martes, 18 de noviembre de 2014

LOS BIENES DEL SER HUMANO BREVE CURSO DE FILOSOFÍA D

BREVE CURSO DE FILOSOFIA CRISTIANA –XXIV-
LOS BIENES  DEL SER HUMANO.
Lo primero que corresponde es examinar la diferencia entre conocimiento y voluntad, ya hemos visto que el hombre va conociendo desde su primera infancia a través de los sentidos, y conforme va conociendo su apetencia por lo conocido se da, a esta apetencia se le puede considerar como pasión que viene a ser una tendencia sensitiva hacia algo, a ese algo se tiende, una vez hecho el juicio intelectual del conocimiento, por la libre voluntad, en otras palabras lo que se conoce por el intelecto se desea , se rechaza, o se es indiferente por la voluntad en uso de nuestra libertad , siendo lo intelectivo y lo volitivo, las cualidades del alma.  Se dice que la voluntad es ciega, apetece pero esa apetencia es la que debemos de someter a nuestro CRITERIO INTELECTUAL y dar a la voluntad opción de lo bueno y rechazo de lo malo. Es así como logramos vencer a las tentaciones del Demonio. O sea que podemos, está en nuestra naturaleza caída, desear cosas impropias del buen cristiano en diferentes campos como el sexual, el económico, el hedonista, el materialismo, y ayudados por nuestra fe y amor a Dios Trino, rechazamos lo impropio y así cumplimos con la voluntad divina, rechazar lo malo y desear lo bueno es lo apropiado del cristiano bien formado, dominando sus pasiones bajas y sublimando sus actos buenos. Son estas potencias del alma Intelecto y voluntad las que definen a la persona humana, pues no actúan solas, es la integridad del ser humano el que al poseerlas las usa para su bien o para su mal.
La apetencia puede ser de carácter sensitivo y se divide en bien  agradable al que se llama concupiscible, y en el bien difícil de obtener al que se llama irascible.
Los bienes concupiscibles, se captan por lo sensitivo y lo intelectivo, en el aspecto sensitivo tenemos los que los sentidos nos señalan como  ”BIENES”, tales son el saciar el hambre o la sed, el refrescarse si hace calor o calentarse si hace frío, satisfacer el ímpetu sexual  (por el deseo que existe), obtener algo que no nos pertenece o ganarlo legítimamente.  Y en el terreno intelectivo los BIENES que no tienen nada que ver con lo sensitivo como:  la sabiduría, el honor, la buena fama, aquí podemos apreciar la apetencia  de los BIENES SUBLIMES como el amor a Dios, el deseo de salvación, la pureza, la piedad. Algunos de los bienes deseados por el intelecto son irascibles como el deseo de la salvación que nos lleva a querer pasar bien calificados a la otra vida, trascender, el ejemplo es el de la búsqueda de la salvación que como nos enseña el Santo Evangelio de Jesucristo que nos dice que la puerta es angosta.  En cuanto a los BIENES concupiscibles, los ilegítimos o pecaminosos, solo con el dominio de nuestras pasiones logramos no caer en la pretensión de satisfacerlos, y solo apoyándonos en la fe y la caridad lo podemos lograr. Así es como el intelecto se debe de sobreponer a lo que la voluntad señala, en este rejuego que existe entre ambas donde la inteligencia le presenta los objetos a la voluntad, esta a su vez  le señala los que apetece, la inteligencia en concordancia con la conciencia, señala los buenos y los malos. Aquí lo importante es seguir a los buenos evitando los malos.
Nos conviene aclarar lo que la voluntad nos señala y a los que llamamos “bienes” y lo son,  en cuanto son ordenados adecuadamente, por ejemplo la satisfacción del deseo sexual dentro del matrimonio es un bien  al realizarse ordenadamente, el comer o beber llevados a cabo ordenadamente de acuerdo a la naturaleza de cada persona, es la satisfacción de un deseo natural, la obtención de BIENES MATERIALES es bueno , llevado a cabo con el orden debido, y el criterio sobre lo que es orden en la obtención voluntaria de los bienes, se fundamenta en la doctrina de Jesucristo. Así es que se realiza la moral en el cristiano.
La obtención de los “bienes” es el constituyente de la felicidad, de allí que los que obtienen los bienes que han identificado como agradables a NUESTRO SEÑOR, en su práctica  encuentran la felicidad de la vida terrenal, ya que su visión está puesta en el bien que es superior a todos los bienes, La Visión Beatífica. El hombre en esta vida terrenal a la que ha accedido sin poner nada de su parte, accederá a la otra Vida a la que trascendemos al separarse nuestra alma del cuerpo, con lo que lleva a cabo en esta vida, de las dos vidas que el Señor nos ofrece es a la que trascendemos la verdaderamente  importante pues es a la que accedemos si esa es nuestra voluntad, en la vida terrenal, lo de vital importancia se desprende de la Vida Eterna, así que con estas dos potencias del alma, que nos permiten, a veces con verdaderos esfuerzos  en el uso correcto de nuestra voluntad guiada por el intelecto, el enfocar todas las acciones de nuestra vida  hacia la salvación y el conocimiento directo de Dios eternamente, esfuerzos gustosos pues como Santo Tomás nos enseña el hombre tiene  una inclinación natural a amar y la orienta hacia Dios.
El hombre tiene muchas inclinaciones y por  tanto elige lo que considera bueno, (bien) aquello por lo que siente amor, inclinación, preferencia, que son finalidades, fines que desea obtener, cuando estas son dirigidas ordenadamente teniendo presente que estas deben de dirigirse en relación a FIN FINAL,  la vida se perfecciona, ante los ojos de Dios, en cambio cuando aquellas finalidades no llevan esta dirección sino que se orientan a satisfacciones personales, e incluso comunitarias que nada tienen que ver con el fin final,  un ejemplo es la FILANTROPIA que sin duda es un BIEN pero que se puede realizar, lo que sería muy raro, pero se da, sin tomar a Dios en cuenta para nada, como si se estuviera montado en la propia soberbia , los bienes  que sean  que NO estén orientadas a cumplir con la voluntad de Dios, al incluirlas en nuestra existencia nos pueden desviar del buen camino. Todas nuestras acciones serán motivo de examen en nuestro juicio particular en el que se decide nuestro destino eterno, de allí su importancia incomparable.
Cuando San Pablo nos enseña que ya no es él, el que vive en sí,  sino que es Cristo quien vive en él, lo que nos está diciendo es que ha sometido sus pasiones al amor de Dios, y sus actos a la búsqueda de los mas sublimes BIENES, los del apostolado, que su inteligencia ayudada por supuesto por la fe y obrando con caridad, ha sometido a sus pasiones malignas, ofreciendo toda su vida al cumplimiento de la divina voluntad, que todos los BIENES que busca, y en ello encontró, y vivió con la Virtud de le Esperanza en la seguridad de su salvación, lo que en sus miserias de la prisión e injusticias terrenales le debió de proporcionar la mas intensa felicidad. No en vano se ganó el nombramiento de Apostol de los gentiles.

Jorge Casas y Sánchez. 

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