SACRAMENTO DEO ORDEN. (sacerdotal)
Es el Sacramento gracias al cual,
la misión confiada a sus apóstoles por Jesucristo ha sido, es y será hasta el
fin de los tiempos, la que comprende en tres grados de sacerdocio consagrado,
el ejercicio ministerial de la Iglesia, estos tres grados son: el diaconado, el
presbiterado y el episcopado. Nótese que se trata de “ grados consagrados”,
esto es importante que se tome en cuenta, pues desde la época de los apóstoles
estos consagraron a los primeros sacerdotes.
No es muy conocido entre nosotros los
cristianos lo que voy a apuntar aquí, hay dos clases de sacerdocio en nuestra
religión, uno es el “sacerdocio real” que no tiene consagración episcopal, y otro
es el “sacerdocio consagrado, o Ministerial, o Jerárquico”, es el de los
obispos, capellanes, sacerdotes, desde el mas encumbrado jerarca del colegio
cardenalicio hasta el mas humilde cura de puebl, como ha quedado explicado en
el párrafo anterior. Y ¿cuál es el
sacerdocio real?, la respuesta es simple: todo
bautizado. Si, por el hecho de bautizarnos recibimos el sacerdocio
real. En 1, Pedro 2,9, claramente San Pedro nos lo dice. La gran diferencia
entre estos dos sacerdocios es que el ministerial está consagrado por obispo, y
tiene particularidades que vemos mas adelante. El otro se considera como el
sacerdocio común de los fieles, sin embargo dista muchísimo del sacerdocio
ministerial, que es el único sacerdocio que
puede decir Misa y en ella, Consagrar, administrar y
autorizar a otros en la administración de algunos Sacramentos, quedan sin
embargo absolutamente reservados otros de los
Sacramentos, como perdonar los pecados, administrar el de sanación o sea
la unción de enfermos, la Sagrada Consagración que solo puede tener lugar durante
la Santa Misa, todo en representación
de Jesucristo. Nota: los primeros
obispos fueron los once apóstoles, que el propio Jesucristo consagró. Por tanto
el sacerdocio real, o común de los fieles hace referencia a la dedicación al
servicio de la Iglesia, este es participación real con el sacerdocio de Cristo,
que es el sumo y eterno sacerdote¸ el Concilio Vaticano II, en su constitución
dogmática LUMEN GENTIUM, explica que los fieles ejercemos nuestro
sacerdocio en la recepción de los Sacramentos, en la oración y la acción de gracias, en el testimonio de la santidad de vida, la
abnegación y la caridad activa. Son tres las funciones principales de nosotros
fieles cristianos en relación a nuestro sacerdocio: anunciar el Evangelio allí
donde vivimos, participar conscientemente
en la celebración de los Sacramentos y ayudar a los otros en su camino
de salvación.
El “orden” en nuestra religión
tiene connotaciones muy particulares, por ejemplo al obispo suele llamársele el
ORDINARIO DEL LUGAR, haciendo referencia a su autoridad eclesiástica en su
diócesis. Tanto el sacerdocio consagrado o sacerdocio ministerial como el real,
están “ordenados” a Jesucristo, por lo tanto ambos sacerdocios están ordenados
el uno al otro, participando del único, eterno y sumo sacerdocio de Cristo, los
sacerdotes con la consagración del Orden están al servicio de la Iglesia y sus
fieles, usando todos los medios por los cuales Jesucristo la construye y
conduce, de allí que es sacramental el Orden. La mas grande importancia del “Sacramento
del Orden”, es que el sacerdote consagrado actúa “in persona Christi Capitis”,
es muy importante considerar que independientemente de los defectos, errores e
incluso pecados del sacerdote ministerial, que como todo ser humano pudiese
tener flaquezas, al ejercer su ministerio es tal la condición, que la fuerza
del Espíritu Santo, comunica un poder sagrado a su investidura, que es el de
Jesucristo, por lo que este poder sagrado no se mide por el sacerdote sino por
el propio Jesús. Esto indica que independientemente de la situación del estar o
no en gracia de Dios, las actividades que en representación de Jesucristo lleva
a cabo el sacerdote, son sagradas y legítimas.
Jesucristo Sumo y Eterno
Sacerdote, lo es, pero no para sí, sino para nosotros, porque Él es quien
presenta a Dios Padre nuestros anhelos, oraciones, necesidades de los miembros
de su Iglesia, y concede aquello que pedimos con las condiciones propias de
cada caso, y son acordes al Divino Criterio. Es por ello que cuando Dios no
concede algo que a nuestro pobre criterio humano, pedimos, debemos dar gracias,
pues no era bueno aquello que anhelábamos, y su divina sabiduría nos negó en
provecho nuestro, aunque no logremos entenderlo.
“Yo estoy en medio de vosotros
como el que sirve”, palabras de Jesús, (Lucas
22,27) el sacerdocio de Cristo, es además el de víctima y oferente, porque
ofrece su vida por amor a nosotros, es de maestro, profeta, que nos deja su
Iglesia de la que es cabeza oculta, siendo nosotros sus miembros, nos deja su
doctrina maravillosa, con enseñanzas incomparables, que no deberíamos de
olvidar, pero que la soberbia humana deja de reconocer en tantos dolorosos
casos, e instituye los Sacramentos, que nos ayudan en el camino de la
salvación. Aquí es obligado recordar que instituyó una jerarquía encabezada por
San Pedro en primera instancia, que se decanta hasta nosotros a través de los
diferentes grados del sacerdocio ministerial. Destaca el sacerdocio consagrado
desde el mismo momento de su institución, en la Última Cena con sus apóstoles,
donde instituye el enorme sacramento de la Eucaristía, y conjuntamente el del
sacerdocio episcopal, consagrado.
La Iglesia considera en lo mas
alto el carácter indeleble que queda en el alma de cada sacerdote ministerial en
su ordenación, y que cada uno de ellos debe considerarlo en su mas alta estima.
Pidamos a Dios y a su Santísima Madre y Madre nuestra, que mande vocaciones a
su pueblo, que se llenen los seminarios, y se reabran los templos que han
tenido que cerrar, por falta de sacerdotes
.Preparó J.C.
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