MUY IMPORTANTE CASO DE LA ARQUIDIOCESIS DE SAN FRANCISCO
E.U.A EL ARZOBISPO DE LA
ARQUIDICESIS, de San
Francisco (EEUU), Salvatore Cordileone, decidió pedirles a los maestros
de las escuelas católicas de esa ciudad que firmen una
declaración de fidelidad a la doctrina de
la Iglesia en su enseñanza y forma de vida, incluyendo los
temas de defensa de la vida y la moral
sexual (como la doctrina de la Iglesia en contra del aborto
y la conducta homosexual). Por ello,
ha sido duramente criticado, dentro y fuera de la Iglesia.
El verdadero mensaje que surge por encima del estruendo de
condenatorias es uno que, aquellos
de nosotros que estamos en puestos de liderazgo en la
Iglesia y en organizaciones de la Iglesia,
debemos considerar cuidadosamente. El Arzobispo de San
Francisco (EEUU), Mons. Salvatore
Cordileone, está siendo recriminado severamente no solamente
por los críticos de siempre en los
medios de difusión y no solamente por un ayuntamiento, cuya
abierta hostilidad hacia la Iglesia
es ampliamente conocida desde hace algún tiempo, sino
también por el 80% de los docentes de
las escuelas católicas en su arquidiócesis. Se trata de un
grupo de personas que cree que tiene el
derecho de recibir un sueldo por parte de la arquidiócesis
donde trabajan y, al mismo tiempo,
oponerse a la misión de esa misma arquidiócesis de
evangelizar y enseñar como el Arzobispo lo
considere adecuado.
Quisiera plantear una pregunta a los que creen que estos
maestros tienen una postura justificada.
¿Cuántos patronos tolerarían a sus empleados el negarse a
apoyar la declaración de misión y de
principios de su compañía? O, para decirlo de otra manera,
¿por qué la Iglesia Católica es la
única institución a la que no se le permite pedirles cuentas
a sus empleados y miembros?
Nunca había entendido esa mentalidad. Pero en esta injusta
persecución de un hombre muy
bueno estamos viendo una respuesta. La razón por la cual
muchos creen que la Iglesia tiene la
obligación única de pasar por alto su propia identidad y
doctrina, es porque esa identidad y esa
doctrina son únicas debido a que pertenecen a la Iglesia que
Cristo estableció. Muchos resienten
la autoridad legítima. Y el sentirse con el “derecho” a
recriminarla por ello que vemos en sus
críticos, aún en algunos de sus propios miembros bautizados,
viene de una expectativa que la
misma Iglesia a veces ha creado debido a su propia decisión
de dejar de lado la doctrina menos
conveniente, para llevarse bien con una sociedad que se ha
vuelto cada vez más auto-destructiva.
De manera que cuando un obispo fiel y un pastor sólido,
mirando en derredor a la confusión de
una sociedad que ha rechazado la verdad, la mayoría de las
veces porque no la ha escuchado,
decide que es hora de por lo menos comenzar a eliminar la
confusión dentro del ámbito de su
autoridad, el infierno mismo se desata con furia
La evidencia de la insensatez de transigir con la cultura
actual es abrumadora. Compare las cifras
de jóvenes que entran a formar parte de órdenes religiosas
cuya prioridad es el Evangelio y que
son fieles al Magisterio, con las cifras de aquellos que
entran a formar parte de órdenes cuya
prioridad parece ser un tipo de “justicia” que pasa por alto
la dimensión eterna de la persona
humana. Compare las vocaciones sacerdotales de diócesis con
una tradición de fidelidad sin
componendas a la Iglesia, con aquellas diócesis cuyas
prioridades parecen ser el diálogo político.
Considere el estado de aquellas agencias católicas que creen
que pueden ser auténticamente
católicas y, al mismo tiempo, ser financiadas principalmente
por un gobierno que también
financia actividades malas que se oponen a la Iglesia.
Observe el tamaño de las familias y el
buen estado de los matrimonios que acogen el llamado de la
Iglesia a estar abiertos a la vida, y
compárelos con aquellos que fueron mal aconsejados y que
piensan equivocadamente que la
anticoncepción es una opción moralmente válida para las
familias católicas.
Evidentemente no debemos caer en la trampa de hacer estas
comparaciones motivados por el
despecho, sino por una genuina compasión y por un esfuerzo
por entender y enfrentar el desafío
actual que aumenta cada vez más.
Estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Y sí, tal como
dijo el propio Arzobispo, San
Francisco es una reducción al absurdo de nuestra sociedad:
una concentración de lo que ocurre
cuando al pecado no solamente se le da la bienvenida, sino
cuando incluso es glorificado. Pero se
trata de una diferencia de grado de corrupción moral, no de
esencia. La mayoría de nuestras
ciudades (en EEUU) se encuentran en distintas etapas del
mismo camino torcido hacia Gomorra.
Y todavía estamos a la espera de la primera evidencia
empírica de que la opción de la Iglesia de
transigir con la actual cultura, producirá algo “positivo”
más allá de un apretón de manos con un
miembro de la élite social que sonríe satisfecho al ver a una
Iglesia doblegada.
Mañana no va a ser más fácil, mis queridos hermanos y
hermanas. Muchos que nos consideraban
sus amigos mientras no decíamos nada que ofendiese a nadie –
quizás motivados por una
compasión o esperanza de diálogo bien intencionado, pero
falso – nos van a odiar. Para los
católicos que han decidido ser fieles al Evangelio y al
Magisterio, tanto en su corazón como en
su forma de vida – estos no son tiempos de echarse atrás y
refugiarse en una falsa piedad.
Tenemos que estar “allá fuera”, según nuestra vocación y
estado de vida. Puede ser que el
Arzobispo Cordileone no haya elegido su actual puesto de
estar “tras líneas enemigas”, pero los
fieles también están allí. Y él ha decidido, con valentía y
amor, luego de un tiempo de
investigación y consulta, que éste es el momento de
clarificarles a aquellos bajo su autoridad
quiénes somos como católicos. Para muchos de ellos que no
tenían idea de lo que significa ser
católico o no tenían la voluntad de identificarse con una
Iglesia que tiene la entereza de defender
lo que cree, es un momento bastante duro. Pero es un momento
cuyo plazo ya se había vencido,
no es para nada injusto.
En esta ocasión me ha parecido importante darles a conocer esta situación, para mayor información pueden acceder a: <sfarchidiocese.org/contact> Atentamente Jorge Casas y Sánchez.
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