VIRTUD DE LA
CARIDAD, EN NUESTRO HABLAR.
Precisemos conceptos: Caridad no es filantropía, que es un
bello acto humanitario. No es dar limosnas a los pobres o pagar diezmos a la
Iglesia al asistir a la Santa Misa, la limosna es obligatoria y habla bien de quien
la da, pero es efecto de la Caridad y
muy importante y necesaria. Lo mismo se puede decir de la filantropía.
La Caridad es el amor sobrenatural a Dios, y por este a los
hombres, a todas las personas humanas. Esto es lo que nos distingue a los
cristianos, y nos permite perfeccionarnos como tales.
La Caridad es operativa, es fecunda, no es un amor ocioso, es
orientado a Dios, como la madre vive para su hijo pequeño, por amor, así
debemos nosotros simples criaturas amar a nuestro Creador. Allí vemos como la
Caridad motiva todas nuestras acciones. Vivir la Caridad, implica vivir
intensamente la filiación divina, comportarnos como lo que somos, hijos de
Dios.
Esto implica nuestro
modo en el hablar, hagamos introspección sobre nosotros mismos, ¿murmuramos,
criticamos, difundimos rumores?, en esto podemos estar faltando a la Caridad,
debemos permanecer en la palabra como discípulos de Cristo que nos dice: “Si
vosotros permanecéis en mi palabra, sois en verdad discípulos míos, conoceréis
la verdad, y la verdad os hará libres”. Nuestro diálogo con Dios debe ser
permanente, lo que nos lleva a ser prudentes en nuestro hablar, con y de los
demás. No todo hablar necesita de las palabras, para con Dios no son
necesarias, y para con los hombres hay silencios que expresan mucho.
Al hablar no solo transmitimos un mensaje, sino que cierta
manera nos damos a nosotros mismos, nuestro hablar, habla de nosotros, de allí
que debemos hacerlo caritativamente. Hablar siempre con sinceridad, nunca con
mentira, la mentira es el idioma de los hipócritas, ¿no es verdad que queremos
sentirnos auténticos?, la mentira nos hace falsos, socava las relaciones
sociales, atenta contra el derecho de los otros de conocer la verdad. Quien
miente se ama desordenadamente a si mismo, busca engañar a los demás e implicarlos
en la mentira. Basta con lo dicho para entender su connotación esclavizante. Para
los que piensan que es legítimo hablar mal
de quien se lo merece, el Papa Francisco nos enseña, ve y
reza por él.
Preguntémonos, ¿soy motivo de división en mi ambiente, digo
falsedades o participo y esparzo rumores?. Si es así pensemos que a nada bueno
conduce y si puede causar mal a un inocente. Alguien con acierto dijo que las
mentiras que decimos, no son algo que se llevará el viento, sino que son algo
que nos corroe dentro.
Jesucristo alaba a Nicodemo, al decir que en el no hay
doblez, y nos enseña que: “vuestro modo de hablar sea Si, si;
no, no. Lo que exceda de esto, viene del Maligno. (Mt 5, 37)
El Catecismo de la Iglesia Católica dice textualmente en 2464:
“El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las
relaciones con el prójimo. Este precepto moral deriva de la vocación del pueblo
santo a ser testigo de su Dios, que es y quiere la verdad. Las ofensas a la
verdad expresan, mediante palabras o acciones, un rechazo a comprometerse con
la rectitud moral: son infidelidades básicas frente a Dios y, en este sentido,
socavan las bases de la Alianza”.
Y en 2465, “El Antiguo Testamento lo proclama: Dios
es fuente de toda verdad. Su palabra es verdad. Su ley es
verdad”. Y nos da otras citas igualmente
importantes.
Lo que nos lleva a,
nuevamente considerar que lo propio del buen cristiano es profundizar en la
verdad de todos los aspectos que nos conciernen. La verdad para nosotros debe
ser incansable búsqueda de la misma a lo largo de nuestra existencia consiente.
Sin duda ejercemos la Caridad al nunca
hablar si no estamos seguros de que lo que estemos diciendo se apega a la
verdad.
El buen cristiano no es que tenga ventajas superiores a las
de los demás, lo que tenemos es exigencias superiores a las de los demás. No
sabemos cuanto mal puede causar el hablar mal de alguien, el murmurar aunque
nos parezca leve, el alcance puede ser inimaginable. No podemos expresar
debidamente inconformidades con insultos, el buen uso del lenguaje es lo
apropiado, y este puede ser tan duro como la necesidad lo señale. Por ejemplo
el denunciar las expresiones que quieren enmascarar la gravedad del aborto,
tales como llamarle eufemísticamente “interrupción del embarazo” y calificarlo
de crimen, es lenguaje duro, pero verdadero, y es permitido expresarlo, en este
caso, en su verdadera dimensión. Expresándonos
con buenas palabras.
Es conveniente que tengamos presente que no basta que algo
sea verdad, para que se pueda divulgar sin mayor consideración, debemos vivir
el amor fraterno al comunicar cosas muy graves, tratar de convencer presentando
nuestros argumentos, y debemos recordar así mismo que es deber rectificar
cuando se ha dicho algo que lo amerita, por no haber estado apegado o a la
realidad o a la forma, independientemente del fondo.
Incluida la información verdadera, es deber difundirla con
prudencia y discreción, esto será mas efectivo que hacerlo como esparcimiento
de rumor, en especial ya que en este tiempo, de rumores está lleno el ambiente.
nuestro actuar con sentido sobrenatural en este campo, nos producirá los
mejores resultados.
La verdad que nos hace libres no consiste simplemente en la
posesión o la transmisión de enunciados e informaciones que corresponden a la
realidad de las cosas. La verdad que libera nos debe de traer paz, no el
responder violencia con violencia, habrá momentos incluso en los que lo que se
debe de buscar para combatir la mentira, el lenguaje de la reconciliación, sin tener
que ceder un ápice ante la mentira.
Jorge Casas y Sánchez.
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