ENTRADA 127 EL REINO DE DIOS, AQUÍ EN LA TIERRA.
Lo que el pueblo judío que Dios
había escogido para los sucesos que estamos por mencionar esperaba en cuanto al
Mesías que debía de venir, EN SU INTERPRETACIÓN de las Escrituras y la
Tradición, a un poderoso personaje que fuera un gran rey, gran legislador de lo
político, que formara un poderoso ejército, que se sacudiera el sometimiento a
los romanos que padecían y que hiciera de su pueblo una nación reconocida,
fuerte, autónoma en el concierto internacional.
La realidad de la DECISIÓN DIVINA
es muy diferente, el plan de Dios es el acontecimiento más grande que este
planeta en su conjunto nunca hubiera podido imaginar, y su realización no
necesitaba de ejércitos poderosos, personajes de talla política internacional,
legislaciones sorprendentes, ni cosa parecida. La Decisión Divina fue el envío
de su Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, EL LOGOS, que vino de
la manera más humilde, y armado tan solo de su palabra a ese pueblo pobre, inculto
de pastores y agricultores al que el propio Dios había guiado y concedido
tierras prometidas de antemano a sus generaciones anteriores, y a quienes había
ayudado a poseerlas, venciendo a sus previos ocupantes.
El REINO QUE ETABLECE El CREADOR, es milenario y no fenecerá sino
hasta el fin de los tiempos, los más poderosos imperios y sobresalientes
naciones son conquistadas con la sola
palabra, gozarán de sus enseñanzas novedosas, sus valores humanos que se harán
tradicionales, contarán con una moral nueva cuya aceptación se generaliza, abarcará
con el tiempo todos los rincones de la tierra. Ningún otro período de la
historia humana tendrá sus dimensiones, ante estas palidecen la Grecia Clásica,
el Imperio Greco-Romano, el Siglo de las Luces, el Renacimiento, etc. es el
período de la mayor belleza, la salida de las tinieblas a la esplendorosa luz
de la verdad y del valor del hombre, criatura ahora considerada su hechura a
imagen y semejanza de la DIVINIDAD CREADORA.
Se vuelca sobre la humanidad un
motivo nuevo, grandioso, la vida humana
tiene un valor, un sentido una finalidad de la mayor importancia posible, una
Vida perdurable eterna que es continuación de la vida terrenal. El único Dios,
el verdadero, el Creador, el que nos ama desde la eternidad ya no solo es
conocido por el cerrado pueblo escogido, ahora los escogidos son todos los
seres humanos, los que fueron, los que son y los que serán. El anuncio primero
surgirá de un personaje que predica en el desierto y bautiza a los que se
arrepienten de sus pecados, su amplia prédica se concentra en una frase,
misteriosa y enorme: “ESTE ES EL CORDERO DE DIOS, EL QUE QUITA LOS PECADOS DEL
MUNDO”.
En efecto a quien anuncia es a
Dios encarnado, que será víctima, como el cordero lo era en los sacrificios de
la época. Y quien escogerá a doce hombres a los que hará sus apóstoles, hombres
con defectos, sin conocimientos de élite, en su mayoría pescadores rudos, pero
once de ellos con fe en Él, le siguen, son formados personalmente por Él mismo,
y lo verdaderamente fantástico es que sus actos moverán al mundo, una vez que
su Maestro ha sido muerto por la ley romana a instancias de jerarcas judíos, ha
resucitado para no morir jamás, y su ESPÍRITU PARÁCLITO CELESTIAL los
acompañará en el resto de sus vidas apostólicas, y a la Iglesia que les deja
fundada Jesucristo, la que permanecerá al cuidado de su ESPÍRITU SANTO hasta el
fin de los tiempos.
Es así como la esperanza del
pueblo judío que buscaba la
independencia de Palestina, solo en una parte de su pueblo lo entendió, y creyó
que el Reino de Dios, estaba para siempre en esta tierra. Los arrogantes
jerarcas de ese pueblo están en el basurero de la historia, mientras los
humildes que si creyeron supieron buscar su eterna salvación en el Reino
Perdurable, que contempla como pasan los imperios, terrenales para no
sobrevivir. Sus promesas consisten en predicar la verdad, el perdón, el
servicio a los demás, la justicia, la misericordia, el amor, la paz, y la más
grande de todas LA GRACIA DE DIOS. Este reino REINA EN NUESTRAS ALMAS, cuando
consideramos que Él es el camino, la verdad y la vida, cuando amamos a nuestro
prójimo, y somos misericordiosos con los demás como Cristo lo es con nosotros.
Jordi Casas.
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