La ausencia de regulación
adecuada de los acuerdos internacionales y locales tomados, el respeto a la aguas denominadas comunes
globales, y el creciente aumento de los residuos, son los desafíos principales.
Lo que hace necesaria una autoridad
política mundial. Así como la creación de
instituciones con capacidad de sancionar. Vemos por tanto la creciente
importancia a la diplomacia que pueda anticiparse a los problemas, y a dar
soluciones. Para dar mejores soluciones a la producción alimenticia marina, que
es factor de paz. Otro factor preocupante es el inmediatismo político, que mira
mas el corto plazo electoral que el largo plazo que no ayuda en las elecciones. Ha sido
demostrado que el hombre es mas fecundo cuando genera procesos, que cuando solo
pretende lograr espacios de poder.
Las cooperativas aunque en muchas
ocasiones no han podido mostrar su eficacia, si son administradas con honradez
y con aciertos presentan grandes soluciones en casos como la producción de
energía renovable, las granjas piscícolas, las pesquerías, etc. que después de
su abastecimiento propio, tienen ventas de excedentes, en ocasiones muy por
encima de su consumo local. Los gobiernos deben establecer regulaciones, pero
además asistir con la infraestructura necesaria, y la financiación apropiada.
Los problemas no faltan, por lo que las soluciones no deben faltar tampoco. En
materia agroindustrial hay que favorecer las rotaciones de cultivos, con su
indispensable rotación mercantil, la mejoría de los sistemas de riego, la
producción de alimentos para los animales, y muchos otros aspectos de gran
importancia. Aquí resalta la necesidad de que los ciudadanos controlen el poder
político y no al revés como suele suceder.
La corrupción se da al esconder
el verdadero impacto ambiental de los proyectos, lo que lleva a acuerdos espurios que impiden el debatir
debidamente. Lo propio es que cada proyecto esté libre de presiones políticas o
económicas para que tenga verdadera transparencia, que deba estar armónicamente
conectado con los peligros para la salud, previendo los escenarios posibles y
en su caso los aumentos de inversión, y sin olvidar la participación de los habitantes
locales de los diferentes lugares de los impactos a resolver. No se pueden
dejar de examinar los riesgos inherentes, ni las acciones de seguimiento. Las
discusiones científicas deben ser sinceras, no ocultar nada, tampoco
simplemente ateniéndose, a que haya
prohibiciones o esté permitido por las legislaciones. Estas se pueden cambiar.
En las discusiones no pueden faltar aspectos como: el impacto visual al
paisaje, los peligros para la flora y fauna del lugar, en especial las especies
protegidas, el vertido de emisiones o
residuos, pérdida de valores culturales, o emisiones de ruido. Hay que
preguntarse si los beneficios a corto y largo plazo son de beneficio integral,
no podemos olvidar que el criterio de la rentabilidad, no es el único a ser
tomado en cuenta y muy necesario es dar
prioridad al recurso importantísimo y primordial del agua. La Iglesia no
pretende tener soluciones científicas sobre los problemas y las soluciones
ecológicas, pero si insiste en que se dé el debate transparente, honesto, que
no sean las ideologías o los intereses particulares o nacionales los que se
traten de imponer, sino las verdaderas soluciones que aportan al B.C.
La tendencia al examen del
costo-beneficio, que en especial los inversionistas siempre tienen en mente, en
materia ecológica no debe de tener la misma validez, lo verdaderamente
importante es el factor de beneficio a la vida humana, tanto los mecanismos del
mercado como el paradigma tecnocrático, no son en el caso de la ecología, lo
que son en otros aspectos de la economía política, aquí se trata de la
degradación y la regeneración de los ecosistemas, teniendo en mente el tiempo
actual pero sin olvidar a las generaciones futuras, a las que debemos de
heredar no un basurero, sino una limpia casa común. Somos los humanos los que
causamos la degradación al hacer dinero, y somos esos mismos humanos los que
tenemos la responsabilidad de regenerar lo que hemos degradado.
En cuantas lastimosas ocasiones se ha pensado
en la explotación de la biodiversidad, sin tener en cuenta a los pobres, no
faltan las ocasiones en las que se acusa a los ambientalistas de querer detener
el progreso y el desarrollo humano al defender los ecosistemas, lo que es, no
solo una acusación sin bases válidas, sino que olvida que el cuidar los malos
impactos ambientales, conlleva oportunidades diferentes, que orienta hacia la
creatividad que se dará en el corto y mediano plazo, contrariamente a la ambición
de los beneficios económicos de
inmediato plazo. Decía Benedicto XVI que: «es necesario que las
sociedades tecnológicamente avanzadas estén dispuestas a favorecer
comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo el propio consumo
de energía y mejorando las condiciones de su uso».
Ha habido voracidad irresponsable durante
décadas, lo que es innegable, siendo lo necesario redefinir lo que significa
“progreso” y no es lo que hemos estado haciendo, el verdadero progreso es el
que proporciona a los hombres una mejor calidad de vida. Y la contaminación
hace lo contrario. Una redefinición de la economía es también necesaria, si se
tala en demasía un bosque se incrementan
las utilidades, pero de desertifica, y le dejamos la tarea a las próximas
generaciones, o sea que son los -¡¡ futuros seres humanos los que pagan las
“utilidades” de hoy !!-. Los costos económicos y sociales deben ser sufragados
por los que causan la contaminación, con transparencia y honestidad. Otro
aspecto que no podemos olvidar es el principio de subsidiaridad, que es
responsabilidad que deben ejercer los mas poderosos, con los que lo son mucho
menos, países o personas, en cualquier nivel.
Tenemos procesos que pertenecen a la acción
política y si esta no realiza lo pertinente. Se conforman lacras que son una
vergüenza humana, podemos mencionar algunas: criminalidad organizada, trata de
personas, narcotráfico, violencia, etc. si la política no es capaz de romper
esta lógica perversa, se cae en una pobreza humana intolerable, siendo peor aún
los casos en que los propios gobiernos se asocien a la delincuencia, lo que ya
cae en el terreno de lo imperdonable. Esto generalmente es el resultante de
organizaciones privadas tan solo interesadas en el lucro y no en el progreso
del B.C. y políticos interesados en la reelección partidaria.
Es insostenible el que tan solo las ciencias
empíricas sean capaces de ofrecer todas las soluciones, es de necesidad
absoluta que se recurra a la sabiduría milenaria de la Iglesia, que nos enseña
nuevos horizontes, principios éticos, soluciones diferentes y de aplicación muy
conveniente. Lo que la brújula de la
milenaria sabiduría referida nos señala es: la importancia del amor al
prójimo, la bondad con los menos favorecidos, la justicia para los que carecen
de poder económico, que no por ser pobres carecen de su acervo espiritual, y al
no controlar la ecología siempre son los primeros y mas perjudicados. Poner a
la naturaleza en su lugar y no en de víctima. Estas y otras razones son las que
nos llevan a tener en cuenta lo que podemos considerar una “Ecología
Espiritual”. Destaca la importancia que esto conlleva en los diálogos
ecologistas.
El siguiente párrafo está copiado tal cual del
original.
203. “Dado que el mercado tiende a crear un
mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas
terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El
consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecno-económico.
Ocurre lo que ya señalaba Romano Guardini: el ser humano «acepta los objetos y
las formas de vida, tal como le son impuestos por la planificación y por los
productos fabricados en serie y, después de todo, actúa así con el sentimiento
de que eso es lo racional y lo acertado»[144]. Tal
paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta
libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los
que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero. En esta
confusión, la humanidad posmoderna no encontró una nueva comprensión de sí
misma que pueda orientarla, y esta falta de identidad se vive con angustia.
Tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines”.
Como se puede deducir del párrafo anterior esta
situación crea en los seres humanos sensaciones de inestabilidad y de
inseguridad, en unos y en otros un vacío de su corazón el cual se llena con el
consumismo, y el hedonismo, que sienta la necesidad de obtener cosas que
consumir, gozar, descartar, acumular, en fin que fomenta el materialismo, al
tiempo que olvida los aspectos culturales, artísticos, y espirituales. La
tecnología toma su lugar, al tiempo que olvida los desastres naturales que
muchos de los productos que consume son contaminantes en su producción y/o
desecho. Al tiempo que crea una obsesión consumista que alienta la
criminalidad. De allí que es necesario un cambio en el estilo de vida en el que
o hemos caído o estamos cayendo. A el comprar no lo podemos ver tan solo como
un acto económico, lo tenemos que ver como un acto moral. Esto nos ayuda a
comprender como cada persona en su propio y particular estilo de vida, está
contribuyendo o atacando a la contaminación.
Compiló JCS.
No hay comentarios:
Publicar un comentario