martes, 8 de junio de 2021

SACRAMENTO DEL ORDEN, sacerdotal.

 

 SACRAMENTO DEO ORDEN. (sacerdotal)

Es el Sacramento gracias al cual, la misión confiada a sus apóstoles por Jesucristo ha sido, es y será hasta el fin de los tiempos, la que comprende en tres grados de sacerdocio consagrado, el ejercicio ministerial de la Iglesia, estos tres grados son: el diaconado, el presbiterado y el episcopado. Nótese que se trata de “ grados consagrados”, esto es importante que se tome en cuenta, pues desde la época de los apóstoles estos consagraron a los primeros sacerdotes.

 No es muy conocido entre nosotros los cristianos lo que voy a apuntar aquí, hay dos clases de sacerdocio en nuestra religión, uno es el “sacerdocio real” que no tiene consagración episcopal, y otro es el “sacerdocio consagrado, o Ministerial, o Jerárquico”, es el de los obispos, capellanes, sacerdotes, desde el mas encumbrado jerarca del colegio cardenalicio hasta el mas humilde cura de puebl, como ha quedado explicado en el párrafo anterior. Y  ¿cuál es el sacerdocio real?, la respuesta es simple: todo bautizado. Si, por el hecho de bautizarnos recibimos el sacerdocio real.   En 1, Pedro 2,9, claramente  San Pedro nos lo dice. La gran diferencia entre estos dos sacerdocios es que el ministerial está consagrado por obispo, y tiene particularidades que vemos mas adelante. El otro se considera como el sacerdocio común de los fieles, sin embargo dista muchísimo del sacerdocio ministerial, que es el único  sacerdocio  que  puede  decir  Misa y en ella, Consagrar, administrar y autorizar a otros en la administración de algunos Sacramentos, quedan sin embargo absolutamente reservados otros de los  Sacramentos, como perdonar los pecados, administrar el de sanación o sea la unción de enfermos, la Sagrada Consagración que solo puede tener lugar durante la Santa Misa, todo   en representación de  Jesucristo. Nota: los primeros obispos fueron los once apóstoles, que el propio Jesucristo consagró. Por tanto el sacerdocio real, o común de los fieles hace referencia a la dedicación al servicio de la Iglesia, este es participación real con el sacerdocio de Cristo, que es el sumo y eterno sacerdote¸ el Concilio Vaticano II, en su constitución dogmática LUMEN GENTIUM, explica que los fieles ejercemos nuestro sacerdocio en la recepción de los Sacramentos, en la oración  y la acción de gracias,  en el testimonio de la santidad de vida, la abnegación y la caridad activa. Son tres las funciones principales de nosotros fieles cristianos en relación a nuestro sacerdocio: anunciar el Evangelio allí donde vivimos, participar conscientemente  en la celebración de los Sacramentos y ayudar a los otros en su camino de salvación.

El “orden” en nuestra religión tiene connotaciones muy particulares, por ejemplo al obispo suele llamársele el ORDINARIO DEL LUGAR, haciendo referencia a su autoridad eclesiástica en su diócesis. Tanto el sacerdocio consagrado o sacerdocio ministerial como el real, están “ordenados” a Jesucristo, por lo tanto ambos sacerdocios están ordenados el uno al otro, participando del único, eterno y sumo sacerdocio de Cristo,   los sacerdotes con la consagración del Orden están al servicio de la Iglesia y sus fieles, usando todos los medios por los cuales Jesucristo la construye y conduce, de allí que es sacramental el Orden. La mas grande importancia del “Sacramento del Orden”, es que el sacerdote consagrado actúa “in persona Christi Capitis”, es muy importante considerar que independientemente de los defectos, errores e incluso pecados del sacerdote ministerial, que como todo ser humano pudiese tener flaquezas, al ejercer su ministerio es tal la condición, que la fuerza del Espíritu Santo, comunica un poder sagrado a su investidura, que es el de Jesucristo, por lo que este poder sagrado no se mide por el sacerdote sino por el propio Jesús. Esto indica que independientemente de la situación del estar o no en gracia de Dios, las actividades que en representación de Jesucristo lleva a cabo el sacerdote, son sagradas y legítimas.

Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, lo es, pero no para sí, sino para nosotros, porque Él es quien presenta a Dios Padre nuestros anhelos, oraciones, necesidades de los miembros de su Iglesia, y concede aquello que pedimos con las condiciones propias de cada caso, y son acordes al Divino Criterio. Es por ello que cuando Dios no concede algo que a nuestro pobre criterio humano, pedimos, debemos dar gracias, pues no era bueno aquello que anhelábamos, y su divina sabiduría nos negó en provecho nuestro, aunque no logremos entenderlo.

“Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”,  palabras de Jesús, (Lucas 22,27) el sacerdocio de Cristo, es además el de víctima y oferente, porque ofrece su vida por amor a nosotros, es de maestro, profeta, que nos deja su Iglesia de la que es cabeza oculta, siendo nosotros sus miembros, nos deja su doctrina maravillosa, con enseñanzas incomparables, que no deberíamos de olvidar, pero que la soberbia humana deja de reconocer en tantos dolorosos casos, e instituye los Sacramentos, que nos ayudan en el camino de la salvación. Aquí es obligado recordar que instituyó una jerarquía encabezada por San Pedro en primera instancia, que se decanta hasta nosotros a través de los diferentes grados del sacerdocio ministerial. Destaca el sacerdocio consagrado desde el mismo momento de su institución, en la Última Cena con sus apóstoles, donde instituye el enorme sacramento de la Eucaristía, y conjuntamente el del sacerdocio episcopal, consagrado.

La Iglesia considera en lo mas alto el carácter indeleble que queda en el alma de cada sacerdote ministerial en su ordenación, y que cada uno de ellos debe considerarlo en su mas alta estima. Pidamos a Dios y a su Santísima Madre y Madre nuestra, que mande vocaciones a su pueblo, que se llenen los seminarios, y se reabran los templos que han tenido que cerrar, por falta de sacerdotes

.Preparó J.C.

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