LA ACTITUD
DE LOS HOMBRES ANTE DIOS NUESTRO SEÑOR.
Conocer, servir
y amar a Dios es la cuestión mas importante de nuestra vida, nada puede superar
esto. Nuestra última finalidad, lo que debe de dar sentido a todas nuestras
actividades, sean de la naturaleza que sean, deben apuntar al servicio a los
demás, y ser acordes a la voluntad divina. Deben de estar marcadas de plenitud
y de felicidad, nuestra alma espiritual y nuestra conciencia se colman, en una
vida útil, de servicio, allí donde nos ha tocado en suerte vivir, allí donde el
destino nos ha llevado, existencia
preñada de la Virtud Teologal de la Esperanza, acorde a la Voluntad Divina.
Recordemos la conocidísima máxima de San Agustín, doctor de la Iglesia. “NOS
CREASTE SEÑOR PARA TI Y NUESTRO CORAZÓN ESTÁ INQUIETO HASTA QUE DESCANSA EN
TI.”
Es
verdaderamente sorprendente, si lo recapacitamos bien, que siendo nosotros
simples criaturas imperfectas, una motita cada quien en este cosmos, Dios, cuyo
poder es infinito, que ha creado cielo y tierra, que tiene la sabiduría
absoluta, nos considere, hijos suyos, nos tenga una herencia maravillosa
preparada, (--que nos tenemos que ganar--) y que es para la eternidad, gracias al perfecto amor que nos tiene, y que debemos
seriamente examinar el ¿ como lo estamos correspondiendo ?, ¿ES QUE LA SOBERBIA ME DOMINA, Y NO ME PERMITE TENER LA VIRTUD DE LA
HUMILDAD NECESARIA PARA VER ESTA REALIDAD?, nuestra existencia en medio del mundo debe
transcurrir teniendo presente a Nuestro Señor en todas nuestras acciones,
debemos de ser muy conscientes de estas y ofrecerlas al Señor, lo que nos lleva
a ser mejores personas en el plano sobrenatural, el correr de nuestra
existencia se convierte en continuos actos de fe, en vida contemplativa dentro
del mundo. Y he aquí que también nos mejora en el plano natural. Las enseñanzas
de San Josemaría, en estos aspectos son de una naturaleza cristiana
incomparable, pues es la manera de santificarnos dentro del mundo. Esto aparte de otros méritos inmensos que le
debemos a la Santísima Trinidad, el Padre que nos envía a su hijo unigénito, a
Dios Hijo, que muere en pasión dolorosísima, que culmina en una agonía
redentora para el perdón de nuestros pecados y al Espíritu Santo, que nos ayuda
a santificarnos. Esta enorme realidad, San Pablo nos la comunica así : ” EN ÉL
VIVIMOS, NOS MOVEMOS Y EXISTIMOS”.
Una de las
Bienaventuranzas nos dice: “BIENAVENTURADOS LOS QUE SIN VER CREYERON” .
Esto porque Dios ha querido que creamos en Él sin haberle visto, y es gracias
al don de la fe que nos otorga gratuitamente, que lo logremos. Dios es la
realidad mas impactante que hay, basta ver a nuestro alrededor y todo nos lo
muestra, la existencia de todo empezando por la nuestra propia. ¿De donde es
posible que provengamos cada uno de nosotros? Y aquí no cabe la simple
respuesta que un crío daría: “de nuestros papás”, lo que si bien es verdad, se
debe llevar a sus últimas consecuencias, “ de donde vienen ellos y sus padres,
etc.”, y de donde proceden todas las demás maravillas de nuestro cosmos y del
universo que contemplamos, solo quien está privado de sus facultades mentales
puede dudar de su existencia, de su poder creador y mantenedor de todo lo
creado. O puede pensar que Dios es una idea imaginaria del hombre, lo que sería
locura. Esto confirma mas allá de toda duda lo que San Pablo nos dijo, así como
lo que la Bienaventuranza enseña.
En la otra vida es donde conoceremos a Dios de una manera mas
amplia, aunque nunca nos será posible conocerle en toda su inmedible grandeza.
Será un conocimiento mucho mas amplio en el que ya no nos será necesaria la fe,
dada la realidad que nos impacte toda la visión beatífica, y comprobaremos lo
que Pablo nos dejó dicho “ ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó a hombre por
pensamiento cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman”. Amor que
nos saciará, sin saciarnos. Amor de tal perfección que aquí en la tierra no
tiene comparación, felicidad, belleza, bondad, toda la maravilla infinita de
Dios que se verterá en este jarro de barro que somos, “barro de botijo” nos
dejó dicho San Josemaría.
En tanto
seres hechos a imagen y semejanza de Dios, por nuestra razón y libertad,
podemos aunque de manera imperfecta conocer a Dios, sabemos de sus
perfecciones así como lo que no es.
Descubrimos vestigios de sus perfecciones en tanto creador, y gracias a la fe y
las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, se nos da a conocer la Divina
Revelación que nos enseña que es un solo Dios, trinidad de personas en un sola
naturaleza divina, que es Dios vivo, y
verdadero, Señor del cielo y de la tierra, omnipotente, eterno, inconmensurable, incomprensible, infinito, en
su entendimiento y voluntad y en todas sus perfecciones, siendo una sola
sustancia espiritual, singular, absolutamente simple e inmutable, afirmado como
distinto del mundo, real y verdaderamente felicísimo en si y de si, e
inefablemente excelso por encima de todo lo que fuera de Él mismo existe o
puede ser concebido. (Conc. Vat. I) y no puede ser lo que sea contrario a
cualquiera de sus perfecciones.
Para que
podamos entender mejor aún lo anterior vamos a remontarnos al Antiguo
Testamento, cuando Dios le comunica a Moisés la respuesta a la pregunta de cual
es su nombre, siendo la respuesta divina:
YO SOY EL QUE SOY,
añadiendo que así lo debía de
decir a los hijos de Israel: “EL QUE ES, me envía a vosotros. Con estas palabras el Señor nos
quiere decir, que su existencia no se debe a acto creacional, como todo lo
demás, que su existencia es eterna, que no tiene límites como todas las
cosas creadas, que tienen un principio
en la existencia. Dios es la plenitud
del ser, y todos sus atributos también.
Ahora nos
corresponde comentar la enseñanza del Evangelio de San Juan DIOS
ES AMOR, lo que nos dicen los teólogos: que no es una cosa, algo, sino
que es alguien, con inteligencia y voluntad. El amor de Dios como todas las
atribuciones que posee es de perfección absoluta, y esto nos lleva a entender
el atributo de “simple” que nos indica que no tiene composición de
cosas, no necesita de elementos constitutivos, órganos como los que nosotros requerimos.
Él conoce y quiere y como todas sus perfecciones son tan grandes y perfectas
que estas se identifican con todas las demás, es infinito, y solo puede haber
un infinito, en Dios ser, es conocer, ser es amar, por lo tanto Dios es amor.
Dios es unidad
en la variedad, no podemos sino imaginar la actividad, sin pasividad, sino que
su vida es infinitamente rica, de máxima serenidad, quietud, felicidad,
identificándose con la infinita belleza de allí su suprema armonía que es
unidad en la variedad.
En nuestra
existencia conocemos cosas bellas, algunas de tales perfecciones que nos dejan admirados,
otras por su bondad, nos hacen felices, y podemos encontrar, no solo en la
naturaleza, sino en creaciones humanas, cuestiones maravillosas. Pues bien
todas esas perfecciones humanas y naturales no vienen a ser sino un pálido
reflejo de las perfecciones divinas.
Entre las
cosas reveladas por Dios al hombre y aquellas que el hombre con su inteligencia
encuentra en Dios, conocemos algunas cosas sobre Él, pero lo que nos es
imposible es la comprensión de la indescriptible riqueza de su intimidad, es un
mundo sobrenatural que se nos abre por Divina Revelación que nos devela que en
Dios hay Tres Personas : Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas
en una sola naturaleza divina, un único Dios, a modo que cada persona tiene una
atribución diferente, , sin ser parte de Dios, sino que cada persona es Dios,
sin ser tres dioses, sino uno solo. Esta revelación nos la hace Jesucristo, que
es la segunda persona de la Trinidad, no nos la trata de explicar, simplemente nos
lo informa, pues su comprensión está tan lejos de la capacidad de razón de los
humanos, que no tiene caso entrar en explicaciones.
San Juan
Pablo II, nos dejó una bella forma de
expresarlo, diciéndonos: “nuestro Dios
en su misterio mas íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva
en si mismo, la paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el
amor. Este amor en la familia divina es el Espíritu Santo” (Homilia, 28-I-79).
Sin
pretender explicar la unidad y la distinción de las Tres Personas divinas, se
puede exponer el misterio del siguiente modo, acorde nuevamente a las
enseñanzas de los teólogos: el Hijo es
la imagen perfecta de Dios Padre; el conocimiento que el Padre tiene de Si
mismo, es tan perfecto que constituye una Persona distinta del Padre (no como
en el hombre, en el que el conocimiento de si mismo no constituye otra persona,
solo una idea). El amor entre el Padre y el Hijo es también tan perfecto que
constituye una persona distinta de
ambos: el Espíritu Santo. Sin embargo, el hijo, aunque procede del Padre, no es
inferior a Él, ni ha sido creado, sino que es eterno como el Padre.
Basándonos
en la premisa de que no se puede amar, sino lo que nos conocido, pues es
imposible amar algo que no se conoce. Y por ser Dios lo mas amable que puede
haber, por los atributos que antes ya se mencionaron, surge como lo mas
importante el que debemos de conocer lo mas que podamos de Dios, para mejor
amarle. Mientras mas le conozcamos, le tratemos, mas le querremos. Por lo que
la primera actitud del hombre ante Dios debe ser la de buscarle, para mejor
conocerle.
La primera
condición necesaria en la búsqueda de Dios es la humildad, el comprender la
enormidad de la diferencia que hay entre nosotros, simples criaturas, y el
todopoderoso, Eterno, Creador de todo. Lo podremos conocer en tanto nuestra
capacidad personal de razonar y aceptar el don gratuito de la fe, que Él mismo
nos otorga. La postura crítica, de soberbia intelectual, en su necedad nos ciega. Dios al habernos
creado a su imagen y semejanza nos permite intuirle, mas es necesario buscarle
y tratarle para mejor conocerle y así amarle.
En el
proceso del conocimiento de Dios, nos empezamos a dar cuenta de lo poco que
sabemos de su grandeza esta, nos
desborda el darnos cuenta de ello es el principio del conocimiento que podemos
adquirir de Dios. Pero es con humildad y solo con ella que lo podemos lograr, y
la consecuencia de ello nos lleva a la ADORACIÓN, que es ese reconocimiento de
su grandeza y de la aceptación de la diferencia abismal que se da, entre la
infinita grandeza de Dios y nuestra pequeñez individual. Consentir en esto nos
pone en la senda de entender la relación criatura / Creador, la grandeza inconmensurable del Creador y
nuestra condición humana. Este es el
fundamento de la actitud de los hombres ante Dios.
Desde que
tomamos el catecismo de pequeños , sabemos que nuestro sino en esta vida es el
de amar y servir a Dios.. Esta es precisamente la actitud que debemos de tener,
no es el interés por el conocimiento, o la curiosidad intelectual la que nos
debe de mover en primer término, sino la vital actitud de amarle y servirle,
así es que le damos Gloria. En nuestras oraciones y demás actos de fe siempre
repetimos: Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo…. La Santa Iglesia
nos induce a repetir muchas veces esta enorme jaculatoria.
El hombre
gana en dignidad cuando adora a Dios,
nada es mas digno para nosotros que ello. Aquí se recomienda con la mayor insistencia
profundizar en Rom 1,21-25, donde San Pablo
nos presenta lo catastrófico que es para los hombres el no glorificarle,
ni agradecerle.
Cuando el Señor
nos llame a la otra vida , si por la Gracia de Dios somos salvos, podremos
gozar de la Visión Beatífica, y el débil conocimiento de Él, que logremos en
esta vida, al conocerle en su belleza y
bondad, será mucho mayor, muy por encima del que en esta vida hayamos logrado.
Que motivación mas grande puede haber en nuestra existencia terrenal que la de
ver a Nuestro Señor Jesucristo cara a
cara.
Jorge Casas
y Sánchez.
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