LA CONCIENCIA Y EL
PECADO.
LA CONCIENCIA.
El obrar de
acuerdo a nuestra conciencia, es algo que se nos aconseja desde muy jóvenes, y
es algo muy importante y es conveniente que profundicemos en el tema.
Se supone
que obrar acordes a nuestra conciencia es obrar bien, y lo contrario es obrar
mal. A esto debemos añadir que para obrar siempre
bien, es necesario formar bien nuestra conciencia. Porque de no ser así
podríamos obrar creyendo que estamos en lo justo y que ello no sea así.
La Ley de
Dios nos señala: que es lo que hay que hacer y que es lo que hay que evitar.
Por lo que la debemos de aplicar en todos nuestros actos humanos. Al cumplir estaremos actuando de acuerdo a la
ley moral. Recordemos que uno de los
objetivos de lo MORAL es: “el juicio sobre la bondad o maldad de los
actos humanos”.
Así es como
la conciencia no crea, sino que; juzga, conoce y aplica la ley moral de
nuestros actos, a sabiendas de que se está obrando bien o mal.
Es frecuente
en nuestros días, en que abundan las conciencias mal formadas, laxas o
prácticamente inexistentes, el considerar que la conciencia tiene la supremacía
y la exclusividad de nuestros actos, sin considerar la Ley Moral, por ejemplo
si se desconoce la autoridad del Magisterio de la Iglesia, y se pretende que
ante la objetividad de señalar, por ejemplo, el que es obligatorio oír Misa los
Domingos, pusiésemos la subjetividad de decir que: debo de ir si mi conciencia
me lo señala y si no, no. Lo que sería contravenir una ley de la Iglesia, y que
equivale a ponerse a si mismo en el lugar de Dios. La conciencia culpablemente
errónea no hace lícito el acto malo que se considera en ella. O peor aún negar
que la Iglesia tenga autoridad sobre las conciencias.
Estaremos de
acuerdo en que nunca es lícito el obrar en contra de nuestra conciencia, por lo
que cuando exista duda, hay que salir de esta. Es parte del proceso de la
formación, porque si la conciencia no es recta, tampoco la vida lo será. Esto
nos remite a que es conveniente y necesario estudiar la Ley Moral, la Ley Natural,
la Cristiana, la que nos enseña la Santa Madre Iglesia. Ahora bien, una vez
conocida nos es indispensable ponerla en
práctica, no basta con un conocimiento teórico, debemos conocer y seguir sus
preceptos, y cada vez nos resultará mas apropiada y conveniente, si no se obra
así, sucede lo contrario, la conciencia se va debilitando, se va haciendo laxa,
hasta el momento en que no se es capaz de distinguir el bien y el mal. Se deforma
a tal grado que no se percibe lo malo de los actos humanos impropios. La
conveniencia de formar primero y seguir después rectamente la conciencia es lo
que debemos hacer y tomar en cuenta que el premio que nos espera es muy grande.
La dirección espiritual es conveniente porque somos malos jueces de nosotros
mismos, ante los defectos propios padecemos ceguera, es por tanto conveniente
que se nos ayude a conocernos mejor, en especial en relación a nuestras
imperfecciones y carencias, se trata de una orientación que nos permite la
mejora personal. Esto es aún más aconsejable cuando estemos atravesando en
nuestra vida alguna dificultad, sea de lo que sea; será posible que la ayuda
que recibamos nos serene y
ayude a
encontrar la mejor salida de la tormenta. Nuestra formación personal, la mejora
de nuestro criterio, la profundidad de nuestras convicciones se afinarán y nos permitirán actuar con mas
sentido de responsabilidad ante Dios, y ante los hombres, seremos mas fuertes
para no dejarnos arrastrar por las modas pasajeras, ambiente, e ideologías que eventualmente se opongan a la verdad y al
bien.
EL PECADO.
El pecado es la transgresión
voluntaria de la ley moral, esta es la expresión
de la Voluntad divina, el pecado es una desobediencia o rechazo de Dios, y por
lo tanto ofensa a Él. Aunque en el momento de cometerlo, no se piense
explícitamente en ofenderle.
Todos los
pecados van directamente contra Dios, los hay contra el prójimo, contra uno
mismo y contra el propio Dios, Ej. La blasfemia.
Son tres las
condiciones (adelante las veremos) que se relacionan con todos los pecados, si
solo dos se dan el pecado es venial, si se dan las tres pero la materia es
leve, es venial, y cuando se dan las tres condiciones y la materia es grave el
pecado es mortal. Lo que quiere decir que nos indispone con Dios, que nos aleja
de su gracia santificante, y nos pone en grave peligro de perder nuestra
salvación e irnos por el otro camino, el de la condenación, despreciar los Mandamientos
de la Iglesia, además de los Diez Mandamientos equivale a pecar gravemente.
Además, la conciencia culpablemente errónea
no hace lícito el acto que se considera
en ella. O peor aún negar que la Iglesia tenga autoridad para definir mandamientos
que recaen sobre las conciencias. Estaremos de acuerdo en que nunca es lícito
el obrar en contra de nuestra conciencia, por lo que cuando exista duda, hay
que salir de esta. Es parte del proceso de la formación, porque si la
conciencia no es recta, tampoco la vida lo será. Esto nos remite a que es
conveniente y necesario estudiar la Ley Moral, la Natural, la Cristiana, la que
nos enseña la Santa Madre Iglesia. Ahora bien, una vez conocida nos es
indispensable ponerla en práctica, no
basta con un conocimiento teórico, debemos conocer y seguir sus preceptos, y
cada vez nos resultará mas apropiada y conveniente, si no se obra así, sucede
lo contrario, la conciencia se va debilitando, se va haciendo laxa, hasta el
momento en que no se es capaz de distinguir el bien y el mal. Se deforma a tal
grado que no se percibe
lo malo de
los actos humanos impropios. La conveniencia de formar primero y seguir después
rectamente la conciencia nos encamina al premio que nos espera, y este es muy
grande.
El pecado
mortal nos aparta completamente de Dios, basta cometer uno solo grave para ello;
y si se cometen más, se agrava por acumulación.
Para pecar
se deben de dar estas condiciones y como dijimos son:
CONOCIMIENTO—ADVERTENCIA
–MATERIA.
Por “conocimiento” entendemos el que se
sepa que el acto es pecaminoso, (ilícito) o sea contrario a la sana moral
cristiana, a los Mandamientos de la Ley de Dios, o a los mandamientos de la
Iglesia.
Por “advertencia” se debe de entender el
que esté la persona consiente de que está cometiendo o por cometer una acción
pecaminosa, (ilícita).
Por “materia” entendemos que la gravedad
del pecado (ilícito), es cuestión de conciencia teniendo presentes los
Mandamientos de la Ley de Dios y los de la Iglesia. Va de leve (pecado venial)
a grave (pecado mortal).
EL PECADO MORTAL:
La gravedad
del pecado mortal lo es por el alejamiento que produce en nuestra relación con
Dios. Nos hace perder la vida de gracia
además hace al que lo comete reo de las penas del infierno, que es esclavitud
de Satanás, , predispone a continuar cometiendo ilícitos, al aumentar la
inclinación a la comisión de actos malos, al tiempo que nos aleja de la
comisión de buenas obras.. y en caso de realizar cosas buenas , estas no
resultan meritorias ante el Creador, dado el alejamiento que existe.
Pero
Jesucristo dado el amor que la Trinidad tiene al hombre le proporciona la
manera de resolver esta situación por medio del Sacramento de la Confesión. A
este debemos acudir con arrepentimiento y propósito de enmienda lo que, además, debemos de hacer con toda la
premura posible, de manera que no sigamos en esa situación de muerte del alma.
EL PECADO VENIAL:
Cuando falta
una de las tres condiciones mencionadas antes, el pecado es venial. Estos
pecados son también una ofensa a Dios, aunque no nos apartan completamente de
Él, y tampoco quitan, ni disminuyen la gracia del alma, sin embargo enfrían
nuestros deseos de agradar a Dios, además que pueden predisponer al pecado
grave.. Nuestra actitud debe de ser la
de evitar, rechazar la comisión de pecados veniales en especial cuando son de
los que cometemos una y otra vez. Son como vicios no graves, pero que dañan,
pues si bien no nos quitan la gracia si debilitan nuestra actitud de agradar a
Dios, son una manera de claudicar ante las tentaciones del demonio, lo
conveniente es abominarlos y que no se arraiguen en nosotros.
DE LOS PECADOS EN GENERAL:
El pecado es
siempre personal, se habla del “pecado social”, entendiendo que está tan
arraigado en una sociedad que se le considera social; esto no es verdad, el pecado es siempre personal, la
sociedad no peca, es la persona humana, la que será juzgada, independientemente
de que sea cometido por muchos. Otras distinciones son el exteriorizar un
pecado propio, si por ejemplo, cometo un
pecado contra la pureza y además lo doy a conocer, lo exteriorizo, aumenta su
gravedad, y si se enteran de ello menores, estaría añadiendo otro pecado, el de
escándalo, (perversión de menores).
Otros
aspectos del pecado son, como lo indica el “YO PECADOR”, los pecados de
pensamiento, palabra, obra y omisión. En cuanto a los de pensamiento recordemos
las palabras de nuestro Señor Jesucristo: ”Yo os digo que todo el que mira a
una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt.5,27). La visión
completa de los seres humanos nos indica que son acciones humanas, si bien
internas el pensar y el querer, y que de ellas somos responsables.. De estas no
tendremos que dar cuenta a los hombres, pero a Dios que conoce nuestro interior
mejor que nosotros mismos, si, Dios espera de nosotros una rectitud total,
tanto interna como externa. En cuanto a los hombres la hipocresía puede ocultar
aspectos que ante Dios son absolutamente aparentes. De los pecados de palabra
no necesitamos mayores explicaciones. De los de obra, como se vio arriba se
pueden exteriorizar incluso. El ejemplo del pecado de omisión que más se señala
es el de omitir la Santa Misa dominical, y muchos otros como la omisión de la
recepción de los Sacramentos, omitir la oración, la limosna, Etc.
No falta
quien trata de reducir las responsabilidades propias del pecado, aduciendo que
lo que no atenta contra los demás o contra la sociedad, carece de maldad, esto
es falso de toda falsedad, ya que la transgresión a la ley moral no solo se da
cuando esta se exterioriza, sino cuando se realiza en secreto personal, o
cuando se omite una obligación cristiana.
Otro aspecto
muy importante, que no se debe de dejar de lado es el que se refiere al
mejoramiento personal, ya que como miembros de la comunidad, en tanto seamos
mejores personas, mas ayudamos al aspecto social, por lo que la lucha ascética
personal, el mejoramiento como persona, por íntimo que sea, tiene un efecto en
las comunidades a las que se pertenecemos, la familiar, la profesional, la
política, la social, etc. El buen cristiano lucha por ser mejor personalmente y
por mejorar la sociedad en la que vive.
LA TENTACIÓN:
Es
importante distinguir entre tentación y pecado la tentación no es pecaminosa,
si no se consiente, es algo que Dios permite que nos suceda, y es ocasión de
que mostremos al Señor que la rechazamos, por venir del demonio, al ser
tentados es decir al tener la inclinación malsana de actuar, de realizar, algo
malo, algo contrario a la conciencia,
proviene de nuestra naturaleza caída, lo que debemos de hacer es
rechazarla, no consentirla, así mostramos nuestro respeto y amor a Dios, la
tentación puede ser de obra, de pensamiento, de intención y su rechazo nos es
obligatorio para no pecar. La tentación que se consiente se convierte en
pecado, pero mientras luchamos en su contra, no solo no pecamos, sino que
cumplimos con la Divina Voluntad. Es el no consentir y además el evitar las
ocasiones de pecado lo que nos es conveniente. Son varias las ocasiones de
pecar a ser evitadas: lecturas, videos, conversaciones, revistas películas,
lugares, ante lo que tenemos que reaccionar con energía para evitarlos. De no
llevarlo a cabo, de exponernos, es ya
ofensa a Dios, que al hombre está llamándole siempre a amar y a hacer el bien
y a evitar el mal…el hombre tiene una y inscrita por Dios en su corazón…La
conciencia es el núcleo mas secreto
y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo
mas íntimo de ella”. El juzgarse a si mismo sin la ayuda del conocimiento
adecuado de la Divina Voluntad el no apreciar la ley de la Iglesia, equivale a
ponerse a si mismo en el lugar de Dios. La conciencia culpablemente errónea no
hace lícito el acto malo que se considera en ella. O peor aún negar que la
Iglesia tenga autoridad sobre las conciencias.
Estaremos de
acuerdo en que nunca es lícito el obrar en contra de nuestra conciencia, por lo
que cuando exista duda, hay que salir de esta. Es parte del proceso de la
formación, porque si la conciencia no es recta, tampoco la vida lo será. Esto
nos remite a que es conveniente y necesario estudiar la Ley Moral, la natural,
la cristiana, la que nos enseña la Santa Madre Iglesia. Ahora bien, una vez
conocida nos es indispensable ponerla en
práctica, no basta con un conocimiento teórico, debemos conocer y seguir sus
preceptos, y cada vez nos resultará mas apropiada y conveniente, si no se obra
así, sucede lo contrario, la conciencia se va debilitando, se va haciendo laxa,
hasta el momento en que no se es capaz de distinguir el bien y el mal. Se
deforma a tal grado que no se percibe lo malo de los actos humanos impropios.
La conveniencia de formar primero y seguir después rectamente la conciencia es el premio que nos
espera, y este es muy grande.
El pecado
mas grave es el que se comete por
malicia, por elección deliberada del mal. Que no nos baste el conocer la teoría
de la moral, es necesario que nos esforcemos en cumplirla, lo que nos aclara
cada vez más lo recto, lo bueno y conveniente, a la luz de Jesucristo, por el
contrario, de no llevarla a la práctica la vamos oscureciendo, le quitamos esa
luz, esa voz consiente, y acabamos deformando nuestra conciencia. Una ayuda muy
grande puede ser la de recibir dirección espiritual, todos la necesitamos,
porque somos malos jueces de nosotros mismos.
Jorge Casas
y Sánchez
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