LIBRES PARA
CONSTRUIR EL FUTURO.
Ser libre no
solo es un derecho, comporta una responsabilidad, y nos involucra en la
problemática social.
La libertad
no nos la concede el Estado, ni ente alguno, proviene de Dios, estamos en un
mundo en el que hay una tendencia a visualizar la libertad como algo parcial,
como capacidad de elección, y esto no debe ser así, cada persona debe buscar su
perfección , independientemente de las circunstancias sociales que constituyen
su entorno. Vemos a muchos que se han despersonalizado, que han abdicado a su
libertad personal en aras de construir una forma de sociedad.
No nos
debemos de adormecer por acciones del Estado que pretende proveer todas las
necesidades de los ciudadanos, el ser libre
debe considerar sus decisiones fundamentales para configurar su estilo
de vida. Tiene además derecho a la información adecuada, y no al sometimiento a
mecanismos manipuladores.
Ante la
enorme potencia de las estructuras del
mercado, la información y comunicación masivas, muchos se ven reducidos al
anonimato, perdiendo su condición de seres activos. No debemos encerrarnos en
una vida reducida al trabajo y la
familia, debemos ir mas allá, tomar parte activa, ya sea en asociaciones, privadas
o públicas, en grupos de amigos, sindicatos, partidos políticos, clubs deportivos, equipos
autónomos, u otros modos que ofrecen la oportunidad de socializar, siendo muy
recomendables aquellos que tratan la doctrina de Jesucristo, para lo cual la
Iglesia ofrece múltiples oportunidades.
De acuerdo a
nuestras aficiones o cualidades, debemos
de participar con sentido cristiano, no siendo indiferentes, pero con
conciencia de que se trata de bienes temporales que relacionamos con nuestro
bien eterno. Los católicos debemos participar en las actividades honestas de
los hombres, llevando en nuestro interior la presencia de Cristo, lo que se
reflejará sin duda, aunque nosotros no lo manifestemos.
Entre las
aplicaciones propias de la libertad está el terreno de lo opinable, este es un
campo en el que debemos heroicamente defender nuestras propias convicciones,
respetando las de los demás, en todos los terrenos, ya sean: sociales,
políticos, filosóficos, deportivos, económicos, culturales, artísticos e
incluso teológicos. Nuestra mentalidad laical, debe ser plural, en uso de su
libertad, se mueve en estos terrenos sin necesidad del clericalismo, que trata
de inmiscuir a la Iglesia en asuntos políticos y sociales como poder
orientador. Nuestro laicismo es consciente de la separación de la Iglesia y el
Estado, sin perder de vista que este debe de ser respetuoso de la Ley Moral
Natural, que defiende la autorrealización del hombre, confiriéndole dignidad de
persona dotada de iniciativa, y dominio de sus actos, puesto que la naturaleza
condiciona a la libertad y le indica su ámbito. Esta Ley Moral condiciona al
hombre a actuar conforme a su naturaleza racional. Por lo que en casos
antinaturales como el aborto, el divorcio, la homosexualidad (no el
homosexualismo) el hombre de buena voluntad debe de reaccionar siempre a favor
de legislaciones acordes a la Ley Moral Natural. Solamente las mentes obtusas
consideran que los puntos de vista que se fundamentan en sabiduría que lleva
mas de 2000 años de existencia, entre nosotros, que es la que mas ha influido
en la vida de los hombres, y que proviene del Creador, se deberían de
considerar obsoletas, y al mismo tiempo caen en las ideologías como la de
género, que nacen podridas y por su propia degeneración, caerán tarde o
temprano como estopa mojada. Es por ello que los que afortunadamente contamos
con las enseñanzas del cristianismo, nos sentimos obligados a influir, opinando
permanentemente en la sociedad, lo hacemos libremente y así es como las
decisiones humanas correctas, ayudan a
la presente y futura vida: social, cultural, filosófica, artística, e incluso
económica. Esto en ocasiones se ejerce a contracorriente, pues no se entiende
por todos el pluralismo de la mentalidad laical que se opone al clericalismo y
al laicismo secularizador, y que busca el respeto a la justa autonomía de las
realidades temporales y a la naturaleza de las leyes puestas por Dios.
Una luz
inmensa que añade dignidad, aparte de su aspecto salvífico es la santificación
del trabajo, San Josemaría defendió la libertad de los fieles que vincula la
vida cristiana con la temporalidad de nuestra existencia, y enseñó que debemos de ser dueños de una
pluralidad de actividades, y posiciones
políticas, mientras no se opongan a la fe católica, y afirmó que no se deben de
poner dogmas en las cosas temporales. La
libertad en estos aspectos es total para los fieles de la obra, y se aconseja a
todos los hombres de buena voluntad.
El intentar
fijar verdades absolutas, va contra la dignidad humana. Todos tenemos puntos de
vista propios y desde allí contemplamos , cada quien, nuestras preferencias culturales, experiencias peculiares, San Josemaría pone
el acento en lo evidente de las
diferencias cognositivas por lo que tratar de que se consideren verdades
absolutas viene a ser una falta de consideración para con los demás. El
desprecio o desconfianza de los aportes ajenos supondría empobrecimiento
intelectual.
Muchas
soluciones diferentes pueden ser armonizables y diferentes pareceres
pueden ser soluciones diferentes y
buenas. Es bueno recordar que San Josemaría
contempla la libertad en su sentido mas profundo, con la luz del
Espíritu Santo, que nos lleva a comprender a la libertad desde el hecho de que somos libres porque
somos hijos de Dios.
Jesucristo
en la cruz nos muestra de la manera mas sublime, con plena libertad dos cosas
de gran importancia: el amor que tiene a la voluntad del Padre y también por
amor, en este caso por toda la humanidad al liberarnos del pecado mediante su
Pasión y Muerte, allí en su resurrección nos alcanza la victoria sobre el
pecado..
Contemplemos
la agonía de nuestro Señor Jesucristo en Getsemaní al grado de sudar
sangre, al libremente aceptar
rendidamente el Sacrificio que el Padre reclama para nuestra liberación del
pecado. Expontaneamente el altísimo ejercicio de la libertad, al servir a todos
los hombres, entregando lo mas valioso que el hombre tiene, su vida, y
entregándola en medio de sufrimientos indecibles, así Cristo en ejercicio de su
libertad nos ha conquistado nuestra propia libertad. Del Catecismo se extraen
algunos conceptos sobre la libertad:
El acto de
fe es voluntario, Dios nos vincula por nuestra conciencia, pero no nos
coacciona. Jesucristo invitó a la fe y a la conversión.
La fe es
indispensable para la salvación y se ejerce voluntariamente.
El ser
hechos a imagen y semejanza de Dios y solo lo ejercemos por libre sumisión, Adán
y Eva no lo hicieron y abajaron su libertad.
Debemos
vivir libremente sometidos a las normas morales.
El hombre
que se prefiere a si mismo y no a Dios es el que obedece a la tentación de Satanás.
Al casarse
lo hacen libremente, consienten “per se”.
La libertad
permite al hombre buscar libremente su propia perfección, fuimos creados libres
y dueños de nuestros actos.
La libertad
radica en la razón y en la voluntad para obrar o no obrar, hacer o no hacer,
así madura el hombre. Se perfecciona cuando se ordena a Dios. Los actos humanos
(no del hombre) implican la posibilidad
de elegir entre el bien y el mal.
El hombre a
medida que opta por el bien se hace mas libre. Lo contrario es esclavitud del
pecado, libertinaje.
La ascesis
nos hace mas libres, mas responsables.
Todo acto
querido es imputable al actor:
Adán, cuando Dios le pregunta, ¿Dónde estás?
Caín ídem.
David, y Natán, por lo de Urías y Betsabé.
La historia
del hombre nos muestra siempre alienación a la libertad, empezando en el
paraíso. Les muestras son múltiples actualmente: divorcio, aborto, eutanasia,
eugenesia, todos son abusos de la
libertad.
Es un error
concebir al hombre como ser libre cuando en uso de su “libertad” pretende gozar
de todos los placeres que ofrece la vida terrenal.
La gracia de
Dios no se opone a nuestra libertad, por el contrario nos fortalece contra las
coacciones del mundo.
De Caminonos
podemos plantear:
¿Dios lo
quiere?, yo también.
En la
sociedad, mala es una intervención demasiado fuerte del Estado, debe ser
subsidiario no interferir en sus competencias, sino mirar al Bien Común.
Dios entrega
a cada persona funciones para las que es capaz. Esto debe imitarse en la vida
social. (parábola de los talentos, en el juicio particular, etc.)
El principio
de subsidiaridad se opone al colectivismo, limita la intervención del Estado.
Compiló: Jorge
Casas y Sánchez.
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