EL VÍNCULO
INDISOLUBLE Y EL AMOR.
En estos
días que se están realizando dos importantes acontecimientos católicos, el
encuentro mundial sobre la familia en
Filadelfia y el Sínodo de los Obispos en Ciudad del Vaticano y en ambos el Santo Padre
hará acto de presencia, me ha parecido oportuno opinar sobre dos de los
aspectos fundamentales del Matrimonio Sacramental Cristiano, ya que se ha
comentado que los legos no debemos de dejar de interesarnos y apoyar de alguna
manera a los trabajos y conclusiones que se alcanzarán.
Creo que las
primeras consideraciones que se deben de tomar en cuenta cuando se habla de
matrimonio son las consabidas y altamente comentadas cuestiones, desde hace
mucho tiempo, en el sentido de que este es el núcleo de la célula que es la
familia, y esta a su vez es la célula de toda sociedad.
Estoy seguro
que no hay manera o forma de casarse o contraer
matrimonio más perfecto que el
matrimonio católico, y ello por muchas razones, pero no nos vamos a ocupar de
todas hoy. Solo de las dos mencionadas arriba.
EL VÍNCULO
INDISOLUBLE.- Es una parte de la doctrina de Jesucristo, quien lo tuvo que
definir con toda solidez, ante los hebreos de su época a la que podemos calificar
como divorcista, y con la contundencia de:
“ lo que ates aquí, quedará atado en el Cielo”. Conocido es el libelo
que Moisés les permitió, por la “dureza
de su corazón”. Lo que fue en su momento una notoria novedad. En la antigua Ley
judía esto no existía los matrimonios eran permanentes. En la actualidad, sin duda existe esa dureza
de corazón, pero ello no es razón, ni lo será nunca para que la Santa
Iglesia contravenga esta clarísima doctrina de Jesucristo, que a
partir de Pentecostés está, para todo el tiempo y hasta el final de los tiempos
bajo la protección, consejo y sabiduría que el Espíritu de Dios le proporciona.
Habrá como en tiempo de Moisés quien la encuentre dura, pero solo hay que
pensar que el premio que conlleva es sin comparación alguna muy grande. Lo que
es razón mas que suficiente para dar al Vínculo Indisoluble el alto rango que
ocupa en nuestra Doctrina Cristina
Pero veamos
más de cerca lo que el vínculo indisoluble es: el término procede de “vincole”
cadena en Latín, aquí cabe la aclaración
de que una de las características del matrimonio católico es la absoluta
libertad de ambos cónyuges para contraerlo, por lo que el término se entiende
como lo que dichos cónyuges quieren, han decidido realizar en su deseo de unir
sólidamente sus vidas para el resto de sus días. No cabe duda que el casarse
por el rito de la Iglesia Católica es una decisión que implica nada menos que
toda nuestra existencia terrenal, siendo su relación con nuestra Vida Trascendente
en definitiva mucho más importante dada
su implicación salvífica.
Esta
implicación procede de la elevación que Jesucristo hace del matrimonio a uno de
los Siete Sacramentos, lo eleva a ese
rango sobrenatural en que la pareja de cónyuges casados por la Santa Iglesia,
santifican sus vidas, siendo un sacramento que a todo lo largo de la vida de
ambos es campo de santificación continuo, siendo la condición para lograrlo el
que nuestra voluntad lo quiera, lo deseé, si no buscamos el perfeccionarnos
como personas santificando nuestra vida matrimonial con todo lo que esta implica,
estaremos desaprovechando ese don maravilloso que Dios nos ofrece de ser
felices en esta tierra mientras buscamos la felicidad eterna en la Vida
Trascendente. No en balde San Pablo lo califica de Sacramento Magno, pues lo es,
porque prácticamente implica todas las acciones vitales de ambos cónyuges al
poderse decir que todas sus actividades, las profesionales, las sociales, las
familiares y demás están de diferentes maneras enfocadas al sostenimiento
permanente del matrimonio y de sus frutos.
EL AMOR
ENTRE ESPOSA Y ESPOSO.- Cuando un hombre
y una mujer deciden después de un período de noviazgo que se quieren casar por
el rito de la Iglesia Católica, una de las primeras cuestiones que deben de
tomar en consideración es el tomar un curso prematrimonial que les permitirá
conocer lo que el casarse cristianamente es. La Iglesia lo ha considerado y con
mucha razón como requisito indispensable, es en realidad algo que las
parroquias se toman ( deben de tomarse) muy en serio, y procurar que las
personas que lleven a cabo dicha preparación pre-sacramental del matrimonio,
sean de buena formación y que cuenten a su vez con experiencia propia adecuada.
No hay duda
de que a la decisión de unirse en matrimonio cristiano les ha llevado el amor,
solamente alguna persona fuera de sus cabales pensaría en unirse para caminar
juntos el resto de sus vidas, si no está de por medio el amor unitivo de ella a
él y viceversa. Sin duda que existe en ambos la vocación al matrimonio, a la
vida en sociedad, a la formación de una familia con descendencia y que por sus
propias experiencias familiares, en tanto hijos, estarán debidamente enterados
de lo que ello implica.
El verdadero
amor conyugal, el que perfecciona la unión, el que crea el clima adecuado para
que las existencias de los que forman en un principio la familia nuclear y mas
adelante si Dios les da descendientes es el amor unitivo y a su vez dativo, y
esto lo quiero explicar un poco pues puede ayudar no solo a los matrimonios
sino a los novios, para que tengan una idea mas amplia de lo que el amor
conyugal debe de ser, lo que va mas adelante del consabido: …..nos vamos a
casar porque nos queremos mucho… ó …..es que queremos ser felices….claro que
esto está muy bien; “faltaría mas”, pero conviene hacer ciertas precisiones
adicionales, en el noviazgo se dan o más bien dicho, generalmente se dan juntos
el amor y el enamoramiento, ¡ que maravilla !
y mas maravilloso aún que después de muchos años de estar casados aún
estén enamorados entre ellos. Pero la
realidad del enamoramiento, esa época de romanticismo de alegría de pasarla
juntos, de mostrarse ante los demás como el dúo feliz, de dos que se quieren y que no tienen ojos
sino el uno para el otro, es que puede ser voluble, incluso, pasajero con el
tiempo. Pero el amor es otra cosa, cuando amor y enamoramiento se dan los dos
juntos, a la vez, nos entusiasman, pero la solidez que el amor verdadero
contiene va mucho más allá, anteriormente usé los calificativos de “unitivo” y “dativo”
en referencia al amor y ahora quiero explicar esos puntos.
Como lo
expresa el vocablo, unitivo es lo que une, la unión marital cristiana es total,
permanente, amor unitivo es por tanto el que apela a las mas altas esferas
humanas, la unión de almas, la espiritual y la corpórea, en esa entrega que las
escrituras bellísimamente expresan diciéndonos “serán una misma carne” uno para el otro, para siempre en absoluta entrega, completa, espiritual
y corporal, fiel y única.
Y en cuanto al término “dativo” cuando nos referimos al verdadero
amor no podemos prescindir de su más intima característica que es la de dar y
darse, en otras palabras este verdadero amor es el que busca la felicidad del
ser amado, se vierte en el otro y por tanto pone , da de sí, todo lo que puede.
Aquel que se casara con la expectativa de ser querido, atendido, consentido,
porque siente que es amado y por tanto merecedor, está equivocado, ¡ recibir !,
claro que se recibe en el matrimonio, pero dar es lo primordial que recibir se
recibirá pero dando como punto de inicio, pues si amamos lo que buscamos es,
repito, la felicidad del otro, que cuando es recíproca , y este es el gran
secreto de los matrimonios ejemplares, felices de toda felicidad, como debe de
ser y de esperar que sea, el amor se perfecciona, si ambos lo que buscan, lo
que pretenden es el procurar la felicidad del otro, en este caso, el matrimonio será el estado ideal de la
persona con la vocación de fundar su irrepetible y personalísima familia
cristiana, seno de felicidad terrenal, fuente de frutos de la descendencia que
es obra en conjunto con el Creador, y camino de santidad personal.
Termino con
el punto más controversial por parte de las personas que no tienen suficiente
fe, y por tanto anteponen las cuestiones personales, como el egoísmo, el
egocentrismo, el hedonismo y no alcanzan a comprender que para garantizar el
éxito sobrenatural y terrenal del matrimonio lo que debemos de esperar de ambos
cónyuges es que teniendo presente el vínculo indisoluble que han contraído con
Fe Cristiana, cuiden del amor que como no depende sino parcialmente de la
voluntad porque es algo que entra a nuestros sentimientos de una manera
misteriosa e inexplicable. Si el amor del noviazgo nos lleva a contraer, hay un
amor inicial, pues este es el que se debe acrecentar en los matrimonios, para que sean buenos, ¿Cómo y
porque? Pues porque lo que la vida en común nos depara requiere de soluciones conjuntas, hijas de la
comunicación y respeto mutuo, en colaboración al mismo nivel él y ella, lo que tiende a unir a mejorar la relación amorosa,
y esto debe de alimentar ese fuego del amor inicial y ahora conyugal, mas
maduro consolidado en las experiencias compartidas y las soluciones logradas por el esfuerzo
común, entre ambos realizado.
Destaca sobremanera la generación de nuevos seres,
los hijos del amor de ambos y que y esto no debe de dejar de sorprendernos
nunca si bien son hijos de nuestra carne su alma procede de la creación divina
que en conjunto maravilloso une a la pareja al nuevo ser con nada menos que
Dios Creador. Ser padres ambos del nuevo hijo(a) es motivo de incremento del
amor conyugal, ese fruto del matrimonio que ambos han generado y que necesita
de una madre y de un padre para crecer, desarrollarse, ser introducido en la fe
cristiana, y ser educado por ambos para
cumplir con su papel en esta vida y ser salvo en la otra, solo con un
amor sustentado, por voluble que sea, en el vínculo y en la fe el matrimonio se
mantendrá, independientemente de la fuerza o debilidad del amor conyugal
tamizado por el tiempo. Es de desear repito y en ocasiones así sucede que el
enamoramiento persista entre ambos, que
maravilla de matrimonios son estos, pero no podemos dejar de admirar a los que
se sostienen en la fe y amor a Dios, viviendo el sacramento santificante del
matrimonio. El mantener a lo largo de nuestras vidas de casados el Vínculo
Indisoluble y el Amor conyugal son actos de Caridad que proceden de la mas viva
Fe Cristiana.
Jorge Casas y Sánchez.
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