LAS RESPONSABILIDADES PERSONALES, LAS VIRTUDES
TEOLOGALES Y LA PAZ.
Es indudable que todos los que
gozamos de algo superfluo, tenemos una responsabilidad moral con ciertas
personas. Veámoslo así: una vez obtenidas las condiciones básicas de casa,
vestido, sustento, salud, y educación, habiendo sido cubiertas estas cinco
condiciones y contando además con otras como gastos de entretenimiento, el gozar de vacaciones, usar
ropa casual o formal según el caso, contar con equipo de transporte propio, tener
objetos decorativos en la casa, ayuda pagada en el hogar (servicio), algunos seguros,
alguna membresía a club o similar, y si después de ello, aún hay capacidad de gasto
o de ahorro, estamos obligados moralmente acordes al humanitarismo y su principio
de subsidiaridad, a colaborar con alguno de los conglomerados o personas
singulares que no gozan de las cinco condiciones básicas, o sea que están en
condición de pobreza, mientras nosotros tenemos cosas superfluas. Dice un sabio
refrán que no se tiene derecho a lo
superfluo, mientras alguien carezca de lo necesario. Siendo, es obvio, que no
se pueden remediar las carencias de todos, pero si hay un grado en el que nos
podemos situar de manera personal para colaborar de acuerdo al dictado de
nuestra conciencia. Es responsabilidad moral el llevarlo a cabo, es muestra de
caridad cristiana, es obligación en tanto responsabilidad personal. Es muy
común encontrar personas que dicen: “esa es responsabilidad del gobierno” y
llevan razón, pero muchas veces por razones diferentes, los gobiernos no lo
cumplen en su totalidad, especialmente en países tercermundistas.
Al buscar la respuesta adecuada a
esto, debemos ocuparnos en primer lugar a nuestro entorno, y después en
aquellos lugares en que tienen lugar desastres naturales, y para ello existen
instancias que están en todos los sitios donde es necesario prestar ayuda inminente,
una de estas organizaciones que es muy recomendable por la claridad del manejo
del efectivo, y de los productos medicinales, de asistencia de agua potable,
alimentos, etc. en donde los intermediarios a veces deshonestos no existen, es
CARITAS. Esta institución ya está allí donde un desastre sucede, CÁRITAS está en casi todos los países del mundo,
tiene su sede en Roma, es la mano de la
Iglesia que ayuda a los más pobres, los vulnerables, los excluidos, de todas
las razas, creencias, recibiendo ayuda económica en buen porcentaje de los
gobiernos de muchos países, y de los particulares mayoritariamente, para
aplicarlo en donde las necesidades humanas son más urgentes. El trabajo
principal de CARITAS se puede definir como: el trabajo con amor, compasión y profesionalidad para responder a
las emergencias, promover el desarrollo de los más pobres y a la búsqueda de un
mundo más equitativo y justo. (se debe obtener uno de sus números de cuenta
bancaria para depositar. En todas las diócesis hay un encargado de ello.
Estamos hablando de amor al
prójimo, el mandamiento nuevo que Jesucristo, en la última cena propone a sus
apóstoles y por lo tanto a todos los hombres, y no deja de ser para los
católicos una responsabilidad, es la
respuesta a la pregunta: ¿Cómo puedo yo colaborar en las soluciones que
necesitan personas que viven o han caído en desgracia?, que son “familia humana” hermanos, prójimos nuestros. Es ejercicio, praxis,
operatividad de la virtud del amor, virtud teologal que llamamos Caridad. San
Pablo en la primera carta a los corintios nos enseña en el Capítulo 13,
cuestiones muy importantes sobre el amor, este capítulo, que es muy conveniente
leer y comprender su contenido, nos ayudará a vivir mejor la caridad es la
oportunidad que nos ayuda a evitar el consumismo. Es el negarnos a
nosotros o los nuestros de algo superfluo, es el hacer en su lugar obra
benéfica, que ayudará a alguien. Debemos de distinguir tres maneras de colaborar
económicamente como es debido, una es la limosna que damos a los pordioseros
que no han tenido más remedio que hacer del pedir limosna, su “profesión”, de ello viven, son pequeñas cantidades que damos para su subsistencia menesterosa, otra
es la ayuda económica que damos en diversas instancias de nuestra Iglesia, por
ejemplo: Centros donde recibimos la atención espiritual , casas de apostolado y
en los templos cuando pasan a recoger nuestra colaboración en la Santa Misa.
Hay otras ocasiones en que nos piden ayuda para los seminarios o necesidades
varias. Siempre es conveniente consultar nuestra conciencia y donar acorde a
nuestra situación económica.
Otras responsabilidades donde la
caridad tiene un papel importante es en el caso de “enseñar al que no sabe”,
“visitar a los enfermos” que son obras de misericordia, y consisten en
donar parte de nosotros mismos, con tiempo, compañía, consuelo, ánimo,
conocimientos catequéticos, que en muchísimas ocasiones son agradecidas por los
que las reciben. (tarea que por la pandemia, se ha tornado muy delicada, cuando
no inconveniente).
La paz a la que me voy a referir
es la “Paz Espiritual” no es la paz de la soledad del desierto, o la del páramo
deshabitado, o del campo desolado, es la paz de Jesucristo, que nos debe
acompañar incluso en los lugares más agitados y ruidosos que nuestra existencia
nos depare. Es a la paz de nuestra alma, la que da sentido y llena nuestra
vida., nuevamente san Pablo nos enseña (Filipenses 4, 7,) “…la paz de Dios, que es mucho mayor de lo
que se puede imaginar les guardará su corazón y sus pensamientos en Cristo
Jesús…” esta paz nos viene de la fe y la esperanza, y estas a su vez proceden
de nuestra entrega a Dios, que es nuestra caridad hacia la Trinidad Santísima.
Vemos a las tres Virtudes Teologales en ello.
Aquí es nuestro esfuerzo el punto
importante, la entrega lo implica, sin
este no lo sería, como sucede con la meditación, hay que esforzarse en
alcanzar la mayor altura posible de comunicación con Dios. Así la paz hay que
buscarla, está en la esperanza, el amor y
la fe. Quien las vive, tiene su
alma en paz. El vivir las tres Virtudes Teologales, en la mayor perfección posible,
es vivir la verdadera paz espiritual de Nuestro Señor Jesucristo. (Juan 14,
26-27) “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No
se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”. Es así como podemos encontrar el
sentido armónico en nuestra vida, pidamos a nuestra Madre del Cielo, la
Santísima Virgen, que nos auxilie en obtener la paz espiritual de su hijo.
JCS.
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