonio es permanente en nuestra vida terrenal, mientras
ambos cónyuges vivan, y esto ofrece
muchas ventajas, podemos considerar algunas de ellas, da al hombre la seguridad
de su paternidad, (aquí olvidemos de momento las pruebas del ADN). (Recordemos
que en la prehistoria antes del matrimonio solo había una promiscuidad, ya que habían olvidado, o desatendían sus dictados de
la conciencia), ya que el primer matrimonio fue el de Adán y Eva, pero su
descendencia, desestimó eso).
Es ahora con la claridad de la
Revelación de Jesucristo, que el matrimonio católico se define en el Canon 1055
de Código de Derecho Canónico así:
1005.- “La alianza matrimonial
por la que el varón y la mujer constituyen entre si un consorcio de toda la
vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la
generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor la
dignidad de sacramento entre bautizados.
*Por tanto, entre bautizados, no
puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento”
Aquí vemos la importancia que se
da al binomio: generación y educación, y
es necesario que hagamos el comentario adecuado. La educación de los hijos no
termina nunca, incluso la manera de morir no es la última lección que una madre
o padre da a sus hijos, pues permanece en cada uno de nosotros, el ejemplo, los
consejos, las enseñanzas que nos han dado nuestros progenitores y que nos los
llevaremos a la tumba, esta es una poderosísima razón para que el matrimonio
perdure, pues los hijos seguirán aprendiendo de nuestro ejemplo, de nuestra
forma de vida incluso después de que hayamos pasado a la otra vida, porque
permanecen los recuerdos, los consejos, los ejemplos. Mi experiencia personal
es de recuerdos muy constantes de mis
progenitores, aunque nunca llagaron a tener vidas longevas, como la mía. Esto
prueba que existe una retro-educación perdurable, de allí surge la importancia
de nuestro legado espiritual para ellos. Y la importancia de la educación.
Para “la sociedad en que vivimos”,
el matrimonio es absolutamente básico, ya que siendo este el núcleo de la
familia, y esta la célula indispensable de la sociedad, no es posible tener una
buena sociedad que no se constituye por buenas familias, y las buenas familias
se sustentan en los buenos matrimonios. La vida familiar va directamente a
favor de los valores clásicos, de la comunión de vida, de la fraternidad, de la
integración humana, y directamente en contra de las malas costumbres, los
vicios, la deshonestidad y los crímenes de muchas índoles. Además de que la
integración entre familias, produce por lo general la buena influencia de
aquella que es mas amiga de lo moral, sobre la que lo es menos, ya que se trata
de dos entes de una misma institución, la institución familiar, y al ser una más
preservativa que la otra, derrama su buena influencia. Recordemos que
pertenecemos a varias familias, la de sangre, de la que provenimos, la de cada
uno de nuestros progenitores, la nuestra la
que iniciamos, formamos, hacemos, que es la compuesta por nuestro
matrimonio y nuestra prole, la de nuestro cónyuge (familia política para
nosotros y de sangre para nuestros hijos), y después se nos unirán y nos
uniremos a las de los matrimonios de nuestros propios hijos.
La familia es al individuo lo que
la familia es a la sociedad, el pertenecer a una familia nos da identidad,
derechos, obligaciones y la gran oportunidad de aprender lo mas importante de
la vida, pues en ella aprendemos a amar, a hablar, a caminar, a comer, a tener
higiene, a comunicarnos, a tener buenas costumbres, como la disciplina,
obediencia y respeto, por solo mencionar algunas. Así como en la sociedad las
familias, se unen bajo una misma legislación, bajo la protección de los
“Derechos Humanos”, van logrando su
desarrollo, gracias al Bien Coún, pertenecemos a una cultura, recibimos
seguridad, y ejercemos libremente nuestra religión, somos aceptados y
festejados, la sociedad a la familia la cobija, la respeta, la ayuda de mil
maneras, y sobre todo cooperamos y recibimos cooperación del “Bien Común”.
(Termina la primera parte).
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