Si conservamos contacto, y es muy
deseable que así sea, con nuestros hijos ya mayorcitos, es muy de desear que
los instruyamos en que sus almas se deben
disponer a recibir eficazmente la Gracia
del Paráclito. Que las buenas cualidades se refuerzan por su acción, que nos
regala Dones, de Sabiduría, de Entendimiento, de Consejo, de Fortaleza, de
Ciencia, de Piedad, de Temor de Dios, y que lo anterior nos da gozo y paz que
nos ayuda en la necesaria formación nuestra y de sus hijos, (nuestros
nieto(a)s. “El júbilo de la alegría”, que con estos Dones jamás nos hundiremos,
pues son la más grande de las fortalezas. Aclarándonos que la madera
del buen cristiano aquella que ha obtenido las virtudes sobrenaturales y las
practica junto con las virtudes humanas de manera esforzada, tales como la
sinceridad, veracidad, ecuanimidad, serenidad, paciencia, templanza,
etc. Que tienen además un aporte de confianza y felicidad para los
hogares cristianos.
La Gracia habita en nosotros desde el
momento de nuestro bautizo, si bien puede conservarse tan solo en forma
latente, si las condiciones no le permiten desarrollarse, pero si luchamos
para hacerla crecer, para que sea más habitual
en nosotros, más rica en frutos de santidad, aseguramos la salvación. Pero si
la ignoramos y le permitimos que solo se conserve en forma latente, sin
florecer ni fructificar, jamás gozaremos de esa felicidad en esta vida mortal,
que nos proporciona el Estado de Gracia, y ponemos en peligro nuestras
posibilidades de la salvación Así como somos fieles a las cuestiones materiales
que nos proporcionan los bienes necesarios para la vida natural, es necesario
que seamos fieles a los requerimientos de la vida sobrenatural entre
los que destaca la Vida en Gracia, lo que significa lucha, pero gustosa, pues
gratifica nuestra conciencia, a más lucha mas satisfacciones, más gozo de vivir
de acuerdo a lo que Dios nos indica en nuestra propia conciencia, cuando esta
está en formación fiel, y escuchamos al Espíritu Santo en sus mociones.
La Gracia no
solo la pedimos para nosotros, también es materia del apostolado familiar, la
pedimos para las personas que reciben de nosotros los medios de formación, pues
ese es el caso preciso, a nosotros nos corresponde el catequizar el poner sobre
la mesa la doctrina de Cristo, pero es la acción del Espíritu Santo la que
actúa en las almas. Invoquémosla para que en nuestras conversaciones y con
nuestro ejemplo Él actúe.
JCS.
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