miércoles, 30 de septiembre de 2015

EL VÍNCULO INDISOLUBLE Y EL AMOR.
En estos días que se están realizando dos importantes acontecimientos católicos, el encuentro mundial  sobre la familia en Filadelfia y el Sínodo de los Obispos en  Ciudad del Vaticano y en ambos el Santo Padre hará acto de presencia, me ha parecido oportuno opinar sobre dos de los aspectos fundamentales del Matrimonio Sacramental Cristiano, ya que se ha comentado que los legos no debemos de dejar de interesarnos y apoyar de alguna manera a los trabajos y conclusiones que se alcanzarán.
Creo que las primeras consideraciones que se deben de tomar en cuenta cuando se habla de matrimonio son las consabidas y altamente comentadas cuestiones, desde hace mucho tiempo, en el sentido de que este es el núcleo de la célula que es la familia, y esta a su vez es la célula de toda sociedad.
Estoy seguro que no hay  manera o forma de casarse o contraer  matrimonio más perfecto que el matrimonio católico, y ello por muchas razones, pero no nos vamos a ocupar de todas hoy. Solo de las dos mencionadas arriba.
EL VÍNCULO INDISOLUBLE.- Es una parte de la doctrina de Jesucristo, quien lo tuvo que definir con toda solidez, ante los hebreos de su época a la que podemos calificar como divorcista, y con la contundencia de:  “ lo que ates aquí, quedará atado en el Cielo”. Conocido es el libelo que Moisés les permitió,  por la “dureza de su corazón”. Lo que fue en su momento una notoria novedad. En la antigua Ley judía esto no existía los matrimonios eran permanentes.  En la actualidad, sin duda existe esa dureza de corazón, pero ello no es razón, ni lo será nunca para  que la Santa  Iglesia contravenga esta clarísima doctrina de Jesucristo,  que  a partir de Pentecostés está, para todo el tiempo y hasta el final de los tiempos bajo la protección, consejo y sabiduría que el Espíritu de Dios le proporciona. Habrá como en tiempo de Moisés quien la encuentre dura, pero solo hay que pensar que el premio que conlleva es sin comparación alguna muy grande. Lo que es razón mas que suficiente para dar al Vínculo Indisoluble el alto rango que ocupa en nuestra Doctrina Cristina
Pero veamos más de cerca lo que el vínculo indisoluble es: el término procede de “vincole” cadena en Latín,  aquí cabe la aclaración de que una de las características del matrimonio católico es la absoluta libertad de ambos cónyuges para contraerlo, por lo que el término se entiende como lo que dichos cónyuges quieren, han decidido realizar en su deseo de unir sólidamente sus vidas para el resto de sus días. No cabe duda que el casarse por el rito de la Iglesia Católica es una decisión que implica nada menos que toda nuestra existencia terrenal, siendo su relación con nuestra Vida Trascendente en definitiva  mucho más importante dada su implicación salvífica.
Esta implicación procede de la elevación que Jesucristo hace del matrimonio a uno de los Siete Sacramentos,  lo eleva a ese rango sobrenatural en que la pareja de cónyuges casados por la Santa Iglesia, santifican sus vidas, siendo un sacramento que a todo lo largo de la vida de ambos es campo de santificación continuo, siendo la condición para lograrlo el que nuestra voluntad lo quiera, lo deseé, si no buscamos el perfeccionarnos como personas santificando nuestra vida matrimonial con todo lo que esta implica, estaremos desaprovechando ese don maravilloso que Dios nos ofrece de ser felices en esta tierra mientras buscamos la felicidad eterna en la Vida Trascendente. No en balde San Pablo lo califica de Sacramento Magno, pues lo es, porque prácticamente implica todas las acciones vitales de ambos cónyuges al poderse decir que todas sus actividades, las profesionales, las sociales, las familiares y demás están de diferentes maneras enfocadas al sostenimiento permanente del matrimonio y de sus frutos.


EL AMOR ENTRE ESPOSA Y ESPOSO.- Cuando  un hombre y una mujer deciden después de un período de noviazgo que se quieren casar por el rito de la Iglesia Católica, una de las primeras cuestiones que deben de tomar en consideración es el tomar un curso prematrimonial que les permitirá conocer lo que el casarse cristianamente es. La Iglesia lo ha considerado y con mucha razón como requisito indispensable, es en realidad algo que las parroquias se toman ( deben de tomarse) muy en serio, y procurar que las personas que lleven a cabo dicha preparación pre-sacramental del matrimonio, sean de buena formación y que cuenten a su vez con experiencia propia adecuada.
No hay duda de que a la decisión de unirse en matrimonio cristiano les ha llevado el amor, solamente alguna persona fuera de sus cabales pensaría en unirse para caminar juntos el resto de sus vidas, si no está de por medio el amor unitivo de ella a él y viceversa. Sin duda que existe en ambos la vocación al matrimonio, a la vida en sociedad, a la formación de una familia con descendencia y que por sus propias experiencias familiares, en tanto hijos, estarán debidamente enterados de lo que ello implica.
El verdadero amor conyugal, el que perfecciona la unión, el que crea el clima adecuado para que las existencias de los que forman en un principio la familia nuclear y mas adelante si Dios les da descendientes es el amor unitivo y a su vez dativo, y esto lo quiero explicar un poco pues puede ayudar no solo a los matrimonios sino a los novios, para que tengan una idea mas amplia de lo que el amor conyugal debe de ser, lo que va mas adelante del consabido: …..nos vamos a casar porque nos queremos mucho… ó …..es que queremos ser felices….claro que esto está muy bien;  “faltaría mas”,  pero conviene hacer ciertas precisiones adicionales, en el noviazgo se dan o más bien dicho, generalmente se dan juntos el amor y el enamoramiento, ¡ que maravilla !  y mas maravilloso aún que después de muchos años de estar casados aún estén enamorados  entre ellos. Pero la realidad del enamoramiento, esa época de romanticismo de alegría de pasarla juntos, de mostrarse ante los demás como el dúo feliz,  de dos que se quieren y que no tienen ojos sino el uno para el otro, es que puede ser voluble, incluso, pasajero con el tiempo. Pero el amor es otra cosa, cuando amor y enamoramiento se dan los dos juntos, a la vez, nos entusiasman, pero la solidez que el amor verdadero contiene va mucho más allá, anteriormente usé los calificativos de “unitivo” y “dativo” en referencia al amor y ahora quiero explicar esos puntos.
Como lo expresa el vocablo, unitivo es lo que une, la unión marital cristiana es total, permanente, amor unitivo es por tanto el que apela a las mas altas esferas humanas, la unión de almas, la espiritual y la corpórea, en esa entrega que las escrituras bellísimamente expresan diciéndonos “serán una misma carne”  uno para el otro,  para siempre en absoluta entrega, completa, espiritual y corporal, fiel y única.
 Y en cuanto al término  “dativo” cuando nos referimos al verdadero amor no podemos prescindir de su más intima característica que es la de dar y darse, en otras palabras este verdadero amor es el que busca la felicidad del ser amado, se vierte en el otro y por tanto pone , da de sí, todo lo que puede. Aquel que se casara con la expectativa de ser querido, atendido, consentido, porque siente que es amado y por tanto merecedor, está equivocado, ¡ recibir !, claro que se recibe en el matrimonio, pero dar es lo primordial que recibir se recibirá pero dando como punto de inicio, pues si amamos lo que buscamos es, repito, la felicidad del otro, que cuando es recíproca , y este es el gran secreto de los matrimonios ejemplares, felices de toda felicidad, como debe de ser y de esperar que sea, el amor se perfecciona, si ambos lo que buscan, lo que pretenden es el procurar la felicidad del otro, en este caso,  el matrimonio será el estado ideal de la persona con la vocación de fundar su irrepetible y personalísima familia cristiana, seno de felicidad terrenal, fuente de frutos de la descendencia que es obra en conjunto con el Creador, y camino de santidad personal.
Termino con el punto más controversial por parte de las personas que no tienen suficiente fe, y por tanto anteponen las cuestiones personales, como el egoísmo, el egocentrismo, el hedonismo y no alcanzan a comprender que para garantizar el éxito sobrenatural y terrenal del matrimonio lo que debemos de esperar de ambos cónyuges es que teniendo presente el vínculo indisoluble que han contraído con Fe Cristiana, cuiden del amor que como no depende sino parcialmente de la voluntad porque es algo que entra a nuestros sentimientos de una manera misteriosa e inexplicable. Si el amor del noviazgo nos lleva a contraer, hay un amor inicial, pues este es el que se debe acrecentar en los  matrimonios, para que sean buenos, ¿Cómo y porque? Pues porque lo que la vida en común nos depara requiere  de soluciones conjuntas, hijas de la comunicación y respeto mutuo, en colaboración al mismo nivel él y ella,  lo que tiende a unir a mejorar la relación amorosa, y esto debe de alimentar ese fuego del amor inicial y ahora conyugal, mas maduro consolidado en las experiencias compartidas  y las soluciones logradas por el esfuerzo común, entre ambos realizado.
 Destaca sobremanera la generación de nuevos seres, los hijos del amor de ambos y que y esto no debe de dejar de sorprendernos nunca si bien son hijos de nuestra carne su alma procede de la creación divina que en conjunto maravilloso une a la pareja al nuevo ser con nada menos que Dios Creador. Ser padres ambos del nuevo hijo(a) es motivo de incremento del amor conyugal, ese fruto del matrimonio que ambos han generado y que necesita de una madre y de un padre para crecer, desarrollarse, ser introducido en la fe cristiana, y ser educado por ambos para  cumplir con su papel en esta vida y ser salvo en la otra, solo con un amor sustentado, por voluble que sea, en el vínculo y en la fe el matrimonio se mantendrá, independientemente de la fuerza o debilidad del amor conyugal tamizado por el tiempo. Es de desear repito y en ocasiones así sucede que el enamoramiento persista entre ambos,  que maravilla de matrimonios son estos, pero no podemos dejar de admirar a los que se sostienen en la fe y amor a Dios, viviendo el sacramento santificante del matrimonio. El mantener a lo largo de nuestras vidas de casados el Vínculo Indisoluble y el Amor conyugal son actos de Caridad que proceden de la mas viva Fe Cristiana.

Jorge Casas y Sánchez.