MARAVILLAS DE LA GRACIA DIVINA.
LA GRACIA DE DIOS. Nada se puede
comparar a este don maravilloso que Jesucristo con su vida, pasión muerte y
resurrección, nos lucró para nuestra salvación. Como todos los dones y talentos
que Dios nos proporciona, para gozar de ellos los tenemos que aceptar, Él no nos fuerza a aceptarlos nos los ofrece
por ese Amor divino, perfectísimo que nos tiene, y quiere que los aprovechemos para nuestra
salvación eterna.
La gracia salvífica que Dios nos
ofrece, la ganamos al estar limpios de todo pecado mortal, esto es que no
tengamos ninguno sin confesar y que haya sido perdonado por el sacerdote
consagrado correspondiente, lo que nos permite recibir los Sacramentos, en
forma muy especial el de la Comunión. Vernos limpios de todo pecado mortal nos
mantiene en gracia de Dios lo que es ni mas ni menos pertenecer formalmente a
la Naturaleza Divina.
No debemos conformarnos con una
noción vaga de lo que es el Estado de Gracia, pues tiene la concesión de la
Misericordia Divina, lo que nos capacita para darle mas valor a nuestras
oraciones, nos habilita para la recepción de los Sacramentos, la vida de
santidad y el camino de la salvación. Luego su importancia es mayúscula, de
allí que este sea un tema de espiritualidad que debemos abordar con el mayor
interés.
Es necesario que nos preocupemos para
conocer su grandeza, la gracia, al acercarnos a Dios, es parte sublime de la
Doctrina Cristiana, nos guía a un mundo superior, al proporcionarnos la alegría
mas pura de nuestra fe. Conviene considerar que en nuestra doctrina hay
verdades enormes que debemos de conocer mejor, a las que debemos de aplicar, aparte de nuestra fe y piedad, nuestra
capacidad intelectiva para, abarcarlas mas ampliamente, como nos dejó dicho San
Agustín: PENSAR PARA CREER Y CREER PARA PENSAR. Solo así captaremos todo el
esplendor divino de la Gracia.
Nuestro Señor derrama en cada uno de
nosotros la capacidad necesaria para comprender las grandes verdades de fe; lo
que nos eleva del plano en que estemos a hacernos partícipes de su Divina
Naturaleza, gozar de su amor, y quererle mas nosotros, lo que enriquece nuestra
naturaleza humana, al unirnos mas sólidamente con nuestro Señor Jesucristo. En
especial cuando le recibimos en la Santa Comunión que es la mas fraterna unión posible en esta
vida terrenal.
“Todos los bienes me vinieron juntamente con ella; hay en sus
manos riquezas innumerables. Constituye para los hombres un tesoro inagotable;
a cuantos se han valido de él, los ha hecho partícipes de la amistad de Dios”
Estas palabras de la
sabiduría del Rey Salomón se pueden aplicar a la Gracia Santificante que nos
dona Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
El don de la gracia es
auxilio gratuito para responder a las mociones del Espíritu Santo, y así llegar
a ser hijos adoptivos de Dios y participar de la intimidad de la Eterna
Trinidad. Es llamada sobrenatural, nos sobrepasa en razón, conocimientos, etc.
nos capacita a vivir en su mas perfecta cercanía y obrar por su amor.
En cuanto a la gracia
conviene que hagamos tres distinciones, a saber:
GRACIA HABITUAL, es la
disposición de estabilidad de nuestra vocación.
GRACIAS ACTUALES, son las
intervenciones divinas, que nos la proporcionan.
GRACIA SANTIFICANTE, la
que en forma continuada recibimos en especial por nuestra participación en la
Santa Misa y en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía.
La misericordia de Dios
se nos adelanta, nos cura, sanándonos nos vivifica, su iniciativa es libre y
espera una respuesta libre también por nuestra parte, nos incluye los dones del
Espíritu Santo, y las mencionadas gracias sacramentales, para que por medio de
nuestra fe conozcamos y experimentemos la grandeza de su gracia, y acojamos las
verdades de su Revelación. Nos inicia en la gracia desde el Bautismo, nos
regenera en la confesión.
El hombre fue creado con
gracia original y la pierden, nuestros primeros padres, Adán y Eva, por el pecado original, pero Nuestro
Señor, en su infinita bondad y amor por nosotros, quiere que alcancemos la
felicidad de la vida eterna, por lo que con la venida, del Hijo, segunda
persona de la Trinidad, su vida, pasión, muerte y resurrección, nos permite al
vencer al pecado, acceder a la salvación, añadiendo la acción del Espíritu
Santo en todo hombre que lo acepte. Nos deja entre otros en sacramento de la
confesión para lavar nuestras faltas y retornar al camino de la gracia, pidamos
con Santa María, nuestra Madre del Cielo, que sepamos aprovechar las gracias
que nos llevan a la salvación.
Preparó Jorge Casas.
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