TRABAJO Y FAMILIA.
Todo buen cristiano valora a su
familia en alto grado dentro de sus prioridades, y es conveniente revisar
algunos aspectos involucrados en ello. Podemos comenzar con el examen de la más
acertada respuesta al siguiente dilema:
¿es primero el trabajo? o es primero la familia?
Creo que la respuesta mas
adecuada es en primer término que no hay en ello conflicto de intereses, que el
trabajo es un medio para atender a la familia que esta, es un fin, por lo que
en nuestra jerarquía de valores la familia ocupa un lugar por encima del
trabajo. No cabe duda que los progenitores se auto-realizan no solo como tales,
sino también como profesionales, técnicos, especialistas o simples trabajadores
de y en aspectos sencillos, pero remunerados., y que esto conlleva el que se
trabaje para el bien de la familia, lo que lo eleva a ser parte del Bien Común,
en cuanto es colaboración al desarrollo de sus miembros.
El siguiente cuestionamiento que
nos debemos de hacer es si verdaderamente estoy trabajando para el bien y
desarrollo sano de mi familia, que no consiste en solo proveer, sino en que
como seres humanos crezcamos todos los miembros, y nos beneficiemos en nuestras
capacidades, todos los que conformamos este ámbito de amor por excelencia, que la familia. Destacando por su importancia aspectos
de su buen funcionamiento que vienen a ser: una sana alimentación, los estudios
de los hijos, que reciban una sana formación espiritual y costumbres piadosas,
los muy importantes aspectos de la higiene, sanas costumbres y métodos en las
labores y encargos dentro de las necesidades de orden y limpieza del hogar,
señalando obligaciones justas a cada miembro, y donde todos colaboren responsablemente,
lo que educa en las virtudes del orden y la disciplina, que son esenciales en
la vida futura de los hijos. A lo que se
podría añadir un plan de seguridad en materia de salud para la esposa y los
hijos hasta los 22 años. Así influimos positivamente en nuestro entorno y por
ende en el mundo. Nos parecería que ante las grandes dimensiones de los países,
y la enormidad del mundo, nuestras actividades no cuentan, esto no es así, y no
tiene que ser obstáculo para que bajemos la guardia. Siempre contará, sumará,
nuestra buena influencia, no bajemos nunca la guardia, por el contrario,
alegremente, confiados en nuestro buen actuar, y atendiendo a las exigencias de
la vida de fe, aunque seamos criticados, o aparentemente pasemos desapercibidos,
Dios no deja de saberlo, y eso es lo que cuenta. Nada es mas educativo dentro
del seno familiar que la armonía y la concordia, y el buen ejemplo, a sabiendas de que no hay familias perfectas,
como no hay personas perfectas, y que son mas frecuentemente recordados los
momentos crispidos y difíciles de las relaciones interpersonales, que las de la
armonía y del amor. Aquello de la paja en
el ojo ajeno….
Un aspecto difícil de nuestros
tiempos es el de la distribución de nuestro tiempo, el cual debemos de dividir
en períodos de trabajo, sueño, tiempo en el hogar, tiempo que dedicamos a
nosotros, solos, como el de los deportes, o el dominó con los amigos, o el café
o gimnasio con las amigas, o bien solos los cónyuges, sin los hijos, en su vida
social de adultos, atendiendo aficiones personales (“hobbies”) etc. ¿Cómo vamos a distribuir
nuestro, siempre escaso tiempo, de la mejor forma posible. A esto hay quien
quizás acertadamente responde que entre las dos prioridades sobresalientes, y
por supuesto sin dejar de atender las demás, el que dediquemos al trabajo el menor
tiempo necesario, y a los hijos el mayor tiempo posible. Las formas de
dar respuesta a esto son únicas en cada caso y sería ocioso tratar de darles
respuestas porcentuales por ejemplo.
Otra pregunta que nos planteamos
regularmente es: ¿debe la señora conocer e intervenir en las decisiones
profesionales importantes en relación al trabajo del esposo?, o Viceversa,
y la respuesta es SI, cuando estas
afectan a la familia, al patrimonio familiar, etc. es parte de la concordia
familiar.
Otro planteamiento que nos
debemos de hacer es cuando se trata de
la continuidad de uno o mas hijos en la profesión o empresa del padre o madre,
aquí la respuesta es muy sencilla, primero está la libertad del hijo(a)(s), que
la preparación que les podamos proporcionar sea de carácter amplio, no
restringido, a forma de que libremente y de acuerdo con sus muy personales
preferencias, conociendo las opciones, libremente decidan, si quieren
continuidad o prefieren incurrir en otros ámbitos.
Finalmente no podemos dejar de
insistir en la formación espiritual de la prole, dicho está que será nuestro
ejemplo personal que es primordial, se trata de una responsabilidad por la que
somos juzgados y lo seremos ante el Señor,
y que forma parte importantísima de nuestras obligaciones como
católicos. Pidamos que la Trinidad Santísima y nuestra Madre del Cielo nos
auxilien en cumplirla adecuadamente.
Preparó Jorge Casas.
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