ALGO DE DOGMÁTICA.
La Iglesia a través de la Teología Dogmática ha venido, a lo largo de
mas de dos mil años ocupándose de estudiar a fondo los Dogmas de Fe, campo en
el que es infalible, por lo tanto libre de error, la infalibilidad es un don
que Dios nos otorga y que comenzó con los apóstoles de Jesucristo y se conserva
con la inspiración y cuidado del Espíritu Santo, que obra sobre los seguidores
de los Apóstoles que constituyeron el primer Magisterio de la Iglesia, mismo
que continúa y continuará hasta el fin de los tiempos, siempre inspirado y
cuidado por el Espíritu de Dios.
Vamos a hacer un breve recorrido de estos dogmas, y en el contenido de
este papel se irán viendo en cada caso, bajo el criterio de la filosofía
cristiana, buscando mayor amplitud a la que normalmente se presta:
Comenzamos con la existencia eterna de Dios, cuya existencia
podemos comprobar no solo por su propia Revelación sino por las luces naturales
de la razón, mas hay misterios de Dios que solo por la Divina Revelación
podemos conocer como es el hecho de la Santísima Trinidad, sus tres Personas, en una
sola Naturaleza Divina.
Continuamos con la Creación, cuando Él así lo decide las cosas empiezan
a existir, pues a partir de la nada con su inconmensurable poder les da la
existencia, a todo lo que existe en el Cielo, en la Tierra, en el universo y en
todo lugar.
Los ángeles son parte de esta creación, así como la caída de Luzbel y
sus seguidores, quienes son los demonios.
Entre los ángeles buenos, hay aquellos que ha
designado como custodios nuestros. Estos desempeñan un papel preponderante en
nuestra vida personal, al ser custodios, consejeros, compañeros, que nos prestan
innumerables ayudas, seamos o no conscientes de ello.
Como final de esa parte de la Creación, Dios crea al hombre,
a imagen y semejanza suya, con alma creada en forma individual, después crea a
la mujer, y entre ambos, engañados por el demonio caen en gravísimo pecado, pues
se mide no por el ofensor, sino por el ofendido, y es esta primera pareja
humana, de la que se origina al resto de la humanidad, mujeres y varones que
contamos con un alma individual, creada por Dios en cada caso, y justo en
instante en que somos concebidos en el vientre de nuestras madres y en ese
mismo instante lo es nuestro cuerpo mortal, que resucitará. La creación de cada
una de las almas que Dios crea en el momento de la concepción de cada ser humano
es esta otra parte de la Creación, que aún no termina. Este es un tema que
conlleva una relevancia doctrinal de extraordinaria importancia, que debe de
ser conocido con toda claridad por todos los hombres, pues lleva en si la
explicación de la postura inalienable de toda la Iglesia, en relación al aborto
procurado. La realidad absoluta es que dada la intervención divina en el propio
instante de la concepción, lo que en el seno materno existe a partir de ese
instante es una PERSONA HUMANA. Aquí es irrelevante el tamaño, ello no es mas
que la dimensión, lo que la mujer concibe en su vientre es una persona
diferente a ella, con sus propiedades, alma, y cuerpo, propios, irrepetibles,
únicos y con características propias, que se irán desarrollando, pero que en
forma latente ya existen, allí están, no son un proyecto, son una realidad que
irá realizándose en el tiempo y espacio, sus dimensiones cambiarán, pero en
potencia ya existen. Se trata de una persona nueva, distinta a todas las demás,
con derecho a vivir, a ser llevada hasta el alumbramiento, y después a ser
conservada en la vida, educada, y preparada para ser autónoma en la sociedad.
Se trata de las obligaciones de los Mandamientos y Doctrina de la Iglesia,
además de los Derechos Humanos.
La Virgen, Madre de Jesucristo y Madre nuestra precisamente porque, Él
así lo decidió, nace preservada de todo pecado, concebida en forma
inmaculada la Santísima Virgen, quien será la madre de Jesucristo,
por tanto madre de Dios hecho hombre. No cabe la posibilidad de que la
concepción de Jesucristo se hubiese llevado a cabo en un cuerpo que conociera o
hubiese heredado el pecado, las entrañas de la Santísima Virgen son purísimas,
y así reciben la concepción del “Hijo del Hombre”, como se identificaba a si
mismo.
Nuestro Señor Jesucristo Segunda Persona de la Trinidad, viene a este mundo,
a redimirnos. Es perfecto Dios y perfecto hombre en cuanto nacido de una mujer.
Es concebido en el vientre inmaculado de la Virgen, quien lo pare sin
perder su virginidad en el portal de Belén.
Este salvador nuestro, muere en la Cruz y al tercer día resucita. Fue
necesaria su Pasión y Muerte para que mediante el Sacramento del Bautismo se
nos perdonara el pecado de origen heredado de Adán y Eva.
Jesucristo funda su única Iglesia, le da su jerarquía, doctrina, sacramentos,
gracia, sabiduría, y le promete al Espíritu Santo para que la asista hasta el
fin de los tiempos.
Esta única y auténtica Iglesia de nuestro Señor, la que Él funda, la que
tiene la misión de dar gloria a Dios y de ayudarnos en nuestra santificación, está constituida por todos los
bautizados y fue diseñada jerárquicamente por su propio fundador, Jesucristo,
es madre y maestra, custodia y nos administra
los Sacramentos, y por sucesión es
apostólica, cuenta con su Magisterio. Este está constituido por los obispos que están en
armonía doctrinal y a los que encabeza y es su autoridad máxima el Obispo de
Roma, al que llamamos Papa, esta jerarquía consta de todos los obispos que
están diseminados por el mundo. Además tenemos: el Colegio Cardenalicio, el
presbiterio de los sacerdotes, diocesanos, y el diaconado, cuyas misiones son
las de santificar, gobernar, administrar los Sacramentos, enseñar, y mantener
la pureza doctrinal, las Órdenes Religiosas, los laicos o seglares, venimos a
completar esta diversidad de condición que nos lleva a todos conjuntamente a
realizar la misión salvadora de la Iglesia, que en verdadera unidad y diversidad
de función, es sacerdotal y profética, en ella todos somos llamados a
desempeñar las obligaciones que nos corresponden en las diversas tareas.
Todas las personas de la humanidad, tenemos un destino común, que
consiste en nacer, vivir, morir y después de ello tendremos uno solo de los dos
destinos: el de la salvación o condenación, ambas para la eternidad,
la primera es la bienaventuranza celestial con la Visión Beatífica y eterna
felicidad, la segunda de sufrimiento como castigo de nuestras faltas y
oposición a la divina voluntad.
La resurrección será universal, cada alma volverá a tomar
carne, unos para la gloria eterna, con sus cuerpos glorificados, otros para la
condenación.
El mundo tendrá fin y estaremos, en su lugar, con la segunda
venida de nuestro señor Jesucristo.Jorge Casas y Sánchez.
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