domingo, 19 de febrero de 2012

JESUCRISTO, SEGUNDA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

JESUCRISTO, SEGUNDA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.
El próximo  Miércoles  al que la Sagrada Liturgia denomina MIÉRCOLES DE CENIZA, es el principio de la cuaresma, la cual termina antes de la Cena  Pascual del Jueves Santo. Y que mejor tema podemos tener para prepararnos a recibir la Cuaresma que el tema de Jesús.  Este tiempo litúrgico que nos prepara para contemplar, celebrar, meditar la Pasión y Muerte de Jesucristo para, en el que con la inspiración de Nuestro Señor, con la Piedad que nos inspira el sufrimiento que padeció por amor a nosotros, entrega de si mismo y entrega que Dios Padre nos hace de su Hijo, debemos realizar con mas intensidad, devoción y mortificación todas nuestras oraciones, y acciones e intenciones en otras palabras debemos de intensificar toda nuestra actividad, tanto en materia religiosa como en el resto de nuestros quehaceres, los importantes y las pequeñas cosas de cada día, es tiempo de conversión de arrepentimiento y de espera de la gran celebración de la RESURECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. Base de nuestra Fe la llama San Pablo.
Después de la caída de nuestros primeros padres el ser humano quedó incapacitado en comparación con el estado llamado preternatural del que gozaban Adán y Eva antes de pecar, por lo que fueron privados de esos dones preternaturales y su naturaleza cayó, conservando la inteligencia y la libertad así como el alma espiritual creada para la eternidad. Pero Dios en uso de la perfección de su amor les prometió un Salvador, fue así como Jesucristo, y nosotros los descendientes hemos nacido con esa naturaleza ya caída. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo perfecto hombre, mortal como nosotros y semejante a nosotros en todo menos en el pecado, incluso su Madre, la Santísima Virgen fue preservada del Pecado Original a forma de que su santísimo vientre llevara en su seno al Salvador en forma purísima, siendo este el propio hijo de Dios Padre, engendrado desde la eternidad, quien sin perder su naturaleza divina, por obra del Espíritu Santo se hizo carne y alma humana  como la nuestra.  Siendo su misión la de ser mediador de todas las relaciones de Dios Creador y nosotros los hombres. Su mensaje para nosotros, Él nos lo aclara en varias ocasiones, que  es el que su Padre le encargó.
El Él hay dos naturalezas, la divina y la humana, una porque es Dios y la otra porque es hombre, en cuanto Dios Eterno y en cuanto hombre tuvo una vida que consistió en la llamada Vida Privada de Cristo la que dura treinta años, transcurridos en el seno de la Sagrada Familia en Nazaret, trabajando a su tiempo con José quien en cuanto hombre le enseñó el oficio de faber, carpintero. Lamamos Vida Pública a sus tres últimos años entre nosotros, los que empleó en predicar a muchas gentes su Evangelio y preparar la fundación de su Iglesia, así como la formación en forma  muy especial de sus doce apóstoles. Predicó en muchos lugares y a muchas gentes, efectuando milagros en especial en curaciones inexplicables para demostrar que era el enviado de Dios, brillaron en forma magnífica sus virtudes en especial el amor, el celo por la Gloria de su Padre, la misericordia, la mansedumbre, la pobreza todas vividas en la mas perfecta caridad.
Toda su vida fue ejemplar, de niño sumiso a la Santísima Virgen y a San José, e incansable predicador en su Vida Pública, nos dejó un ejemplo que debemos seguir los cristianos, imitándole en todo lo que nos sea posible, conociendo su mensaje evangélico  y demás libros del  Nuevo Testamento, donde está junto con la palabra traída, la excelencia de su instrucción y de su vida ejemplar. Es la figura alrededor de la cual debe girar nuestra existencia, la fuente de la que debemos beber siempre, auxiliándonos con los Sacramentos que instituyó para nuestra salvación, aprendiendo de la enorme sabiduría de la única Iglesia que fundó, y si además nos encomendamos a la Omnipotencia Intercesora que es su madre la Virgen María estaremos en el buen camino de la salvación eterna.
Jorge Casas y Sánchez.

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