De las 186…SANTIFICAR EL TRABAJO Y EL MUNDO, DESDE DENTRO.
Este es el mensaje principal
del trabajo desarrollado por San Josemaría, el cómo los quehaceres,
tareas, trabajo, vida familiar, social etc. son
medio de acercarse a Dios y cristianizar a la sociedad.
Son patentes las luces y sombras de nuestra época, por un
lado gran desarrollo tecnológico,
progreso civil, por otro la barbarie científica. De allí que el Papa Juan Pablo
II, y ahora el Papa Francisco nos animen a que
con la luz del Evangelio, los católicos iluminemos a la sociedad,
buscando su transformación al querer de Dios.
Muchos no saben cómo hacerlo y creen que esa es tarea de los
políticos y poderosos, pensando que son los únicos que pueden influir, dada su
posición económica, política o financiera. Esto no es así, los ciudadanos
cristianos, comunes y corrientes somos factor importantísimo de influencia, si
no permanecemos como simples espectadores y actuamos. No se trata de aplaudir o
silbar a los protagonistas, sino entrar a su terreno de juego. Nuestra actitud,
nuestra postura, nuestro actuar en el mundo, cuenta y mucho, si nuestra actitud
y acciones responden a la forma de cooperar responsablemente en forma sobrenatural
con el poder de Dios, procurando restablecer el orden quebrantado devolviendo a
las estructuras temporales su función natural de instrumento de desarrollo y
progreso ordenado de la humanidad. De llegar con ello a la Redención.
Santificando al mundo desde
dentro, lo que es mostrar al mundo, el santificar con sentido cristiano
las estructuras, las profesiones y las instituciones humanas. Como lo enseña el
Concilio Vaticano II, los laicos han de iluminar y ordenar todos los asuntos
temporales a los que estén estrechamente vinculados. Se trata de realizar lo que
nos corresponde, compete y más si se puede realizándolos para mayor gloria del
Creador y del Redentor, mostrando que Jesucristo ha redimido a toda la
humanidad. Esa es nuestra misión.
Los cristianos tenemos el poder necesario, aunque no
poseamos “poder humano”, nuestra fuerza es la oración, y las obras convertidas
en oración. Es enorme la fuerza, el
poder eficaz que se despliega con estas armas específicas, que la mayor parte
de los cristianos posee, y que influye grandemente en la transformación de la
sociedad, al ejercer: la oración y el trabajo santificado, santificador. “Esfuérzate
para que las instituciones y las estructuras humanas en las que trabajas y te
mueves con pleno derecho de ciudadano se conformen con los principios que rigen
una concepción cristiana de la vida. Así, no lo dudes, aseguras a los hombres los
medios para vivir de acuerdo con su dignidad, y facilitarás a muchas almas que,
con la gracia de Dios, puedan responder personalmente a la vocación cristiana”.
San Josemaría recibió de Dios con palabras de extraordinaria fuerza, lo
siguiente: “cuando seré levantado en alto sobre la tierra, todo lo atraeré hacia mí.
Lo entendí perfectamente. El Señor nos decía: ¡si vosotros me ponéis en la
entraña de todas las actividades de la tierra, cumpliendo el deber de cada
momento., siendo mi testimonio en lo que parece grande y en lo que parece
pequeño…,entonces! ¡mi reino entre vosotros será una realidad! Cristianizar la
sociedad.
Dios ha confiado al hombre la tarea de edificar la sociedad
al servicio de sus bienes, el temporal y el eterno. Esto incluye las costumbres
y las leyes así como a las instituciones, a las que se debe, dirigir nuestra
participación y esfuezo, dentro de nuestras posibilidades personales, hacia el
Bien Común. Cada uno debe encontrar su propia plenitud a sabiendas de que todo
está trastocado a partir del pecado original y la proliferación de pecados que
le ha seguido, consistentes en: concupiscencia, violencia, injusticia, al grado
que el cúmulo de los pecados personales, han llegado a que vivamos en una estructura
de pecado.
La liberación que Jesucristo vino a lucrarnos a este mundo,
precisamente consiste en la redención del pecado y sus consecuencias. Nuestro sino,
por tanto debe ser, en cuanto cristianos, CRISTIANIZAR la sociedad, liberándola de esas estructuras
de pecado, de las leyes contrarias a la Ley Moral, procurar que las relaciones
humanas sean presididas por el amor de Cristo, esta es nuestra tarea ciudadana,
contribuir a que en la vida moderna, su economía, su cultura, sus relaciones
humanas, la convivencia social, el descanso, la vida social la vida de familia,
se amolden a la divina voluntad.
Cristianizar la sociedad no es imponer a nadie la fe
verdadera, los católicos respetamos el
derecho a la libertad social y civil en materia religiosa, tenemos abierta
nuestra actitud ante toda creencia, y esperamos que cada quien sea fiel a su
propia conciencia, mientras sus actos sean acordes a la moral pública y a la
paz, lo que además el Estado debe de tutelar. Que están en el error, si y procuraremos que conozcan la verdad enseñando con el
ejemplo y si uno es cauto y la situación lo aconseja, con la palabra, pero
nunca con la coacción. El acto de fe solo puede ser auténtico si es totalmente libre.
Cuando los cristianos
intentamos que la Ley Civil promueva el respeto a la vida humana desde
la concepción hasta la muerte natural, la estabilidad de las familias,
reconociendo la indisolubilidad del matrimonio,
los derechos inalienables que los padres tenemos sobre la educación de
nuestros hijos, tanto en las instituciones públicas como las privadas, por
ejemplo inconformándonos radicalmente en contra de enseñanzas como la Teoría de
Género, que es algo que va contra natura y por supuesto contra la moral pública
y social, y otros aspectos como la justicia en las relaciones laborales, no
buscamos imponernos a los demás. Sino que fundamentados en la verdad queremos
contribuir a edificar una sociedad mejor, que no vaya en contra de la dignidad
humana. Siempre estará fundamentada nuestra argumentación en la certeza de
apoyarse en principios humanos verdaderos, convenientes, y acordes a la sana razón humana, a forma de
que cualquier persona, de cualquier creencia pueda apreciar la importancia que
los valores más altos de la familia que conforma la totalidad de los hombres,
sean apreciados. Claro a menos que esté negado a ver, ya se sabe que no hay
peor ciego que el que no quiere ver.
Los católicos , serena y discretamente debemos esforzarnos en las instituciones y
estructuras humanas en que nos desempeñamos, que sean acordes con los principios que conforman
nuestra concepción de la vida, el amor al prójimo, la justicia, el respeto, no
lo dudemos, es así como se debe ejercer la dignidad humana. De esta manera
colaboraremos a sanearlas y estaremos colaborando a sanear los ambientes,
procurando que se vivan las virtudes adecuadamente, antes que nada con nuestro
ejemplo. Nosotros al vivir la fe cristiana
hacemos sentir a los demás la
aspiración que toda persona humana tiene, de ser tratada como lo que es, ve
respetados sus derechos y se ve conminada a respetar los de los demás. Así
nosotros estaremos santificando nuestras acciones al desempeñarlas y colaborando al Bien Común, que no es solo
el desarrollo económico sino que incluye el estrictamente personal, y en
nuestro caso incluye, además la obtención de la gracia de Jesucristo. Los
primeros cristianos nos dejaron un ejemplo maravilloso, ellos no tenían
programas sociales que cumplir, lo que tenían fue una vocación sobrenatural,
una concepción de la vida que los llenaba de espiritualidad. Nunca dieron la
espalda al mundo, lo afrontaros y triunfaron, en el tiempo quedó demostrado.
Al actuar así contribuimos a sanear el ambiente y las
estructuras, y se empapan de nuestro espíritu, pero ello no es suficiente, es
si, una meta alta y no es fácil de procurar llevarla a cabo, pero aún hay más, debemos irradiar alrededor de nuestra conducta diaria la luz y
el amor a Cristo, si el entorno en el que trabajamos, vivimos, nos movemos es
de cristianos, será entonces lugar de apostolado, en él deberemos procurar que
los que lo conforman sean mejores cristianos, esto no solo ayudará a que las
estructuras sean sanas sino que las personas sean santas. Que en ese ambiente
brille la luz de Cristo, que haya hombres nuevos, pendientes de las enseñanzas
evangélicas. Santificando el trabajo, santificándonos en él y santificando con
él. Muchas cosas dependen de lo anterior, se menciona como ejemplo la
conveniencia de llevar allí el fermento de la redención. No debemos perder de
vista que somos la sal de la vida, y esta no debe perder su objetivo, Dios la
ha puesto en nosotros para queque influyamos positivamente en nuestro entorno.
El Papa San Juan Pablo II ha señalado que es un cometido que requiere valentía
y paciencia, la valentía porque hay que vencer el miedo a chocar con el ambiente,
y paciencia porque cambiar la sociedad desde dentro requiere tiempo, debemos
mantenernos siempre dispuestos a santificar la sociedad desde dentro, estando
en el mundo, sin convertirnos en mundanos. Nuestro Señor quiere que infundamos
con la santificación de nuestro trabajo profesional el espíritu cristiano a la
sociedad que es medio imprescindible para el progreso de la sociedad y el mejor
orden de las relaciones humanas entre todos nosotros.
Lo ideal es que una vez que cada uno de nosotros haya
logrado santificarse en su trabajo, acerque colegas con los que tenemos
contacto profesional para que también ellos
lleguen a santificar su trabajo, sea en la profesión que sea, o
dedicación a la empresa, debemos influir en el ambiente, con buenas relaciones
laborales, no es suficiente con evitar las prácticas inmorales, debemos ir mas
allá, es necesario limpiar el ambiente, y hacerlo conforme a la dignidad humana.
Lo que solo se logrará con FORMACIÓN, que logre en nuestras almas la
consideración de que se trata de un imperativo divino que pesa sobre nuestras
conciencias. No debemos de olvidar que aparte de las actividades de trabajo
debemos colaborar con las iniciativas de diverso índole, junto con otros que
comparten los mismos ideales, me refiero a sitios e instancias en los que se
puede influir, como lo son las que se organizan para la juventud, como
actividades deportivas, talleres de teatro o literatura, etc. escuelas donde se
imparta educación cristiana, o asociaciones cuyas actividades lo permitan.
Compiló: Jorge Casas y Sánchez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario