MAS ASPECTOS DE LA GRACIA DE DIOS, Y LA VIDA EN GRACIA.
San José María, nos enseña del Espíritu Santo: que es “ EL DULCE HUESPED DEL ALMA” y que nuestra alma se debe disponer a recibir eficazmente la Gracia del Paráclito. Que las buenas cualidades se refuerzan por su acción, que nos regala Dones, de Sabiduría, de Entendimiento, de Consejo, de Fortaleza, de Ciencia, de Piedad, de Temor de Dios, y que lo anterior nos da gozo y paz. “El júbilo de la alegría”, que con estos Dones jamás nos hundiremos, pues son la mas grande de las fortalezas. Aclarándonos que la madera del buen cristiano aquella que ha obtenido las virtudes sobrenaturales y las practica junto con las virtudes humanas de manera esforzada, tales como la sinceridad, veracidad, ecuanimidad, serenidad, paciencia, templanza, etc.
La Divina Gracia es una cualidad sobrenatural es inherente a nuestra alma y nos permite participar de la naturaleza de Dios, nos es otorgada gracias al amor divino por su criatura predilecta, la humanidad entera. Y nos es indispensable para salvarnos. Adán y Eva fueron creados en un estado de Santidad y Justicia lo que podemos llamar “Gracia Original” por lo tanto su fortaleza era cualidad que no necesitaba esfuerzos, se encontraban en una armonía llamada “Justicia Original”, pero después de la ruptura, nos era necesaria la Gracia para poder obtener la Salvación, y es JESUCRISTO, FUENTE DE LA GRACIA, quien al estar entre nosotros nos dice: HE VENIDO PARA QUE TENGAIS VIDA Y LA TENGAIS EN ABUNDANCIA. Es con su pasión y muerte que nos la lucra, y con su más sublime doctrina, la institución de los Sacramentos la pone con todo amor a nuestra disposición con su valor infinito.
Una vez obtenida la Gracia Divina, lo importante , lo necesario es conservarla y desarrollarla, protegerla de su peor enemigo El Pecado. Para conservarla nos ayuda por supuesto la frecuencia de los Sacramentos, la oración en la que le pedimos al Señor que nos ayude a huir del pecado y a frecuentar en especial los Sacramentos de la Confesión y la Eucaristía, la meditación es otra gran amiga que nos protege y ayuda a conservarla, debemos invocar a la Virgen y a nuestro Ángel Guardián en demanda de auxilio, del vivir las virtudes necesarias, las que nos mantienen abiertos a las mociones del Paráclito y el cumplimiento de ellas. Debemos evitar el ocio, el caer en la pereza, y si practicar la mortificación y nuestro espíritu de penitencia, a la Gracia no solo la debemos de tratar de conservarla, sino que debemos esforzarnos en desarrollarla, como nos enseña la Parábola de los Denarios.
La Gracia habita en nosotros desde el momento de nuestro bautizo, si bien puede conservarse tan solo en forma latente, si las condiciones no le permiten desarrollarse, pero si luchamos para hacerla crecer, para que sea más habitual en nosotros, mas rica en frutos de santidad, asegurarnos la salvación la vida eterna en la Visión Beatífica. Pero si la ignoramos y le permitimos que solo se conserve en forma latente, sin florecer ni fructificar, jamás gozaremos de esa felicidad en esta vida mortal, que nos proporciona el Estado de Gracia, y ponemos en peligro nuestras posibilidades de la salvación Así como somos fieles a las cuestiones materiales que nos proporcionan los bienes necesarios para la vida natural, es necesario que seamos fieles a los requerimientos de la vida sobrenatural entre los que destaca la Vida en Gracia, lo que significa lucha, pero gustosa, pues gratifica nuestra conciencia, a más lucha mas satisfacciones, más gozo de vivir de acuerdo a lo que Dios nos indica en nuestra propia conciencia, cuando esta está en formación fiel, y escuchamos al Espíritu Santo en sus mociones.
Las virtudes humanas mas útiles en materia de fidelidad a la gracia son la constancia, la docilidad, la fortaleza, que acompañadas de la oración nos van guiando de la vida aquí a la Vida del mas Allá. La recepción de los Sacramentos en especial la Confesión frecuente, que como bien sabemos obliga en forma urgente al haber caído en pecado grave y es aconsejable aunque solo se tengan pecados veniales sin confesar, es este Sacramento el que nos recupera la Gracia Santificante y además nos otorga la Gracia Sacramental con las que obtenemos el efecto de reforzar las Virtudes necesarias de Fortaleza, Constancia, Fidelidad, docilidad, etc. sin que podamos dejar de mencionar a las Virtudes Teologales, Fe ,Esperanza y Caridad y los Dones del Espíritu Santo, que se nos infunden desde el Bautismo junto con la Gracia Sacramental, mencionados en el primer párrafo: Sabiduría, Entendimiento, Ciencia, Consejo, Fortaleza, piedad y Temor de Dios.
La Gracia no solo la pedimos para nosotros, también es materia de apostolado, la pedimos para las personas que reciben de nosotros los medios de formación, pues ese es el caso preciso, a nosotros nos corresponde el catequizar el poner sobre la mesa la doctrina de Cristo, pero es la acción del Espíritu Santo la que actúa en las almas del catequizando. San Pablo es muy claro en su enseñanza de este aspecto cuando nos dice: Yo planté, Apolo regó, pero es Dios quien dio el incremento. Dios quiere esta participación nuestra, es mandato evangélico, nos corresponde colaborar con Jesucristo en su Iglesia, de ahí que tenemos la obligación de prepararnos para poder enseñar al que sepa menos que nosotros, en la confianza de que el Espíritu Santo siempre tocará las conciencias de aquellos que reciben el mensaje de Jesucristo, lo que de acuerdo con cada persona puede ser de grandísimo beneficio, como puede, en uso de la libertad que Dios nos ha concedido, ser rechazado.
Jorge Casas y Sánchez.
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