lunes, 2 de marzo de 2020

VIRTUD DE LA CARIAD, EN NUESTRO DECIR DE PALABRA O POR ESCRITO.


VIRTUD DE LA CARIDAD, EN NUESTRO HABLAR.
Precisemos conceptos: Caridad no es filantropía, que es un bello acto humanitario. No es dar limosnas a los pobres o pagar diezmos a la Iglesia al asistir a la Santa Misa, la limosna es obligatoria y habla bien de quien la da,  pero es efecto de la Caridad y muy importante y necesaria. Lo mismo se puede decir de la filantropía.
La Caridad es el amor sobrenatural a Dios, y por este a los hombres, a todas las personas humanas. Esto es lo que nos distingue a los cristianos, y nos permite perfeccionarnos como tales.
La Caridad es operativa, es fecunda, no es un amor ocioso, es orientado a Dios, como la madre vive para su hijo pequeño, por amor, así debemos nosotros simples criaturas amar a nuestro Creador. Allí vemos como la Caridad motiva todas nuestras acciones. Vivir la Caridad, implica vivir intensamente la filiación divina, comportarnos como lo que somos, hijos de Dios.
Esto implica  nuestro modo en el hablar, hagamos introspección sobre nosotros mismos, ¿murmuramos, criticamos, difundimos rumores?, en esto podemos estar faltando a la Caridad, debemos permanecer en la palabra como discípulos de Cristo que nos dice: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, sois en verdad discípulos míos, conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Nuestro diálogo con Dios debe ser permanente, lo que nos lleva a ser prudentes en nuestro hablar, con y de los demás. No todo hablar necesita de las palabras, para con Dios no son necesarias, y para con los hombres hay silencios que expresan mucho.
Al hablar no solo transmitimos un mensaje, sino que cierta manera nos damos a nosotros mismos, nuestro hablar, habla de nosotros, de allí que debemos hacerlo caritativamente. Hablar siempre con sinceridad, nunca con mentira, la mentira es el idioma de los hipócritas, ¿no es verdad que queremos sentirnos auténticos?, la mentira nos hace falsos, socava las relaciones sociales, atenta contra el derecho de los otros de conocer la verdad. Quien miente se ama desordenadamente a si mismo, busca engañar a los demás e implicarlos en la mentira. Basta con lo dicho para entender su connotación esclavizante. Para los que piensan que es legítimo  hablar mal de quien se lo merece, el Papa Francisco nos enseña, ve y reza por él.
Preguntémonos, ¿soy motivo de división en mi ambiente, digo falsedades o participo y esparzo rumores?. Si es así pensemos que a nada bueno conduce y si puede causar mal a un inocente. Alguien con acierto dijo que las mentiras que decimos, no son algo que se llevará el viento, sino que son algo que nos corroe dentro.
Jesucristo alaba a Nicodemo, al decir que en el no hay doblez, y nos enseña que: “vuestro modo de hablar sea  Si, si;   no, no. Lo que exceda de esto, viene del Maligno. (Mt 5, 37)
El Catecismo de la Iglesia Católica dice textualmente en 2464:
“El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Este precepto moral deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y quiere la verdad. Las ofensas a la verdad expresan, mediante palabras o acciones, un rechazo a comprometerse con la rectitud moral: son infidelidades básicas frente a Dios y, en este sentido, socavan las bases de la Alianza”.
Y en 2465, “El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad.  Su palabra es verdad. Su ley es verdad”.  Y nos da otras citas igualmente importantes.
 Lo que nos lleva a, nuevamente considerar que lo propio del buen cristiano es profundizar en la verdad de todos los aspectos que nos conciernen. La verdad para nosotros debe ser incansable búsqueda de la misma a lo largo de nuestra existencia consiente. Sin duda ejercemos la Caridad  al nunca hablar si no estamos seguros de que lo que estemos diciendo se apega a la verdad.
El buen cristiano no es que tenga ventajas superiores a las de los demás, lo que tenemos es exigencias superiores a las de los demás. No sabemos cuanto mal puede causar el hablar mal de alguien, el murmurar aunque nos parezca leve, el alcance puede ser inimaginable. No podemos expresar debidamente inconformidades con insultos, el buen uso del lenguaje es lo apropiado, y este puede ser tan duro como la necesidad lo señale. Por ejemplo el denunciar las expresiones que quieren enmascarar la gravedad del aborto, tales como llamarle eufemísticamente “interrupción del embarazo” y calificarlo de crimen, es lenguaje duro, pero verdadero, y es permitido expresarlo, en este caso,  en su verdadera dimensión. Expresándonos con buenas palabras.
Es conveniente que tengamos presente que no basta que algo sea verdad, para que se pueda divulgar sin mayor consideración, debemos vivir el amor fraterno al comunicar cosas muy graves, tratar de convencer presentando nuestros argumentos, y debemos recordar así mismo que es deber rectificar cuando se ha dicho algo que lo amerita, por no haber estado apegado o a la realidad o a la forma, independientemente del fondo.
Incluida la información verdadera, es deber difundirla con prudencia y discreción, esto será mas efectivo que hacerlo como esparcimiento de rumor, en especial ya que en este tiempo, de rumores está lleno el ambiente. nuestro actuar con sentido sobrenatural en este campo, nos producirá los mejores resultados.
La verdad que nos hace libres no consiste simplemente en la posesión o la transmisión de enunciados e informaciones que corresponden a la realidad de las cosas. La verdad que libera nos debe de traer paz, no el responder violencia con violencia, habrá momentos incluso en los que lo que se debe de buscar para combatir la mentira,  el lenguaje de la reconciliación, sin tener que ceder un ápice ante la mentira.
Jorge Casas y Sánchez.

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