VEJEZ, ANCIANIDAD, DECREPITUD.
Nuestra existencia, el ser alguien, el estar conscientes de
que maduramos, crecemos, planeamos, pensamos, en otras
palabras vivimos, ejecutamos, es
resultante de la voluntad de Dios creador, que nos ha puesto en esa irrepetible
condición propia de cada persona. Ha sido su voluntad que seamos, y que
tengamos dos vidas, una aquí en el cosmos, nuestra casa común, y otra de
carácter espiritual, eterna que tiene dos fines diametralmente opuestos, una de
felicidad indescriptible que nos la debemos de ganar en esta la terrenal,
cumpliendo su voluntad, la que Jesucristo su hijo, nos ha dado a conocer. En
esta vida terrenal tenemos varias etapas distintivas y de duración diferente,
las podemos distinguir como: la gestación, la niñez, la adolescencia, la
juventud, la madurez y el envejecimiento. En esta oportunidad me quiero referir
a esta última.
Vamos a llamar: vejez, ancianidad
y decrepitud a las tres etapas del
envejecimiento, a los tres períodos cronológicos
de la vida de las personas humanas, a la que se identifica como tercera edad,
la cual para fines legales menciona como mayoría de edad los dieciocho años, y
la de adulto mayor a los comienza según las circunstancias a los 60, y/o a los
65 años de edad, esto puede cambiar
acorde a las diferentes legislaturas, lo que es lógico dado que el proceso
demográfico cambia por diversas razones y en los diferentes países, que son los
que tienen sus propias estadísticas. Desde el punto de vista médico, debido a
las inmigraciones de personas sin documentación se ha visto la necesidad de
valoraciones médico-legales para la determinación de la edad legal, con fines
de los cálculos de la seguridad social, laboral, legal. En México se considera
adulto mayor a quien tiene sesenta años o más, pero los beneficios del programa
social con beneficios de pensión del Bienestar, empiezan a los sesenta y cinco
años.
VEJEZ, para
nuestros fines vamos a considerar esta etapa a partir de los sesenta y cinco
años, en esta edad y en circunstancias normales, es decir sin enfermedades no
superadas, vamos a gozar o sufrir beneficios o daños que se deben a lo que se
denomina “estilo de vida”, no es un aspecto puramente de status, sino de lo que
hemos hecho con nuestra mente y cuerpo, en materia de alimentación, adicciones,
actividades deportivas, estudios y otros usos intelectivos. Lo que no afecta por igual a las personas,
pues hay quien tiene un cierto tipo de constitución o más resistente o más
delicada que otras. He conocido personas que fuman y beben en demasía y que su
constitución no parece sufrir, sino que aguanta sin síntomas y por largos años,
suelen morir, no por sus descuidos, vicios o adicciones, sino por otras causas. Pero son más bien
excepciones.
Por un lado están las adicciones,
por ejemplo, el muy perjudicial del tabaco, o el de ingerir bebidas alcohólicas
con cierta frecuencia, el exceso en los alimentos ricos en harinas, azúcares
grasas, etc., la vida sedentaria, y otras circunstancias no propias para la
salud. Es posible que en su momento pasen factura. En cuanto a las actividades
mentales es muy beneficioso, dicho a modo de ejemplo, el mantener los esfuerzos
intelectivos, con aprendizajes nuevos, los propios de nuestra actividad personal,
artística, histórica o de otros temas culturales, los de nuestras aficiones,
los que en un futuro nos pueden servir para escalar en la vida económica o
profesional, el caso es no dejar a la mente sin actividades que signifiquen
cierto esfuerzo de aprendizaje. Esto llevado a cabo en la etapa de la madurez
será beneficioso en la de la vejez, en la que deberá de continuar, siempre será
conveniente que tengamos a otras personas que nos sean paradigmáticas, por sus
buenos ejemplos.
El reverso de la medalla que es la persona
apática, conformista, flojona, que abandona al esfuerzo, e incluso que practica
el hedonismo. Hoy día, gracias al progreso de la ciencia médica y la mejora de
los alimentos en varios aspectos, las personas a los sesenta y sesenta y cinco
años no viven como viejos, sino como personas en maduración, muy activas, sanas,
optimistas con creatividad, ansias de
progreso y conservando la apariencia de ser mucho más jóvenes. De allí que se
diga con mucha razón que: “se tiene la edad que se ejerce” u otra que dice:
“cada quién tiene la edad que puede”.
LA ANCIANIDAD, es la última etapa de la vejez, ¿cuándo
comienza?, simplemente cuando se dan los síntomas propios de esta etapa, que
son irreversibles y progresivos, aunque no definitivamente fatales, pues hay
ciertas soluciones que retardan su aparición o su progreso, podemos mencionar los físicos, los mentales, y
los de capacidad inmunitaria: Entre los físicos está la
pérdida de fortaleza, capacidad visual especialmente la cercana y ciertas pérdidas en la audición, surgen
arrugas y empieza la flacidez muscular, lo que es un cambio en la regeneración
celular, sin embargo debido a los genes y al entorno personal, estos síntomas
tienen diferentes comportamientos. La menor elasticidad corporal, la manera de
caminar y cierta pérdida del equilibrio también se dan, y muchas alteraciones
bien conocidas como la pérdida de cabello, más en los varones, el
encanecimiento del mismo, la piel se torna más delicada, se pierde estatura,
tendencia a encorvarse, y un sin-número más.
Entre las mentales tenemos la pérdida parcial de la memoria,
esta se da de diferentes formas, en ocasiones se olvida la palabra necesaria,
en otras hay tendencia a olvidar hechos recientes, curiosamente con buen
recuerdo de acontecimientos del pasado, aún los lejanos. Se dan cambios en las
actitudes para con los demás, también cambios en los estados de ánimo que
pueden convertirse en estados de estrés o depresión, de susto, de gusto o disgusto sobre los
alimentos, sentimientos de molestia o inconformidades. Lo curioso es que se
pueden encontrar en muchas ocasiones síntomas positivos en la mente de ciertos
ancianos, como una mejor capacidad de síntesis, un interés verdaderamente
amoroso por la humanidad que se combina con deseos de colaboración, de ayuda,
aportando tres aspectos que son importantes, aumento de las oraciones, en
especial por los otros, otro es la retrospectiva, y el otro las experiencia, mismas que son capacidades que pueden proporcionar
muy útiles consejos a las generaciones más jóvenes y a las personas mayores
también.
DECREPITUD es el estado verdaderamente disminuido de las
facultades físicas, o físicas y mentales. Se le llama senil a aquella persona
anciana que ha perdido en forma lamentable alguna o algunas de sus capacidades
mentales, que la medicina califica como demencia senil. Esto debido a que hay
ancianos decrépitos físicamente pero aún sanos y con capacidad mental, sin rastro
alguno de senilidad, aunque con los síntomas propios mencionados antes, siendo
su mentalidad muy superior a su decrepitud física. (se puede dar esto al
revés). Pero aquí el caso a lo que clama, a lo que invita al ser humano con
buenos y nobles sentimientos caritativos es a comprender y ejecutar la
humanística forma de auxiliar a estas personas cuando ya están tan disminuidas.
El materialismo propone que a los
seres humanos disminuidos se les quite la vida y usan eufemismos que califican a este crimen como: muy humano,
porque evita el sufrimiento del sujeto y a sus allegados les evita molestias y
gastos, la llaman “muerte digna” considerando estos no como curativos, sino
como derroche irrecuperable. Olvidan olímpicamente que la vida solo la da y la
quita Dios.
En otros casos el sujeto decrépito,
ha tenido la precaución de tener los
fondos necesarios para costear sus enfermedades y gastos funerarios cuando el Señor
lo llame a la otra vida, a forma de no ser costoso a sus familiares, en estos
casos es la caridad humana la que se debe de ejercer en forma de: atenciones,
compañía, cariño, agradecimiento, atenderlos en sus necesidades de movilidad,
dentro y fuera del hogar, por ejemplo tratando de respetar sus costumbres
piadosas como asistir a la Santa Misa, en otras palabras tratarlos con caridad
cristiana. La decrepitud no convierte al ser humano en vegetal, algo por intensa que sea su demencia, puede
conservar en su fuero interno sobre la Divinidad. Yo soy testigo de un
moribundo senil, que apenas pudiendo ligar palabras aparentemente inconexas
rezaba el Padrenuestro.
A MODO DE CONCLUSIÓN, nadie sabe
lo que nuestra existencia nos depara, solo algunos enfermos terminales, tienen
información médica de los meses, semanas o días que les resta de vida, lo que
visto piadosamente es una circunstancia que Dios Creador ofrece a algunos y es
cosa de agradecer porque les permite prepararse cristianamente para pasar a la
Vida eterna, siendo esta forma de preparación la que todo buen cristiano debe
de tener cómo norma de existencia, ya que no sabemos ni el cómo ni el cuándo,
por lo que siempre, independientemente de la edad, pues todos, jóvenes sanos y fuertes también, estamos
expuestos a la pérdida de la vida accidentalmente, e incluso a la muerte súbita,
de personas perfectamente sanas. El mejor consejo que todo buen cristiano debe
seguir es el de vivir siempre en estado de gracia, y si este se pierde, pues lo
nuestro es caer, regresemos a este, mediante el Sacramento del perdón, que en la
grandeza de su amor la Santísima Trinidad nos ofrece. Y La ayuda de Nuestra Madre la Santísima Virgen,
siempre nos es otorgada para ello, aceptémosla.
JCS.
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