En este mundo todo lo que existe tiene una finalidad, sirve para algo, esta allí por alguna razón, o para varias, este es el hilo conductor de nuestra meditación de hoy.
El ser humano está, existe por supuesto en forma destacada, y tiene su propia finalidad, no estamos aquí en balde, esta es una de las preguntas que todos nos hacemos en nuestros mas íntimos pensamientos, pero somos los únicos en el mundo que nos lo podemos plantear, porque fuera del alma y sus operaciones espirituales propias exclusivamente de las personas humanas todo lo demás es materia, y la materia sigue sus fatales leyes, es decir sin la capacidad de cambiarlas. El alma y sus operaciones, como lo son: el amar, el ejercicio de la libertad, la capacidad de pensar o razón, la voluntad y libre albedrío, los sentimientos, por el contrario, tienen una libertad que podemos calificar de ilimitada, pues no conocemos, ni somos capaces de definir sus límites, por ejemplo en el Amor a Dios no podemos percibir donde acaba, donde está su máximo.
Del alma en general vemos constantemente que sus frutos, los que proceden de sus capacidades únicas, exclusivas, van siempre de novedad en novedad, su creatividad continúa sin necesidad de repetirse lo observamos en las obras de arte, de música, la cinematografía, el automovilismo, la aviación, las maravillas de ingeniería, los productos sintetizados químicamente, las creaciones literarias o las innumerables producciones de la técnica, en el progreso de las ciencias, de los oficios, de las profesiones y en general de todas las actividades humanas.
Y es que el alma con su principal instrumento que es el cerebro humano, y con la libertad que posee como característica importantísima tiende a la superación cuando las condiciones le son apropiadas, dolorosamente resulta que este es uno de los grandes problemas de la humanidad, una de sus carencias, la falta de las condiciones que propician las oportunidades, para un adecuado progreso en lo espiritual, que solo existe para algunos, pero no para todos los que tienen la capacidad superior de pensar, actuar, crear, concebir mas allá de lo que les ha sido enseñado, para ser mejores que sus maestros, para romper las barreras y escapar, para resolver lo que era aparentemente insoluble, para ver mas allá de donde los demás están viendo, para ayudar a los que no han podido, o aún no han logrado una apropiada superación.
No podemos dejar de mencionar los dones, así como la genialidad o el talento superior en algún área, pues no se nos reparten por igual a los seres humanos, como resulta con la apariencia física o las condiciones de lugar y tiempo, esto lo dejamos entre los misterios que Dios nos otorga a cada uno. Pero cuantos no han florecido y su existencia ha sido latente a lo largo de toda la vida de la persona, que la ha poseído solo en potencia, sin salir, sin desarrollarse, sin siquiera manifestarse, porque la vida humana y sus carencias no les ha podido o sabido proporcionar las condiciones necesarias. Por supuesto que esta es una preocupación generalizada y la raza humana lucha para educar a sus miembros, pero los esfuerzos y los recursos no siempre son suficientes.
Con esta consideración en mente destaca, me atrevo a afirmar, la importancia superior de los aspectos espirituales en la persona humana, por sobre los de carácter material, que se refieren mas que nada a la subsistencia corporal. La mayor de las necesidades del hombre es espiritual, son, si, necesarias un mínimo de condiciones que cubran las necesidades fisiológicas primarias: casa, vestido y sustento, pero cubiertas estas, es la educación de su fe católica, la enseñanza de la doctrina de Jesucristo, el ejemplo del amor a Dios, las que destacan por sobre todas las demás ya que son necesarias para su salvación eterna. Esto fue consideración importantísima en la conquista de la Nueva España, que tan ricos frutos proporcionó en su momento y que continúa otorgándolos a la América Latina, ahora contando con la cifra cercana a la mitad de los fieles de la Iglesia Católica en el mundo.
Dios quiere que todos nos salvemos, y con certeza esto así es, no podría ser de otra manera pues Dios es Amor y no nos hubiera creado para la eternidad sin asegurarnos la posibilidad de ser felices eternamente, pero nos deja en libertad de optar por ello, al crearnos los únicos seres libres en el mundo, y nos ha creado para ser felice, no solo en esta corta vida, sino en la eterna. La misión principal de la Iglesia Católica es lo relativo a la salvación de las almas, se ocupa por tanto del destino que cada una tendrá, el que será conocido en el juicio individual ante Cristo inmediatamente después de la muerte.
Considerar nuestra salvación es por tanto de la mayor importancia pues la finalidad final de la persona humana en ello se debe centrar, nada es, nada puede ser mas importante en nuestra existencia. Se puede afirmar que existimos para la salvación, pero en base a la libertad que nos ha otorgado el Creador podemos optar por no considerarla la finalidad absoluta, cambiarla por el sucedáneo de “las felicidades terrenas” por el equívoco de “solo se vive una vez, aprovecha” u otros parecidos. He ahí el peor error humano. La verdad es que tenemos que vivir esta vida para salvarnos y ser felices en la eterna.
El ser humano tiene infinidad de finalidades en su existencia, pero todas se deben de orientar a esa que afecta su vida eterna la finalidad de salvarse. Finalidad de finalidades.
Jorge Casas y Sánchez.
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