UN
MANDAMIENTO NUEVO OS DOY. Que os ameis unos a los otros.....
Nuestro Señor Jesucristo escogió
la solemnidad de su última cena con sus apóstoles, para darnos a todos los
hombres un NUEVO MANDAMIENTO, que debemos añadir a los diez que en las Tablas de la Ley, le fueron entregadas
a Moisés en el monte Sinaí, y que generalmente añadimos al Primero de estos.
Juan nos lo participa en Juan 13, 34-35.
¿Por que es nuevo?, ahora ya no
solo es el prójimo, (en el sentido de próximo), sino que incluye al extranjero,
al pagano, al enemigo, al lejano, esto lo vemos con claridad diáfana en el
libro de los Hechos, “a Pedro le buscan en Joppe, de parte del centurión Cornelio” como sabemos a los judíos de esa época les
estaba prohibido juntarse o acercarse a un extranjero, pero Dios me ha enseñado
a no llamar profano o impuro a ningún hombre, por eso he venido sin vacilación al ser
llamado…… ahora Dios nos sigue llamando
a desarmarnos los pueblos y naciones, llamamiento general. Pero no hemos
entendido esto, el mundo está lleno de egoísmo que raya en odio, la causa es la
falta de evangelización, y por tanto la falta de amor entre las criaturas de
Dios, entre los hombres, existe amor y mucho, pero a lo terreno, al
coloniaje, al poder, al sometimiento, a la tiranía, al capital, a los mercados.
Esto tiene solución, que se encuentra en el conocimiento. El amar sigue, viene
tras el conocer, Dios nos ama porque nos conoce con una perfección que los
humanos no podemos tener, y nosotros
para querer, para amar, y seguir a Dios, necesitamos conocerle más,
siempre mas, porque es inabarcable, y amar a Dios implica amar la idea de la
salvación y amar a sus criaturas, en especial sus criaturas mas queridas, las
que hizo a su imagen y semejanza, las personas humanas.
La imitación de Jesucristo es
algo que se nos enseña, se nos participa, pero ¿como?, ¿como nosotros simples
criaturas llenos de defectos, de ignorancia, de imperfecciones podemos imitar a
Jesucristo que es el dechado mayor de toda perfección?. Aquí se mencionan varios caminos, para
imitarle:
El primero consiste en imitarle en
su amor a las personas humanas, todas, ya que tanto buenas como malas son
criaturas de Él, libres por supuesto, de ahí que unas escojan el mal camino y
otras sigan su buen ejemplo. Él amó a sus detractores, enemigos y asesinos que
le ejecutaron, amó profundamente a sus apóstoles, seguidores, indiferentes y
contrarios a sus enseñanzas. Mateo 5, 43 y 44.
Lo segundo. Ser
humildes, Jesús desde su cuna de su nacimiento nos lo enseña, y lo vemos a lo
largo de toda su vida.
otro, es el perdonar a los que nos ofende. En la Oración
del Padrenuestro, lo ofrecemos a Nuestro Señor, la pregunta que nos tenemos que
formular es: ¿lo cumplimos?, no es fácil perdonar de todo corazón, lo que
incluso nos lleva a encomendar a los que nos ofenden, y muy especialmente a los
que lo hacen injustamente, y sin motivos por nuestra parte.
Mas, practicar la
mansedumbre, Él fue gran maestro en esta virtud.
Seguimos, en la
oración, Jesucristo nos deja grandes ejemplos, enseñanzas que da a sus apóstoles
para que nos las transmitieran. Sed almas de oración nos enseña San Josemaría.
Como se ve podríamos continuar haciendo
mención de las formas de imitar a Nuestro Señor, tenemos las vidas ejemplares
de los Santos, y el criterio personal de lo bueno y lo malo, lo que nos permite
ser buenos imitadores de Cristo, si perseguimos el bien y evitamos el mal.
Si Cristo hubiese venido en esta época
tecnológica, seguro que no hubiese viajado en burro, hubiera usado el automóvil,
esto es un pequeño ejemplo para que nos podamos plantear lo siguiente, cuando
nos encontremos en las encrucijadas de la vida, ya sean tan solo espirituales o
de índole socioeconómica o familiar, si Jesucristo
hubiere estado en esta especial circunstancia en que me encuentro, ¿qué hubiera
hecho, como hubiera actuado? Toda conciencia bien formada tiene la respuesta. Jesús
hubiera actuado anteponiendo el amor a los hombres, sus criaturas,
nosotros deberemos también
anteponer el amor al prójimo en busca de las soluciones.
Preparó Jorge Casas.
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