miércoles, 18 de septiembre de 2019

FE CRISTIANA


INTRODUCCIÓN, FE, CRISTIANA.
La fe cristiana consiste en creer en la  divinidad de Jesucristo, en su Iglesia, en su doctrina, se trata de un  don de Dios que nos es  otorgado por su misericordia y por su amor.
La fe es don que Dios  nos ofrece, se acepta o se rechaza, se promueve o se deja de lado.
A Pedro le contesta cuando la aseveración  de: ... ”tu eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” …bienaventurado eres Simón hijo de Joná, porque no te han revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Es por la fe que podemos abrir la inteligencia a la luz divina, a la luz de la Revelación, así tendremos a la razón,  a la sabiduría   iluminadas por la fe.
Pero la fe no solo está en las creencias, es operativa, y para ello nada nos la muestra tan bien como la Carta de Santiago, apóstol, de la que cito:
 “ Santiago 2,7-14 al 19. ¿De qué sirve, hermanos míos, que uno diga tener fe, si no tiene obras? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento cotidiano y alguno de vosotros les dice: -Id en paz calentaos y saciaos, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de que sirve? Así también la fe, si no va acompañada de obras, está realmente muerta.


Pero alguno podrá decir: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin obras, y yo por mis obras te mostraré la fe.
Es la fe operativa la que practica el cristiano. Cuando ora, hace un acto caritativo, participa de la Santa Misa o reza el Santo Rosario, considera su filiación divina, medita, ofrece a Dios sus quehaceres profesionales, familiares, sociales, etc.
Razón y fe, no se oponen, por el contrario es necesaria la fe pare ver la verdad razonablemente, sin la fe no es posible comprender la Revelación ni la Moral Cristiana, contenida en el Nuevo Testamento y en la Divina Tradición, cuidada por el Espíritu Santo en el Magisterio de la Iglesia.
 Más de 2000 años de intensos estudios  por mentes preclaras de hombres de la Iglesia que incluyen a científicos renombrados, nos han dejado comprobado que la razón no deja de serlo al recibir la luz de la fe, al contrario penetra mejor los misterios del ser persona humana, criatura de Dios.
Al tratar de entender los misterios de Dios, el hombre necesita de sus razonamientos o sea de su inteligencia,  y esta, es en la Filosofía, en la que encuentra las más altas abstracciones necesarias para entenderlos,  y dado que el conocimiento de lo que respecta a Dios es teología, la filosofía resulta el instrumento  más adecuado, por su lenguaje, y su capacidad de abstracción de servir como instrumento de la aquella.
Para que la fe no se desvíe y se quede en la esfera de los sentimientos el creyente debe estar instruido en los más altos niveles de su capacidad intelectiva, así su fe  formará íntima parte de sus actos vivenciales.
Pero no se aconseja que se introduzca uno, en el estudio solitario de la filosofía en general, pues se corre el peligro de caer en “filosofías” contrarias a nuestra fe, sino que se concentre el católico en la “Filosofía  Cristiana” segura, fundada en  los más grandes de todos los filósofos y teólogos que la Iglesia ha tenido hasta ahora, algunos de ellos entre los Padres de la Iglesia, siendo el último, san Agustín, en plena  edad media san Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino,  por mencionar solo algunos. Nos encontraremos  así mismo multitud de sus seguidores, y comentaristas.
Es el deseo de conocer y amar más a Dios el motor que nos debe de impulsar al conocimiento, aunque somero, de la “Filosofía Cristiana”, como lo son, claro, cualquier otra actividad humana, como la meditación, la santificación de las cosas pequeñas de nuestra existencia, del trabajo, de la vida familiar y todas nuestras actividades comunes y corrientes, como lo son: el ejercicio de la profesión, la investigación, el cultivo de arte, artesanía, trabajo personal o actividades lícitas, como el deporte, el ocio, el descanso,  ya que todo nos debe de llevar a Dios.
Ya desde 1879 el papa León XIII en su encíclica “Aeterni Patris”,  trata de la restauración de la filosofía cristiana en las escuelas católicas, más adelante en este breve curso nos dedicaremos al conocimiento de las enseñanzas de este magnífico documento, el cual el propio pontífice  consideró como su más importante encíclica, por haber influido en enseñanzas posteriores sobre la persona humana, el trabajo, la sociedad, la familia, el matrimonio, y el Estado.
Es por tanto  que 132 años después de la publicación de esta encíclica, debemos de rendirle homenaje por su santidad, su sabiduría, sus enseñanzas, las que nos durarán hasta el final de los tiempos.

Todos los católicos tenemos una dosis de vocación cristiana, puede ésta radicar en forma latente y no haberse manifestado, puede también tener una dimensión pequeña, o puede ser fuerte y sin embargo compartirse con la propia ignorancia. Lo que nos lleva a la situación ideal, es una fuerte vocación y una información amplia. Es la persona con formación, mayor o menor, acorde a los diferentes grados de su capacidad, actividades diversas de su existencia, y demás factores lo que nos orientará hacia el tiempo a dedicar a esta actividad  de ampliar nuestros conocimientos, pero de antemano consideremos que  un total dominio de la materia, no se podrá considerar completo, jamás, la formación cristiana no tiene límite, todos absolutamente todos, incluyendo al más sabio y santo cardenal u obispo, tiene que continuar su formación hasta el último instante de su vida consciente, el saber morir cristianamente, será el último eslabón de nuestra formación.
Jorge Casas y Sánchez.

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