miércoles, 3 de abril de 2019

LA CONCIENCIA Y EL PECADO.


LA CONCIENCIA Y EL PECADO. 
LA CONCIENCIA.
El obrar de acuerdo a nuestra conciencia, es algo que se nos aconseja desde muy jóvenes, y es algo muy importante y es conveniente que profundicemos en el tema.
Se supone que obrar acordes a nuestra conciencia es obrar bien, y lo contrario es obrar mal. A esto debemos añadir que para obrar siempre bien, es necesario formar bien nuestra conciencia. Porque de no ser así podríamos obrar creyendo que estamos en lo justo y que ello no sea así.
La Ley de Dios nos señala: que es lo que hay que hacer y que es lo que hay que evitar. Por lo que la debemos de aplicar en todos nuestros actos humanos. Al cumplir estaremos actuando de acuerdo a la ley moral. Recordemos que uno de los  objetivos de lo MORAL es: “el juicio sobre la bondad o maldad de los actos humanos”.
Así es como la conciencia no crea, sino que; juzga, conoce y aplica la ley moral de nuestros actos, a sabiendas de que se está obrando bien o mal.
Es frecuente en nuestros días, en que abundan las conciencias mal formadas, laxas o prácticamente inexistentes, el considerar que la conciencia tiene la supremacía y la exclusividad de nuestros actos, sin considerar la Ley Moral, por ejemplo si se desconoce la autoridad del Magisterio de la Iglesia, y se pretende que ante la objetividad de señalar, por ejemplo, el que es obligatorio oír Misa los Domingos, pusiésemos la subjetividad de decir que: debo de ir si mi conciencia me lo señala y si no, no. Lo que sería contravenir una ley de la Iglesia, y que equivale a ponerse a si mismo en el lugar de Dios. La conciencia culpablemente errónea no hace lícito el acto malo que se considera en ella. O peor aún negar que la Iglesia tenga autoridad sobre las conciencias.
Estaremos de acuerdo en que nunca es lícito el obrar en contra de nuestra conciencia, por lo que cuando exista duda, hay que salir de esta. Es parte del proceso de la formación, porque si la conciencia no es recta, tampoco la vida lo será. Esto nos remite a que es conveniente y necesario estudiar la Ley Moral, la Ley Natural, la Cristiana, la que nos enseña la Santa Madre Iglesia. Ahora bien, una vez conocida nos es indispensable  ponerla en práctica, no basta con un conocimiento teórico, debemos conocer y seguir sus preceptos, y cada vez nos resultará mas apropiada y conveniente, si no se obra así, sucede lo contrario, la conciencia se va debilitando, se va haciendo laxa, hasta el momento en que no se es capaz de distinguir el bien y el mal. Se deforma a tal grado que no se percibe lo malo de los actos humanos impropios. La conveniencia de formar primero y seguir después rectamente la conciencia es lo que debemos hacer y tomar en cuenta que el premio que nos espera es muy grande. La dirección espiritual es conveniente porque somos malos jueces de nosotros mismos, ante los defectos propios padecemos ceguera, es por tanto conveniente que se nos ayude a conocernos mejor, en especial en relación a nuestras imperfecciones y carencias, se trata de una orientación que nos permite la mejora personal. Esto es aún más aconsejable cuando estemos atravesando en nuestra vida alguna dificultad, sea de lo que sea; será posible que la ayuda que recibamos nos serene y
ayude a encontrar la mejor salida de la tormenta. Nuestra formación personal, la mejora de nuestro criterio, la profundidad de nuestras convicciones  se afinarán y nos permitirán actuar con mas sentido de responsabilidad ante Dios, y ante los hombres, seremos mas fuertes para no dejarnos arrastrar por las modas pasajeras, ambiente, e ideologías  que eventualmente se opongan a la verdad y al bien.
EL PECADO.
El pecado es la transgresión voluntaria de la ley moral,  esta es la expresión de la Voluntad divina, el pecado es una desobediencia o rechazo de Dios, y por lo tanto ofensa a Él. Aunque en el momento de cometerlo, no se piense explícitamente en ofenderle.
Todos los pecados van directamente contra Dios, los hay contra el prójimo, contra uno mismo y contra el propio Dios, Ej. La blasfemia.
Son tres las condiciones (adelante las veremos) que se relacionan con todos los pecados, si solo dos se dan el pecado es venial, si se dan las tres pero la materia es leve, es venial, y cuando se dan las tres condiciones y la materia es grave el pecado es mortal. Lo que quiere decir que nos indispone con Dios, que nos aleja de su gracia santificante, y nos pone en grave peligro de perder nuestra salvación e irnos por el otro camino, el de la condenación, despreciar los Mandamientos de la Iglesia, además de los Diez Mandamientos equivale a pecar gravemente. Además,  la conciencia culpablemente errónea no hace lícito el acto  que se considera en ella. O peor aún negar que la Iglesia tenga autoridad para definir mandamientos que recaen sobre las conciencias. Estaremos de acuerdo en que nunca es lícito el obrar en contra de nuestra conciencia, por lo que cuando exista duda, hay que salir de esta. Es parte del proceso de la formación, porque si la conciencia no es recta, tampoco la vida lo será. Esto nos remite a que es conveniente y necesario estudiar la Ley Moral, la Natural, la Cristiana, la que nos enseña la Santa Madre Iglesia. Ahora bien, una vez conocida nos es indispensable  ponerla en práctica, no basta con un conocimiento teórico, debemos conocer y seguir sus preceptos, y cada vez nos resultará mas apropiada y conveniente, si no se obra así, sucede lo contrario, la conciencia se va debilitando, se va haciendo laxa, hasta el momento en que no se es capaz de distinguir el bien y el mal. Se deforma a tal grado que no se percibe
lo malo de los actos humanos impropios. La conveniencia de formar primero y seguir después rectamente la conciencia nos encamina al premio que nos espera, y este es muy grande.
El pecado mortal nos aparta completamente de Dios, basta cometer uno solo grave para ello; y si se cometen más, se agrava por acumulación.
Para pecar se deben de dar estas condiciones y como dijimos son:
CONOCIMIENTO—ADVERTENCIA –MATERIA.
Por “conocimiento” entendemos el que se sepa que el acto es pecaminoso, (ilícito) o sea contrario a la sana moral cristiana, a los Mandamientos de la Ley de Dios, o a los mandamientos de la Iglesia.
Por “advertencia” se debe de entender el que esté la persona consiente de que está cometiendo o por cometer una acción pecaminosa, (ilícita).
Por “materia” entendemos que la gravedad del pecado (ilícito), es cuestión de conciencia teniendo presentes los Mandamientos de la Ley de Dios y los de la Iglesia. Va de leve (pecado venial) a grave (pecado mortal).
EL PECADO MORTAL:
La gravedad del pecado mortal lo es por el alejamiento que produce en nuestra relación con Dios. Nos hace perder la vida de  gracia además hace al que lo comete reo de las penas del infierno, que es esclavitud de Satanás, , predispone a continuar cometiendo ilícitos, al aumentar la inclinación a la comisión de actos malos, al tiempo que nos aleja de la comisión de buenas obras.. y en caso de realizar cosas buenas , estas no resultan meritorias ante el Creador, dado el alejamiento que existe.
Pero Jesucristo dado el amor que la Trinidad tiene al hombre le proporciona la manera de resolver esta situación por medio del Sacramento de la Confesión. A este debemos acudir con arrepentimiento y propósito de enmienda  lo que, además, debemos de hacer con toda la premura posible, de manera que no sigamos en esa situación de muerte del alma.
EL PECADO VENIAL:
Cuando falta una de las tres condiciones mencionadas antes, el pecado es venial. Estos pecados son también una ofensa a Dios, aunque no nos apartan completamente de Él, y tampoco quitan, ni disminuyen la gracia del alma, sin embargo enfrían nuestros deseos de agradar a Dios, además que pueden predisponer al pecado grave..  Nuestra actitud debe de ser la de evitar, rechazar la comisión de pecados veniales en especial cuando son de los que cometemos una y otra vez. Son como vicios no graves, pero que dañan, pues si bien no nos quitan la gracia si debilitan nuestra actitud de agradar a Dios, son una manera de claudicar ante las tentaciones del demonio, lo conveniente es abominarlos y que no se arraiguen en nosotros.
DE LOS PECADOS EN GENERAL:
El pecado es siempre personal, se habla del “pecado social”, entendiendo que está tan arraigado en una sociedad que se le considera social; esto no es verdad, el pecado es siempre personal, la sociedad no peca, es la persona humana, la que será juzgada, independientemente de que sea cometido por muchos. Otras distinciones son el exteriorizar un pecado propio,  si por ejemplo, cometo un pecado contra la pureza y además lo doy a conocer, lo exteriorizo, aumenta su gravedad, y si se enteran de ello menores, estaría añadiendo otro pecado, el de escándalo, (perversión de menores).
Otros aspectos del pecado son, como lo indica el “YO PECADOR”, los pecados de pensamiento, palabra, obra y omisión. En cuanto a los de pensamiento recordemos las palabras de nuestro Señor Jesucristo: ”Yo os digo que todo el que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt.5,27). La visión completa de los seres humanos nos indica que son acciones humanas, si bien internas el pensar y el querer, y que de ellas somos responsables.. De estas no tendremos que dar cuenta a los hombres, pero a Dios que conoce nuestro interior mejor que nosotros mismos, si, Dios espera de nosotros una rectitud total, tanto interna como externa. En cuanto a los hombres la hipocresía puede ocultar aspectos que ante Dios son absolutamente aparentes. De los pecados de palabra no necesitamos mayores explicaciones. De los de obra, como se vio arriba se pueden exteriorizar incluso. El ejemplo del pecado de omisión que más se señala es el de omitir la Santa Misa dominical, y muchos otros como la omisión de la recepción de los Sacramentos, omitir la oración, la limosna, Etc.
No falta quien trata de reducir las responsabilidades propias del pecado, aduciendo que lo que no atenta contra los demás o contra la sociedad, carece de maldad, esto es falso de toda falsedad, ya que la transgresión a la ley moral no solo se da cuando esta se exterioriza, sino cuando se realiza en secreto personal, o cuando se omite una obligación cristiana.
Otro aspecto muy importante, que no se debe de dejar de lado es el que se refiere al mejoramiento personal, ya que como miembros de la comunidad, en tanto seamos mejores personas, mas ayudamos al aspecto social, por lo que la lucha ascética personal, el mejoramiento como persona, por íntimo que sea, tiene un efecto en las comunidades a las que se pertenecemos, la familiar, la profesional, la política, la social, etc. El buen cristiano lucha por ser mejor personalmente y por mejorar la sociedad en la que vive.
LA TENTACIÓN:
Es importante distinguir entre tentación y pecado la tentación no es pecaminosa, si no se consiente, es algo que Dios permite que nos suceda, y es ocasión de que mostremos al Señor que la rechazamos, por venir del demonio, al ser tentados es decir al tener la inclinación malsana de actuar, de realizar, algo malo, algo contrario a la conciencia,  proviene de nuestra naturaleza caída, lo que debemos de hacer es rechazarla, no consentirla, así mostramos nuestro respeto y amor a Dios, la tentación puede ser de obra, de pensamiento, de intención y su rechazo nos es obligatorio para no pecar. La tentación que se consiente se convierte en pecado, pero mientras luchamos en su contra, no solo no pecamos, sino que cumplimos con la Divina Voluntad. Es el no consentir y además el evitar las ocasiones de pecado lo que nos es conveniente. Son varias las ocasiones de pecar a ser evitadas: lecturas, videos, conversaciones, revistas películas, lugares, ante lo que tenemos que reaccionar con energía para evitarlos. De no llevarlo a cabo, de exponernos,  es ya ofensa a Dios, que al hombre está llamándole siempre a amar y a hacer el bien y  a evitar el mal…el hombre tiene una y inscrita por Dios en su corazón…La conciencia es el núcleo mas secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo mas íntimo de ella”. El juzgarse a si mismo sin la ayuda del conocimiento adecuado de la Divina Voluntad el no apreciar la ley de la Iglesia, equivale a ponerse a si mismo en el lugar de Dios. La conciencia culpablemente errónea no hace lícito el acto malo que se considera en ella. O peor aún negar que la Iglesia tenga autoridad sobre las conciencias.
Estaremos de acuerdo en que nunca es lícito el obrar en contra de nuestra conciencia, por lo que cuando exista duda, hay que salir de esta. Es parte del proceso de la formación, porque si la conciencia no es recta, tampoco la vida lo será. Esto nos remite a que es conveniente y necesario estudiar la Ley Moral, la natural, la cristiana, la que nos enseña la Santa Madre Iglesia. Ahora bien, una vez conocida nos es indispensable  ponerla en práctica, no basta con un conocimiento teórico, debemos conocer y seguir sus preceptos, y cada vez nos resultará mas apropiada y conveniente, si no se obra así, sucede lo contrario, la conciencia se va debilitando, se va haciendo laxa, hasta el momento en que no se es capaz de distinguir el bien y el mal. Se deforma a tal grado que no se percibe lo malo de los actos humanos impropios. La conveniencia de formar primero y seguir después   rectamente la conciencia es el premio que nos espera, y este es muy grande.
El pecado mas grave es el que se comete  por malicia, por elección deliberada del mal. Que no nos baste el conocer la teoría de la moral, es necesario que nos esforcemos en cumplirla, lo que nos aclara cada vez más lo recto, lo bueno y conveniente, a la luz de Jesucristo, por el contrario, de no llevarla a la práctica la vamos oscureciendo, le quitamos esa luz, esa voz consiente, y acabamos deformando nuestra conciencia. Una ayuda muy grande puede ser la de recibir dirección espiritual, todos la necesitamos, porque somos malos jueces de nosotros mismos.
Jorge Casas y Sánchez




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