FILIACION DIVINA.
Nuestro Señor Jesucristo al venir a esta tierra con
instrucciones del Padre --que nos entrega por amor a su hijo unigénito para que
nos salve--, realiza la obra mas valiosa que la humanidad pueda recibir, esta
consiste en la Revelación Divina Absoluta, que nos permite conocer las verdades
mas importantes y necesarias, el entender la Revelación que a lo largo de los
siglos nos ha venido dando a través de los patriarcas, los profetas, los jueces y los reyes del Antiguo Testamento
con una especialísima perfección, nos
deja a su madre La Virgen Santísima como madre nuestra e Intercesora
Omnipotente, funda su Iglesia que es nuestra maestra, en doctina, depositaria de la fe y
encargada de distribuir los siete Sacramentos que instituye en su seno, da su maravillosa
doctrina, a sus discípulos y probando su divinidad con milagros asombrosos y
llenos de amor, preparando especialmente
a los apóstoles, quienes escriben los Santos Evangelios, como palabra
escrita y nos transmiten la Tradición como palabra no escrita, después de su
Pasión, Muerte y Ascención a los Cielos recibimos
de su parte al Espíritu Santo que queda a cargo del cuidado de su Iglesia, la
cual ha sido diseñada jerárquicamente con Pedro como primer Papa, para
salvaguardar el depósito de la Fe e inspirar a su inicial magisterio -Pedro y los apóstoles- como iniciadores de este y hasta el final de
los tiempos a sus sucesores, con su Ejemplar Vida, Pasión, Muerte y
Resurrección, nos lucra la FILIACIÓN DIVINA, o sea que Dios Padre nos adopte
como hijos suyos y por tanto herederos de la salvación eterna.
La Filiación Divina no es una figura literaria, Vivimos
nuestra Filiación Divina cuando unidos a Jesucristo, nuestro maestro y redentor,
gozando del don de la Gracia cumplimos con la voluntad del Padre, siguiendo el
ejemplo de Jesús, contando con la ayuda
del Espíritu Santo, su ayuda, su
consejo, Él siempre está actuando en nosotros, en especial cuando estamos en
Gracia de Dios, y cuando no, insistiendo a través de nuestra conciencia para
que volvamos al redil, para que con el Sacramento del Perdón ganemos nuevamente
esa característica maravillosa de ser templos trinitarios, que en nosotros
inhabite la Trinidad Santísima, que recuperemos la Gracia de Dios, ¿ no es esta
una muestra convincente de la paternidad de Dios, que gozamos ?, ya que ese
reconvertirnos, el poder continuar siendo congruentes con doctrina de Jesús nos
vuelve a la comunicación franca , abierta con nuestro señor, debemos de tener
siempre presente que solo cuando gozamos del Estado de Gracia estamos realmente
en comunicación con Dios, nuestra oración que debe ser ante todo COMUNICACiÓN CON DIOS, solo se lleva a cabo cuando no hay
interferencias, y el pecado grave es la mayor de ellas. El deseo de Dios es que
nos mantengamos en “ Gracia de Dios ”, esta es una muestra de su amor paternal, amor
divino, muy superior a cualquier amor humano, es por ello que conocedor de
nuestras debilidades y caídas nos ofrece
siempre la oportunidad de reconciliación a través del Sacramento del
Perdón, esta es otra demostración del perfectísimo amor de Dios por las personas
humanas, amor infinitamente superior a cualquier amor humano. A cada caída
nuestra Él está atento con las mociones del Espíritu Paráclito, que
nunca descansa y a través de nuestra conciencia insiste en aquello que nos es
conveniente, que nos justifica.
“”SI ALGUNO ME AMA GUARDARÁ MI PALABRA, Y MI PADRE LE AMARÁ
Y VENDREMOS A él Y HAREMOS MORADA EN él. Jn. 14,23 el hombre puede expulsar esta inhabitación trinitaria, ese tener en casa a
nuestro Padre, privilegio al que nada se puede comparar, alejándosesolamente
cuando fallando, cayendo, por motivo del
pecado, lo que equivale a faltar a la
voluntad divina, que pena tan grande que seamos capaces de ello de
deshacernos de ese tesoro invaluable que es el estar en gracia de Dios y en
comunicación, pero que alegría que las
podamos recuperar mediando nuestro arrepentimiento, propósito de enmienda y
recepción de la absolución sacramental. El valor del estado de gracia es
infinito, y el estar en comunicación armónica con nuestro padre del cielo, no
hay riqueza que se lo pueda comparar, tal es su valor antes de perderlas que una vez recuperadas, dada la perfección
del perdón de Dios, que goza de esa perfección que corresponde a todo acto
divino, vuelven a la armonía anterior sin deterioro alguno, lo que no se puede
comparar al perdón humano que por muy perfecto que humanamente lo sea, carece
de la perfección divina.
Justo es el hombre que busca la santidad y que es la
santidad sino el perfeccionamiento continuo de la búsqueda del cumplimiento de
la voluntad divina, las ansias de
agradar a Dios en todo lo que realizamos, en el trabajo , en la vida familiar,
el trato social, y por supuesto en la
vida piadosa con todos sus contornos y facetas, y que fácil es decirlo mas que
difícil es cumplirlo por asequible que es, pues es necesario vivir las virtudes teologales
y las humanas en la forma y de la manera
mejor que nos sea posible. En el cumplimiento de lo anterior consiste la mayor
felicidad del hombre aquí en la tierra, ya Aristóteles de alguna manera lo
dijo, al señalar que la verdadera felicidad del hombre consistía en la
persecución de la vida virtuosa. Y San Agustín nos lo confirma con su propia
experiencia de vida, y que cambió radicalmente su cosmovisión , la que consideró inquieta hasta que descansó
en el conocimiento verdadero de Dios.
Nuestro Señor en tanto padre nuestro no a la manera humana,
sino divina, estará presente en nosotros en forma especial en los momentos mas
difíciles o mas alegres de nuestra existencia, así como en los mas frecuentes y
los de mayor duración como en la jornada de trabajo, o de estudio para los mas
jóvenes, nuestra participación en la vida familiar, durante el descanso, la
vida en sociedad, los quehaceres, y como le tenemos presente antes de
entregarnos a sueño y como primer acto de nuestra vida cotidiana al despertar
en la mañana, con esas dos normas de vida del “examen de conciencia diario” y el “ofrecimiento de obras” que son intima
comunicación con Él. La filiación divina nos eleva al plano sobrenatural cuando
la experimentamos concientemente.
Es así como observamos nuestra justificación, (santificación),
viviendo íntimamente, concientemente ese ser buenos hijos de Dios, no es fácil, el
mundo ofrece hoy día tantos elementos de distracción que nos alejan de la vida
piadosa, que solo con esfuerzo continuado nos es posible volver y volver al
redil, estamos en el mundo pero no seamos mundanos nos aconseja San Josemaría,
Jorge Casas y Sánchez.
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