ENTRADA 43,
SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA, Comunión.
Debido a la ignorancia, que
por desgracia es mucha, dentro de nuestra Iglesia, comencemos por
explicar que: ES INDISPENSABLE ESTAR EN ESTADO DE GRACIA PARA COMULGAR. No
se puede, no se debe acercar uno a este Sacramento sin tener la seguridad de no
tener todos los pecados graves confesados y perdonados por el sacerdote,
mediante el Sacramento de la Confesión. Recordemos que todo pecado grave nos
quita el estado de gracia, por ejemplo el no asistir a Misa los domingos es
pecado mortal y quien no cumple con este precepto, no está en estado de gracia,
y si está en pecado mortal. Primera
Corintios, 11, 28-29, nos dice: “ Por eso, que cada uno examine su conciencia
antes de comer el Cuerpo y/o beber la Sangre. De otra manera come y bebe su
propia condenación”. Lo anterior lo escribió San Pablo antes de los Evangelios,
en el año 55 d. Cr. Que nos quede muy claro, el comulgar sin estar en gracia de
Dios es un pecado gravísimo llamado Sacrilegio.
La simple lógica nos indica la tremenda incongruencia de unir
el pecado al santísimo Jesucristo, ya que al comulgar es el propio Jesucristo
con su presencia real y verdadera que nos
visita, que viene a nosotros, y no le podemos, no debemos recibirle inadecuadamente.
El Sacramento de la Eucaristía es el que junto con el
Bautismo y la Confirmación constituye los llamados de la INICIACIÓN, nuestro
Señor Jesucristo lo instituye en la última cena con sus apóstoles, al tomar
primero el pan y después el vino, ofrecérselo invocando a su Padre y así realiza el milagro de la
Transubstanciación convierte estas especies (pan y vino) en su Cuerpo y en su
Sangre, e invita a sus apóstoles a consumirlos, para después instituir el
Sacramento del Orden Sacerdotal, y pedirles a sus apóstoles que lleven a cabo
esta enseñanza, con los bautizados. De esta manera para todos los siglos hasta
su regreso, quede en su Iglesia, instituido el Sacramento y que se invite a la
participación de él a todos los que se conviertan. (Catecismo de la I:C: 1323)
Este Sacramento que convierte al pan y al vino en el
verdadero cuerpo y Sangre de Cristo, es el milagro mas sublime de amor divino
que pueda haber. Es Él, el que real y verdaderamente está en lo que antes de
ser consagradas las especies han sido transfiguradas de ser simples cosas, a
ser alguien, por obra de la TRANSUBTANCIACIÓN SE HAN CONVERTIDO EN ÉL, son su
Divino Cuerpo, vivo resucitado glorioso.
Aunque las apariencias sigan siendo las mismas, pues lo que era pan y ahora es
su Cuerpo divino, y lo que era vino,
ahora es su Santísima Sangre, la que fue derramada por nuestros pecados,
aunque las apariencias sigan siendo lo mismo de antes de consagrar. Y este
milagro lo presenciamos cada vez que
participamos de la Santa Misa. Milagro de Transubstanciación que por el
infinito poder de Dios, que al momento de Consagrar, el sacerdote investido del
poder de Jesucristo, cambia la substancia de las especies en el mismo y propio
Jesucristo, que por su perfecto amor a nosotros ha querido quedarse real y
verdaderamente vivo entre nosotros, que en la Comunión de los Santos, o
Comunión Eucarística se nos da, nos visita, y al hacerlo nos abarca totalmente,
somos nosotros los que lo consumimos, pero es Él que nos hace ser en Él, y al
hacerlo nos proporciona la Inhabitación Trinitaria en nuestras almas.
Preparó Jorge Casas.
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